lunes, abril 25, 2005

Threesome!!!!

Hace unos días, el buen Ivanovish me invitó a llevar a cabo un threesome. Cuando ya estaba yo súper emocionado, me aclaró que el asunto era una cuestión creativa. Eso me emocionó aún más. Je je. La dinámica consistió en convocar a cuando menos tres blogueros, elegir un tema y discutir acerca de él. Las creaciones se sacan en el blog de quien sugiere el tema. En este caso, yo elegí el machismo. He aquí lo que nos resultó. La imagen es del mencionado Ivanovish. El poema lo creó Nana. Yo intenté un ensayo. A ver qué les parece....

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Imagen

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Imagen: Ivanovish; Modelo: Erika

Poema

Anoche tuve un sueño aterrador, una mujer desnuda caminado bajo la luz del sol,
de pronto la obscuridad se hizo presente y la mujer se vio rodeada de sombras, una a una las negras figuras se acercaban; le marcaron la piel con golpes, le hirieron el alma con palabras, inundaron sus oídos con justificaciones, le robaron sus orgasmos y la libertad de sentir placer, la bañaron en inseguridad y la vistieron de miedo. Y en un segundo su rostro se había quedado sin luz, sin brillo, sin ganas de vivi,r la mirada clavada en el piso, los ojos inundados de lágrimas. Una garganta enmudecida, cansada de dar gritos que no eran escuchados.
De pronto mi cuerpo comenzó a dolerme y me di cuenta que la mujer era yo, podía sentir un cuerpo sobre el mío, y mi rostro de dolía, comencé a llorar... me quieres, me tienes pa placer tuyo, no soy mas que un muñeco de trapo entre tus dedos, ¿no lo entiendes? me lastimas, y sin embargo lo disfrutas... me duele el alma. La rabia me hace gritar y la sombras quieren callarme, al no lograrlo me lastiman mas, veo a mi alrededor y sé q no soy la única, ¡alguien tiene q despertar! ¡alguien que me haga despertar, estoy muriendo!.

Cuando logro abrir los ojos, lanzo un grito desesperado... sólo se oye silencio


No me veas como una amenza, no soy superior y mucho menos inferior a ti, estoy a tu nivel. No quieras verme débil porq sabes q no lo soy, sin miedo acepta q soy capaz de disfrutar, de decidir, de ser libre. No te pido igualdad, te pido respeto.

¿No que muy machos?

Una táctica frecuente entre quienes se dedican a «pensar la mexicanidad» es, sin duda, la tenaz exploración de la vida cotidiana. Desde las trincheras de una estética tipo Rivera/Kahlo, hasta las divagaciones éti(li)cas de Ramos, Paz o Tin Tan, la pretensión de descubrir aquello que nos aglutinaría como pueblo ha sido condensada en una nostálgica evocación de lo pintoresco. ¿Ha fracasado este proyecto? ¿Acaso experimenta lo mismo una indígena oaxaqueña y un empresario regiomontano cuando refieren a aquello que significa ser mexicano o mexicana? Quién sabe. Lo que es cierto es que uno de los resultados más visibles de esta búsqueda de lo auténtico radica en la perpetuación de una serie de visiones estereotipadas que tienden a esclerotizar la diversidad de nuestros modos de ser. Así, no sorprende que se hayan enraizado en el imaginario colectivo elementos tales como la virgen de Guadalupe, el tequila, o el albur en tanto referentes identitarios, superando en popularidad, tal vez, al nacionalismo de bandera tricolor y al heroísmo de efeméride y monumento.

