lunes, enero 31, 2005

"That´s not democracy, stupid"

En la edición dominical de Público-Milenio he leído un texto titulado “La democracia después de todo”, el cual apareció en una sección que lleva por nombre: La semana de Román Revueltas Retes [asumo que Revueltas es el autor]. Pues bien, Revueltas aborda el espinoso [y tan de moda] tema de la democracia en Irak. Primero trata de curarse en salud aludiendo eufemísticamente al “rotundo exotismo de los yanquis” por atreverse a tener en la oficina oval al “hijo de Bush”; o a la “entronización californiana” de Arnold Schwarze-negger [nota al margen: varón anglosajón, caucásico y reconservador con un apellido que suena como «nigga»: en el apellido lleva la penitencia]. Después, Revueltas apela al poderío militar y al sistema judicial gringo, para luego entrar en el tema de la democracia. Hasta ahí todo bien: concuerdo plenamente con utilizar el sarcasmo y la ironía para evocar lo gringo. Sin embargo, al referirse a las recientes declaraciones de Bush Jr., Revueltas Retes cae en una terrible trampa que no puedo evitar señalar: la total banalización de la democracia. Veamos: Bush ha comentado que si el nuevo gobierno salido de las elecciones realizadas el domingo 30 pide el retiro de las tropas del territorio Iraquí, esto se hará sin duda alguna. Ante esto, Revueltas dice:

“No son las palabras de un autócrata ni de un dictador, hay que decirlo, más allá de que el personaje no despierte nuestras simpatías. Desde luego, no faltará quien denuncie el carácter espurio de un régimen patrocinado por el invasor imperialista. Pero, las cosas son lo que son y aquí, en este caso, estamos hablando, primeramente, de democracia, de elecciones […] y, en segundo lugar, de un compromiso expresado públicamente por el presidente de la nación más poderosa del mundo. Si, por ahí, los nuevos gobernantes piden, en efecto, la salida de las tropas de la Coalición y Bush Jr. Cumple su palabra ¿podríamos imaginar situación más asombrosa?”.

Me parece que el tono pseudo irónico del texto oculta un problema que no es menor [que no es de carácter espurio, como lo llama Revueltas]: el de la imposibilidad de construir una democracia fundamentalista basada en el terror. Me explico:

1. A las palabras se las lleva el viento. Decir que lo declarado por Bush no son las palabras de un dictador ni de un autócrata implica negar que existe una brecha entre lo que Bush dice y lo que Bush hace. En nuestro país tenemos un personaje que cojea de la misma bota. Basta revisar dos o tres discursos [de Bush o de su Chesire con botas guanajuatense] para darse cuenta de la validez de sus palabras. Recordemos que, en última instancia, las armas de destrucción masiva fueron sólo palabras que justificaron la invasión del territorio Irakí. Los hechos, señor Revueltas, pongamos atención en los hechos. ¿Que el compromiso fue expresado públicamente? ¿Y? Quién lo hará cumplirlo, ¿la ONU? ¿Usted?

2. Por supuesto que habrá quien denuncie el carácter espurio de un régimen “democrático” como el impuesto por Bush y sus secuaces. Yo me cuento entre ellos. Una democracia a la fuerza, al igual que los zapatos, como reza el dicho popular, no entra. Una democracia que se abre paso a cañonazos es todo menos democracia. “No son las palabras de un dictador ni de un autócrata”, señala Revueltas. ¿Y las acciones tampoco son las de un dictador y autócrata?

3. “…estamos hablando de democracia, de elecciones”. Este punto lo dejo para el final, porque es, a mi modo de ver, el atolladero más profundo del razonamiento de Revueltas.

4. “¿Podríamos imaginar situación más asombrosa?”, se pregunta Revueltas al plantearse la (im)posibilidad de que Bush cumpla su palabra. Más que asombro o incredulidad, la interrogante me remite a la actitud de tierna extrañeza que adoptan los cachorritos mal educados después de hacer sus gracias en medio de la sala: Cómo ¿yo hice eso?, ¿acaso esa cagada es mía?

