jueves, abril 29, 2004

Introspección

Mirar(se) [hacia dentro] es como estar inmerso en un juego de espejos. Los rostros [que en última instancia son el mismo] aparecen retorcidos, agrandados como Atlantes, reducidos como cabezas de jíbaro. La introspección perversa es como contemplar un cuadro cubista, equivale a encontrar(se con) un ser fragmentado, descentrado, evanescente. No cabe duda: estoy encerrado en mí mismo, he quedado atrapado dentro de este espacio tan reducido, en la vorágine de esto que es mi cuerpo. Las fronteras entre el exterior y esto que soy yo se anquilosan, se reifican, son cada vez más marcadas: se reducen y me aprisionan como paredes que caen sobre mí. Quisiera pensar que yo soy más grande que todo esto. Que puedo salir de todo esto. Pero no. No es así. Necesito escapar de mí, transformarme en viento, en éter, hacerme sutil: desaparecer. Quisiera ser invisible, o dormir para siempre. Es que soy como una rama que se ha roto, pero que aún pende del árbol. Me seco y muero a cada segundo. Siento que me hundo en algo que es como una masa oscura, blanda, y al final, justo antes de la asfixia, me doy cuenta que esto en lo que estoy inmerso soy yo mismo. ¿Cómo se proyecta esto hacia el exterior, piel afuera? ¿Todo el mundo puede ver el monstruo horroroso en el que me he convertido? A veces me das asco. A veces me das vergüenza.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

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