En este sentido, la relación que se establece entre lo masculino y lo femenino no ha quedado exenta de este proceso. Al conectar analíticamente las relaciones de género con la exploración de la mexicanidad se establecen varios marcajes. El primero y quizá el más evidente de ellos se observa en el lenguaje. Más allá de las reglas gramaticales [que quizá también sirvan para poner de relieve la hegemonía del Hombre], resulta cuando menos curioso que para (d)escribir «el ámbito que pertenece a la mujer» sea necesario acudir, pues, al género masculino [decimos «el campo de lo femenino» y no «la campa de la femenina»]. Ello coloca, de entrada, a las relaciones de género en una clara posición favorable al hombre. Si se invierte el signo de lo anterior se pone de relieve otro de estos marcajes: la sanción negativa que se le otorga a la homosexualidad abierta. Estos aspectos constituyen, sin duda, una arista que, aún cuando ha sido muy explorada, todavía tiene mucho qué ofrecer.

Ahora bien, siguiendo con esta idea puede decirse que los vínculos que se tienden de lo masculino a lo femenino se condensan en dos figuras que simbolizan nuestra particular mixtura de lo dionisiaco con lo apolíneo: el Macho y el Caballero. Los apóstoles de la mexicanidad han encontrado en estas figuras una fuente inagotable para sus disertaciones. Así, entre la caballerosidad churrigueresca del tipo lanchero acapulqueño, y un machismo neandertal de “pégame pero no me dejes”, buena parte de los mexicanos y las mexicanas van tejiendo sus relaciones en el mundo de la vida cotidiana. Ejemplos hay por miles. Mientras que el macho es capaz de mandar en camión a su mujer, o a pie si es preciso, por la ropa ajena que tiene qué lavar; el caballero le abre la puerta del auto a su dama para llevarla a cenar. Mientras que el macho le grita a la mujer desde la sala, entre el ruido de las luchas en la tele, el destape de las cervezas y los eructos: «sírveme los frijoles, pendeja»; el caballero invita a su dama a cenar al carrito de hot dogs, y además no se agüita si su aquellita no come cebolla. Mientras que el macho se levanta los domingos al mediodía para curarse la cruda; el caballero ya tiene listo el desayuno a las ocho de la mañana, y se lo lleva a la cama a su dama. Mientras el macho [coloque aquí usted su práctica preferida], el caballero [idem]. Así ad nauseaum.

Visto así, parece que el asunto no tiene mayores dobleces. Las actuaciones del macho se sancionan de manera negativa en sociedad porque humillan a la mujer, la colocan en una situación inferior con respecto al hombre. Preguntarse qué ocurre de puertas para adentro, en la especificidad de cada hogar abriría, creo, una línea de investigación que ya la quisiera la PGR. El caballero actuaría, por antonomasia, bien [“¡Ah, qué buen muchacho: todo un caballero!”, dicen las suegras cuando el yerno les lleva flores a las hijas]. Nadie dudaría que la caballerosidad y el machismo son, de este modo, dos nociones antagónicas. Pero, recordemos que los extremos siempre terminan tocándose en algún punto. Más allá del simplismo facilista que señala que hay machos caballerosos y caballeros bastante machos, si uno hace una lectura ideológica del tema puede encontrar otras aristas más profundas. Así, tal vez lo que parezca una conducta adecuada y razonable (la del caballero) sólo esté perpetuando de manera legitimada el papel subordinado de la mujer. ¿Acaso abrirle la puerta del coche a la dama no implica asumir cierta incapacidad de su parte? ¿Es que no resulta humillante para las mujeres que de entrada sea calificada positivamente una forma de actuar que las considera como entes menores que necesitan de cuidados especiales? ¿Es que verdaderamente la caballerosidad no es el rasgo más marcado de la discriminación de género? Recordemos que el macho desde un comienzo expone su evidente misoginia. Pero en esta misma medida ¿acaso la caballerosidad no ejerce una terrible labor de ocultamiento [conciente e inconsciente] del modo en el que verdaderamente ocurren las relaciones de género desiguales? De ser así, esta labor de enmascaramiento es tal que la desigualdad promovida por la caballerosidad es socialmente aceptada. Al argumentar lo anterior no quiero decir que el macho sea mejor que el caballero. Más bien, mi intención radica en señalar que ambos son igualmente peligrosos, y que la distancia que los separa es mínima. Nada más. Quisiera abundar sobre ello, pero la verdad es que Laclau está por llegar de su oficina y tengo que preparar la comida, barrer y trapera la casa. A ver si me alcanza el tiempo.