Ahora sí, con respecto al punto tres…

La idea de lo democrático a la que se adscribe Revueltas es sumamente pobre: “…estamos hablando de democracia, de elecciones”. En esa pequeña frase se lee entrelíneas una concepción fundamentalista de la democracia, la cual, me parece, es necesario rechazar de manera tajante. Al reducir la democracia a la coyuntura electoral, Revueltas deja entrever que su [teleológica] visión implica la existencia de un vínculo entre universalismo, racionalismo y democracia, es decir, que la democracia constitucional representa una etapa en el trayecto ascendente de la Razón, lo cual se imbrica con el surgimiento de formas universalistas de ley y moralidad (a la Habermas). Detrás de la perspectiva reduccionista de Revueltas se observa una rígida distinción entre el ámbito público y el ámbito privado. Con ello, el mencionado autor niega la complejidad de la trama que se teje entre ambas esferas. Sin duda un principio fundamental de la democracia radica en la distinción entre espacio público y espacio privado. Pero dicha distinción es, más bien, heurística: es necesario problematizarla y expresarla de modo que constituya una frontera maleable, inestable, que es atravesada constantemente. Ambas esferas se encuentran entrelazadas de manera inextricable, casi dialéctica más allá de una filosofía moral universal. La política se subjetiva en la medida en la que la subjetividad se politiza y viceversa. Es en este fluir en el que la democracia se construye día con día, socialmente. El análisis de este proceso requiere enfocar la mirada precisamente en el ámbito que media entre ambos pares [entre lo público y lo privado]. Esto no implica en modo alguno un reduccionismo en el que la politización es total, es decir, en el que el tejido de lo colectivo es idéntico a la madeja de lo privado. La politización de la subjetividad no remite a la disolución del ámbito privado en la esfera pública. Más bien implica una apertura analítica que hace énfasis en aspectos que trascienden lo formalmente institucionalizado y se vinculan, también, con el mundo de la vida cotidiana, y no al simplismo aducido por Revueltas. Por ello, el análisis de la construcción social de la democracia requiere romper con la idea de un campo político autónomo, dominio sólo de unos cuantos. La democracia no se reduce a las elecciones. Es necesario dejar de presentar a las instituciones creadas en el mundo occidental como si estas fuesen la solución al problema de la existencia humana. Es preciso, pues, preguntar por cómo viven las personas/sujetos/actores el régimen democrático; cuáles son, sí, las estructuras y reglas que delimitan el juego democrático; pero también como se tuercen y reajustan dichas reglas por aquellos quienes las aplican; cuáles son, sí, los instrumentos a los que los ciudadanos tenemos acceso para participar en [e interpelar al] campo político; pero también necesitamos indagar las maneras en las que los ciudadanos ejercemos una de las libertades políticas fundamentales, es decir, la libertad de la política [el derecho al silencio, como dijera Hannah Arendt]. Luego de unas elecciones marcadas por varios autos bomba, varios muertos, un toque de queda, el cierre de fronteras, la prohibición de reuniones en torno a los colegios electorales... ¿qué puede uno decir? Yo, por mi parte, y tergiversando un poco a (ja) Clinton: “That’s not democracy, stupid”.

PD1.
Honestamente, me hubiera gustado hacer llegar el texto a Publico Milenio, o al autor, pero no tengo idea de por qué medios hacerlos. Si alguien sabe con quién, por dónde, o conoce a Revueltas Retes, no deje de avisarme, plis.

PD2
Feliz cumpleaños a mí.

jueves, enero 27, 2005

A mexican way of life

A la enorme estrella de neón rojo que corona el edificio ya sólo le funcionan tres puntas. El piso del lugar está pegajoso. Del baño del fondo sale un olor duro. El tiempo se ha ido acumulando en los espejos, en las sillas, en las mujeres desnudas dibujadas en las paredes. Es esa hora precisa de la noche en que todo se torna irreal y la vida se hermana con los hombres. El lugar está casi vacío. El tipo sentado en la mesa del rincón levanta la vista, pero el tequila y el sueño le han causado estragos. Termina su trago. La mujer que está a su lado intenta llenarle de nuevo el pequeño vaso, pero la mitad del líquido cae fuera. “Parece de juguete”, piensa ella. No se sabe si se refiere al hombre aquel, o al vaso. Él bebe de nuevo. “¿Hasta ver el fondo?”, se interroga en voz baja. Teme contestarse. Suena una canción —su canción—. Ella se levanta. Quiere bailar. A él no le responden las piernas. Se tambalea al dirigirse a la pista. Camina un paso. Otro. “Estoy borracho”, piensa antes de derrumbarse. Lo demás ocurre como en cámara lenta: la botella cae al suelo, él queda de bruces sobre la mesa, en el rostro de la mujer se dibuja una mueca de horror. Justo antes de que se le detenga el corazón, el hombre se avergüenza de sí mismo. “En cada respirar, esta-ás tú. ¿Cómo te voy a olividar?”, escucha su canción. A su alrededor comienzan a arremolinarse los pocos curiosos. La estrella de neón intermite un poco antes de apagarse. “¡Qué siga la música!”, grita la mujer entre sollozos.

Relato envíado a Hipertextos

lunes, enero 24, 2005

La solución...