miércoles, abril 20, 2005

Provida

Pudiera parecer que la ventilación del tremendo fraude cometido en Provida es la evidencia más tangible de una mayor apertura democrática en México. Juzgar y encontrar culpable al dirigente de uno de los organismos más conservadores del país puede ser interpretado, sin duda, como un éxito notable del poder judicial mexicano. Además, poner de relieve la alianza ilícita de Provida con algunos sectores gubernamentales hace del caso algo aún más destacable, ya que es como si el sistema estuviera haciendo limpieza interna. Recordemos que en un régimen autoritario «la ropa sucia se lava en casa», y lo que ocurrió en estos días con Serrano Limón o Luis Pasos quizá en otros tiempos no hubiese alcanzado la luz pública [salvo que ello le hubiera convenido al régimen]. En cambio, hoy, hoy, hoy, en plena democracia, lo anterior implicaría precisamente lo contrario: la necesidad de «sacar a relucir los trapitos al sol». El mensaje que se envía por parte del Estado es, pues, claro: «la democracia es tal en nuestro país, que el ciego brazo de la justicia ha alcanzado, incluso, a los nuestros. Nadie está por encima de la Ley».

Ahora bien, el hecho de que una organización ultra-conservadora sea pillada en prácticas fraudulentas a raíz de la compra de lencería de encaje es, cuando menos, comiquísimo. Sin embargo, más allá de las irónicas aristas del caso y su significación en términos simbólicos, existen otras lecturas subyacentes. La publicidad con la que se anuncian los detergentes permite ilustrar lo anterior. En casi cualquier spot televisivo el mecanismo es similar: los agentes activos de la sustancia jabonosa penetran en lo profundo de las pequeñas manchas, arrancándolas de raíz, sin dañar el resto del tejido. Luego de esta operación la ropa queda casi como nueva, restituida y sin mayores daños. ¿Qué tal si en el caso de Provida opera esta especie de «lógica de detergente»? ¿Qué tal si al lavar «la mancha» generada por dicha institución se ejerce una labor de preservación que deja intacta al resto de la prenda? Recordemos que hay detergentes que dejan la ropa con un blanco casi azul. ¿Acaso el ataque frontal a la ultraderecha no estaría legitimando las acciones que se toman con respecto al otro lado del espectro político? ¿No será que en lugar de presenciar la reafirmación de la democracia estamos frente a uno de los gestos más autoritarios del régimen?

miércoles, abril 13, 2005

¿?

Hace algunos años me obsequiaron unas mayúsculas para el comienzo y unos puntos suspensivos para nunca tener fin. Con el tiempo fui adquiriendo elementos para expresar el asombro, las pausas [largas y cortas] y la ironía. Ahora ya sólo me falta lo más importante: unos signos de interrogación. A primera vista parecen un par de figuras inocentes. Semejantes a anzuelos [o, irónicamente, a peces], es como si, colocados de ese modo, dichos signos mostrasen una especie de perplejidad o de inocencia casi divertidas. Pero como sucede siempre en los juegos de espejos, una mirada más atenta mostraría que detrás de la aparente sencillez se oculta una insólita complejidad. Así, dejando de lado el evidente erotismo que evoca la disposición de estos signos, encontramos ciertas resonancias mí(s)ticas que remiten a saberes ancestrales. Esa especie de doble opuesto, ese carácter de reflexividad invertida evoca [y, de alguna manera, invita a echar una mirada a] la historia profunda y preguntar: ¿acaso la particular disposición de los signos de interrogación no remite a la alquímica Ouroboros, doble serpiente que se devora a sí misma, indicando al mismo tiempo la volatilidad y la infinita circularidad de la vida? ¿Es posible negar que dichos signos se asemejan de manera notoria a la Gran Dualidad constituida por el yin/yang de la filosofía china? ¿Qué decir de las reminiscencias del bíblico Alfa y Omega que subyacen a aquella estructura? Quizá sea labor de pacientes filólogos —eruditos arqueólogos del lenguaje— averiguar algunas respuestas a estas preguntas y, dilucidar así, los posibles vasos comunicantes entre la creación de los mitos y su expresión en las formas simbólicas que se trasminan al habla cotidiana.

No obstante, quizá el aspecto más destacable de los signos de interrogación radique en la potencia subversiva que los caracteriza. Basta con colocar entre ellos una palabra o una frase cualquiera para desatar su temible facultad destructora. Y las consecuencias de lo anterior no son menores. Recordemos que en el espacio que se abre entre los signos de interrogación caben desde una letra hasta una vida; o el universo entero si se quiere. Si se está de acuerdo wittgensteinianamente en que nada hay fuera del lenguaje, los signos de interrogación son capaces de hacer estallar casi cualquier certeza. Veamos, por ejemplo, el vocablo «Yo». Así, a secas, define a la primera persona del singular. También constituye el referente identitario por excelencia, fundamento de la Razón Moderna, tal como Descartes lo implica en su famoso Cogito ergo sum. Pero basta con situar este «Yo» entre unos signos de interrogación para que opere una especie de desplazamiento histérico. Al llevar a cabo lo anterior, el «Yo», centro fundamental de la ontología occidental, es convertido en un «¿Yo?», es decir, en un frágil absoluto que se desmorona ante la duda, que se derrumba frente el abismo que los signos de interrogación abren a sus pies. Si la frase «Yo Soy» designa la más pertinaz afirmación del ser humano, el modo interrogativo «¿Yo Soy?» plantea la más profunda de las dudas existenciales. Vocablos como «dios», «libertad», «literatura» experimentan el mismo efecto. Todo estalla ante el encierro de estos dos signos aparentemente insignificantes.

Quizá, sin pretenderlo, los niños y los ironistas sean quienes utilizan la facultad destructiva de los signos de interrogación con mayor eficacia. Los pequeños, por ejemplo, nos desarman ante la terca insistencia de sus eternos «¿por qué?». Cuando anteponen esta pregunta a cualquier afirmación abren un proceso recursivo de corte gödeliano que no tiene final. Sea niño por un rato: lea de nuevo este texto e inserte un «¿por qué?» luego de cada frase. Verá que sí funciona. Los ironistas, por su parte, hacen gala de astucia. Si alguien les dice: «atropellaron a tu perro» o «tu mujer te engaña», sólo contestan «¿Y?». Esta actitud teflonesca desarma hasta al más pintado. Sin duda, preguntar(se) es un ejercicio peligroso. La sabiduría popular, que casi nunca se equivoca, bien lo señala cuando dice: «la ignorancia es felicidad» o «el que busca, encuentra». Recordemos que en última instancia, los signos de interrogación condensan en su forma más pura La Caída: ¿Acaso no fue la curiosidad lo que hizo que Adán comiera del fruto del árbol de la sabiduría; o lo que verdaderamente mató al gato? En fin, los signos de interrogación constituyen siempre una puerta que se abre hacia la incompletud, la marca indeleble de los perseguidores. Yo por mi parte, a pesar de que echo de menos mis signos de interrogación y los busco, prefiero no preguntar. Je.

martes, abril 12, 2005

Respuesta

En un post reciente, el Maese Ivanovish fija su postura frente al desafuero. Hay varios puntos en su texto con los que inevitablemente estoy de acuerdo. Con otros no. Por ejemplo, coincido con que la Dictadura Perfecta —Ivanovish dixit, aunque la frase fue acuñada, creo, por Vargas Llosa— que gobernó al país por más de seis décadas produjo en buena parte de la población un profundo malestar con respecto a la política. Tan profundo que raya en la apatía y el desencanto. También estoy de acuerdo en que el desafuero es un atentado contra la democracia, aún cuando creo que el Peje es un megalómano y condensa en sí lo más pacheco de una izquierda anquilosada y anacrónica [de Madrazo o de Creel prefiero no hablar, porque hoy amanecí con la úlcera bastante inquieta y no la quiero molestar de más]. Estoy de acuerdo con que el desplazamiento neoliberal de la política económica mexicana ha sido un desastre (instituciones como el BM o el FMI han reconocido que la cagaron en la implementación a ultranza del esquema neoliberal). Ni duda cabe, tampoco, que Salinas de Gortari es un tipo sumamente inteligente (Hitler, sin duda, también lo era ¿no? Lo importante es ver en qué se aplica la inteligencia). En fin, el Maese Ivanovish resume y fija en tres puntos y una posdata su postura, los cuales cito in extenso:


1.- Que Síi, el Pejelagarto fue movido de la carrera por la presidencia porque así le conviene al grupo de CSG, hoy por hoy el grupo más poderoso política y económicamente de México. Y al mismo tiempo decir que nadie puede estar por encima de la Ley. AMLO, en su enorme soberbia, cometió el error de darles un motivo para poderle jugar una marranada como esta. La política no perdona y si te puede chingar, te chinga! Y más cuando todo lo maneja don Carlitos, ese wy nunca se anduvo con mamadas.

2.- Que lo que Rencoria llama en su post incipiente “democracia” (si, con comillas) no es nada mas que los intentos de una sociedad civil que permaneció dormida por mas de 60 años y que de pronto despierta hasta cierto punto (mas bien solo entreabre los ojos) para darse cuenta que la política sigue siendo la misma burra pero revolcada. Fox y sus amigos no pueden cambiar en 4, 5 o 6 años lo que se fraguó por más de 60. Menos aun cuando al final de cuentas sabemos que los actores manejando la política tras bambalinas siguen siendo los mismos.

3.- No, la izquierda no gana elecciones (tampoco la extrema derecha). La izquierda gana revoluciones. El PRD, a fin de cuentas un partido creado de los reproches del PRI, me parece un partido que enarbola la bandera izquierdista por necesidad. Ni ellos mismos acaban de creérsela y poco a poco se acercan al punto medio politico sacrificando ideales con el fin de de ganar gubernaturas. La presidencia del Pejelagarto en el 2006, necesaria para que se consolide el Bloque Rojo (del que hablaba el Maesse Rencoria) necesitaría de un pueblo desnutrido, mal atendido y que halla sufrido por larguísimos años de un gobierno que los trate pinchurrientamente. ¿Qué así es como esta México? Si, pero nos falta la conciencia cívica para poder hacer algo.

Termino con la frase que alguna vez leí en alguna parte y que siempre me ha hecho reflexionar en demasía: Cada pueblo tiene el gobierno que se merece.

Ps. Y he aquí mi formación financiera que sale a relucir para aclarar algo: No se confunda Maesse Rencoria, Los movimientos Financieros en la Bolsa de Valores y en los indicadores macroeconómicos la mayoría de las veces están condicionados por determinantes financieros como vencimientos de deudas, tiempos bursátiles y obligaciones económicas, tanto como gubernamentales como de empresa privada, que con política mexicana



Yo diría, con respecto al punto uno: de acuerdo. Pero antes de emitir un juicio con respecto a si fue un error por parte del Peje, me parece prudente esperar hasta que el asunto termine. Porque desde mi perspectiva, lo de AMLO va más allá de una soberbia ciega: puede constituir una estrategia de capitalización de la situación al punto de que, creo, se le estaría entregando la presidencia en bandeja de plata. No creo que AMLO esté a la altura de Muñoz Ledo en tanto estadista (pero quizá sí en tanto megalómano), pero de que es un gran estadista, lo es. Ni duda cabe. Habría que esperar a ver si verdaderamente lo eliminan del escenario electorero del 2006. En lo que refiere al punto dos: me parece que hablar de la “sociedad civil” constituye un mito, en el sentido en el que lo plantea Barthes. Hardt y Negri se refieren a ello como una lucha entre Imperio y Multitud. Los libritos de estos señores han vendido horrores. Gente que admiro dice que reescribieron el manifiesto comunista y lo actualizaron. Vamos, no se puede ser tan ingenuo como los mencionados autores. La sociedad civil como tal, como un “en sí” kantiano, no existe. Por supuesto que hay espectros que recorren el mundo. Pero así, en plural. Con la idea de “incipiente democracia” no me refiero a los estertores de la sociedad civil. Aludo a la bizarra convivencia de un régimen autoritario que no acaba de desaparecer, y un régimen democrático [más allá de lo formal], el cual, cada vez más, se ve como un horizonte lejano. En lo que hace al punto tres: el Maese Ivanovish se refiere al punto medio de la política con cierto desdén. Yo al contrario. A mí me parece que este país necesita un gobierno social demócrata. Ni el Peje, ni Creel ni Madrazo constituyen una oferta política adecuada para las demandas actuales. En el escenario político no alcanzo a ver a nadie que verdaderamente sea el o la candidata que requiere el país. Finalmente, en lo que refiere a la posdata dirigida a mí, le pregunto, Maese Ivanovish: ¿Acaso no resulta un tanto ingenuo pensar que el campo político y el campo económico están desvinculados? ¿Verdaderamente la pretendida autonomía de ambas esferas es algo más que un mito de la modernidad? Sin duda los factores que usted menciona inciden en la determinación de los indicadores económicos. Pero el más grande error de los economistas ha sido pensar en la esfera económica como un ente con existencia y reglas propias. Dicha esfera está constituida por personas de carnita y hueso que son las que toman las decisiones con base en los “entornos políticos”. Si no, ¿por qué existen denominadores tales como los del riesgo-país? Buena parte de los determinates de dicho indicador son políticos y juegan un papel crucial en la inversión extranjera directa. Hablamos, pues, de economía política. Basta recordar, estimado maese Ivanovish, que en los tres o cuatro días previos al desafuero, la Bolsa Mexicana acumuló una pérdida/caída de más o menos el 12 %. Las cifras para hacer el cálculo están disponibles por todas partes. El rastro de las decisiones políticas que hay detrás es más difícil de trazar, pero no imposible. La tendencia a la alza sólo se dio justo después de que el Peje llamara a la resistencia pacífica, en pleno zócalo defeño. Sé que no hay ninguna certeza con respecto a la manera en que lo económico y lo político se relacionan (i. e. no existe una ecuación que devele a ciencia cierta las causalidades recíprocas entre ambas esferas). Habría qué hacer un análisis multivariado y ponderar el peso de cada uno de los factores que usted menciona, pero a mí me da hueva. Lo que es cierto es que decir que los mercados financieros son independientes de lo que ocurra en el campo político formalmente instituido, pues…

domingo, abril 10, 2005

Ah que la...

Recuerdo la primera vez que experimenté Mullholland Drive, de David Lynch (iba decir “vi”, pero la neta, las pelis de Lynch se vi-ven). Luego de que finalizó la película me quedé con una terrible sensación de angustia —casi miedo—, a la par de una enorme fascinación. No podía explicar exactamente qué era lo que me había provocado tal sentimiento. Tal vez la forma narrativa, un tanto onírica y fragmentaria, tuviese mucho qué ver. En dicho filme nada es lo que parece: la inocencia se mezcla de manera esquizofrénica con la decadencia; lo absurdo y lo real conviven sin mayor problema. En última instancia, hay «algo ahí» que se siente pero que es imposible expresar con palabras. Ahora, percibo que el panorama nacional presenta características muy similares a un filme de Lynch. En este sentido, quizá una inesperada herramienta para entender la Libertad de Nahum Acosta y el [casi seguro] encarcelamiento de López Obrador se encuentra en la bizarra lógica que subyace al desarrollo de los sueños. Freud ha señalado al respecto que en los sueños —aún las más crueles pesadillas— opera una especie de enmascaramiento: representan la realización o el incumplimiento de un deseo [reprimido] por parte de quien sueña. Esta especie de “deformación onírica” —como (creo) que la llama el mencionado autor— distorsiona lo soñado [lo censura], haciéndolo aparecer como un conjunto de imágenes sin sentido, accesibles sólo a través del análisis y la interpretación. Si esto que ocurre en el país es un sueño mío, me cae que oculta una excelente tendencia masoquista de mi parte: al mismo tiempo que se me enrojece la cara de vergüenza por la libertad de Acosta Lugo, veo fascinado cómo Nahum dice que lo que le hicieron es una vergüenza para el país y que por ende piensa demandar a la PGR; al mismo tiempo que observo la terrible Caída de nuestra incipiente democracia, escucho a Fox decir que la liberación de Acosta Lugo pone de relieve la autonomía del poder judicial. ¿Y el miedo Sr. Presidente? ¿Qué no alcanza a ver que la liberación de Nahum Acosta no es otra cosa que un síntoma del miedo a las consecuencias, a las vendettas, a las venganzas narqueriles? No cabe duda: varios espectros rondan por México. Que cada quién se aferre al suyo… Je, je. Pareciera que esto es el colmo. Pero no. Quienes saben, dicen que lo peor está por venir.

viernes, abril 08, 2005

Ani-versario

Pues con la novedad que este blog cumplió un año de existencia. Lo han visitado poco más de nueve mil personas en ese lapso. Sé que eso es una baba de perico para muchos bloggers que tienen esa cantidad de hits en un día. ¿Y? Si alguien me hubiera dicho que si abría un blog lo visitarían nueve mil personas en un año, lo hubiera escupido por exagerado. Sé que yo soy el más asiduo visitante de mi blog, sé que mucha de la gente que entra aquí no se toma la molestia de leer. Pero también sé que hay algunas y algunos que sí lo hacen, e incluso me dejan comentarios. !Comentarios¡ La neta qué chido. Como en los premios de la academia, pensé en hacer una lista enorme agradeciendo a toda la raza que me ha visitado. Pero ya la tengo, aquí a un ladito, en los links. La neta: un CHINGO de gracias. He notado que varios blogs se van muriendo con el tiempo. Si bien el mío no lo actualizo con la frecuencia que me gustaría, todavía me provoca el deseo de escribir. En fin, feliz cumpleaños, querido blog. Je je. Ánimo...

jueves, abril 07, 2005

Chale...

Sin duda, la efervescencia política en México es mayúscula en estos días. El sainete del desafuero le está generando, desde ya, altos costos al país. Basta mirar las cifras de la inversión extranjera directa o el movimiento de la Bolsa de Valores para darse cuenta de ello. Pero más que eso: esta guerra entre espartanos y atenienses deslegitima las instituciones y erosiona la ya de por sí mínima confianza que el ciudadano común tiene con respecto a lo político. El rumbo del país y su recién estrenada “democracia” (así, entre comillas) están en juego, mientras que un montón de las y los mexicanos se preocupan más por el espectáculo en que se ha convertido el entierro del Papa. Hasta Fox, quien, como buena avestruz, prefiere ir a esconder la cabeza al Vaticano. ¿Será entonces que lo mejor es imitar al presidente y apocarse? Y ya ni como irse de ilegal a los Estados Unidos, con eso de la cacería de mojados. Chale. Tal como van las cosas, parece que nos vamos a quedar sin país. ¿Habrá que ir solicitando la ciudadanía canadiense? ¿Será mejor hacerse de la vista gorda y esperar, como siempre, a que todo pase? ¿O tal vez agarrar a la política por el pescuezo y escupirle en el rostro nuestro desencanto?

lunes, abril 04, 2005

Minifix

...y en el fondo de la bolsa había una cabeza de mujer.

sábado, abril 02, 2005

Redundando en lo obvio

En otros textos he planteado la hipótesis de que existen instancias analíticas que no son ni espacio público ni espacio privado, sino una especie de vasos comunicantes entre ambos extremos. Aún cuando la parcelación que delimita y separa lo público de lo privado sigue teniendo vigencia, considero que acercarse a esas otras instancias resulta crucial para entender esta [¿nuestra?] época Post-panóptica, como la ha definido Bauman. Los casos de Terry Schiavo y el Juan Pablo II son claros ejemplos de lo anterior: ¿acaso hay algo más privado e íntimo que la propia muerte? Creo que no. Sin embargo, estas muertes se han convertido, sin duda, en parte del dominio público, aunque sin ser públicas totalmente. ¿Acaso no nos queda velado el verdadero momento de la muerte del Papa? ¿Acaso fuimos testigos de las declaraciones de Schiavo pidiendo su muerte o deseando seguir viva? ¿Acaso no estamos atentos al momento en el que las luces del cuarto del Papa se apaguen para declarar su muerte? ¿Acaso Schiavo no estaba desde ya como muerta en vida? Queda mostrado, pues, que lo privado pasa a ser parte constitutiva de lo público. En este sentido, he señalado en otras partes, a manera de hipótesis, que la subjetividad se politiza. Ahora no me queda duda. Faltaría, en este caso, analizar lo que ocurre a la inversa, es decir, que lo político se subjetivo [lo político entendido en un sentido amplio, como ámbito de indecibilidad]. ¿Cómo hacerlo? Tomando los casos ya señalados del Papa y Schiavo. Habría que indagar, pues, cómo se viven y experiencian/experimentan esas realidades por los sujetos/actores. Es decir, averiguando las maneras en las que [de modo recursivo] lo privado y lo público se retroalimentan. Situando esta discusión en un nivel de mayor abstracción, al desdibujarse las fronteras entre lo público y lo privado estaríamos frente al derrumbe de los asideros fundacionales que da(ba)n sentido al mundo. El tema no es menor y se abre casi al infinito. ¿Horror vacui? ¿1984? ¿Profundas transformaciones de la intimidad? ¿Identidad como centro o sujetos descentrados de sí mismos? Acudo de nuevo a la ya famosa frase (y repetida aquí hasta el cansancio): “Welcome to the desert of the real”.

viernes, abril 01, 2005

Descubrimiento (duh)...

Lo que queda tras el irremediable fracaso del proyecto emancipatorio de la modernidad es una constante incertidumbre existencial. Ante la insuficiencia de las instituciones modernas, toda noción de orden se hace añicos. El cadaver de dios aún estaba tibio cuando la Razón ocupó el trono. Hoy que la Razón se ha deconstruido a sí misma ¿quién ocupará la silla que ha quedado vacía? Las consecuencias de este tremendo vacío no son menores. En el campo político, por ejemplo, la esfera pública se privatiza (y se mediatiza): el compromiso social es efímero, momentáneo y espurio. El pragmatismo individualista se convierte en rey. Ello redunda en (y es consecuencia de) una especie de inseguridad ontológica que sitúa al (des)sujeto ante un situación descentrada, placenteramente perturbadora, en la que "todo se vale". Nuestro país es un claro laboratorio donde se experimenta con las tensiones entre tradición y (post)modernidad. Entre una grey católica y guadalupana que sufre por la agonía del Papa, y la vuelta del díazordacismo que se avecina, entre un régimen democrático que no termina de cuajar, y un autoritarismo que no acaba de desaparecer, parece que hoy (hoy, hoy) nos debatimos, pues, entre la solidaridad y la indiferencia.
PD
I have chosen the later...