Hurgando entre los papeles de la hemeroteca de la biblioteca del estado descubrí que a finales de los ochenta había una tira cómica, realizada por Ochoa, que aparecía en el diario El Jalisciense. La dichosa tira se titulaba Don Concho. Un político a la mexicana. Revisando la edición del día 8 de enero de 1987, aparece una buena solución al problema del narco al que nos enfrentamos hoy. En el primer cuadro se observa que entra Jumentino —el típico gato de los políticos, y uno de los principales protagonistas de la tira— a la oficina de Don Concho, con un papel en la mano y diciendo: “felicitaciones y más felicitaciones, Licenciado. Sobre todo de los Estados Unidos”. Don Concho, un tipo chaparro, gordo y bigotón, de lentes oscuros y traje negro responde: “Tienen que reconocer nuestra capacidad, Jumentino”. Éste le comenta: “muchos están intrigados por la forma en que lo hicimos. Imagínese, acabar con el cultivo y tráfico de drogas casi de golpe y porrazo. Fue en verdad una tarea gigantesca, Licenciado”. Don Concho, un tanto orondo señala: “No exagere Jumentino, no exagere. La cosa fue así: formamos una empresa paraestatal que se encargaría del cultivo de todo tipo de droga. Esa misma empresa se avocaría a la explotación de la mercancía”. Jumentino interroga: “¿Y después?”. Don Concho le responde: “Pues nada, que pasó lo que pasa en toda empresa que administra el Estado. Motamex, que así se llamaba la paraestatal se llenó de pillos, de corrupción, de parientes recomendados, aviadores, los fraudes estaban a la orden del día…El presupuesto fue saqueado, no hubo cultivos, bajó la calidad del producto y se perdió el mercado internacional. ¡Se acabó la siembra, el tráfico y el consumo de drogas! La paraestatal Motamex tronó como chinampina… Fin de la tira. Me gustaría abundar en el marcado hegelianismo que impregna la concepción de lo político ofrecida por Ochoa, pero ello implicaría arruinar la deliciosa ironía de la trama que dicho monero desarrolla. Je.

domingo, enero 23, 2005

Welcome to the jungle....

Cárceles de máxima seguridad. Ja. Eufemismo para nombrar a las escuelas de más alta especialización criminal del país. La calle dejó de ser el lugar privilegiado para aprender a delinquir. Si quieres conocer las mejores triquiñuelas, ingresa a un CERESO. En lo que va del año ya se han perpetrado más de sesenta ejecuciones relacionadas con el narcotráfico, incluyendo los seis funcionarios masacrados justo afuerita de su chamba. Nada mal, ¿eh? Es evidente que el endurecimiento de la vigilancia en los penales ha traído consigo la puesta en marcha de los sicarios del narco. Sin embargo, dudo mucho que se esté gestando una guerra frontal por parte del Estado. Si hemos de ser honestos, es necesario reconocer que no se tiene con qué: carecemos de medios e infraestructura para ponernos al tú por tú con cualquier cártel, aún el más pinchurriento. No obstante, el queridísimo Fox, poniéndose bushoniano, dice que piensa librar “la madre de todas las batallas” en contra del narco. Ja. Perspectiva ilusoria de nuestro presidente. Pareciera no recordar que el poderío narqueril se ha colado incluso aún en el sacrosanto ejército (i. e. Gutiérrez Rebollo y sus secuaces). No, hombre, ninguna guerra. Simplemente estamos siendo testigos privilegiados del funcionamiento del aparato digestivo de la nación. Así funciona esto. No pretendo ser futurista, pero cualquiera con dos dedos de frente puede pronosticar que el verdadero problema va a surgir allá por el 2008, después de los primeros años del próximo gobierno. Imagínense al Peje en la silla. O a Madrazo. O (dios no lo quiera), a Alberto Cárdenas... Es como anunciaba el slogan de la película de Alien contra Predator: gane quien gane, nosotros perdemos...

Mientras escribo esto, no puedo evitar una risilla irónica: hace poco me invitaron a una boda en Medellín, a la cual, desafortunadamente, no pude ir. Lo irónico es que pareciera que si yo no voy a Colombia, ésta se viene (con todo) para acá.

lunes, enero 17, 2005

Feliz cumpleaños...

Mamá y yo teníamos ciertos rituales muy personales. Por ejemplo, cada año nuevo, cuando nos dábamos el abrazo, nos decíamos, invariablemente: “pues ya salimos de éste. El que sigue quién sabe”. No sé, me parece que ambos sospechábamos que… En fin, también me gustaba jugarle cierta broma en el día de brujas: “feliz día de tu santo”, le decía. “Cómo eres cabrón”, me contestaba, y luego sonreía de esa manera que dejaba entrever tantas cosas. Desde hace algunos años, cuando yo me había ido de Guadalajara, todos los diecisiete de enero, invariablemente la despertaba mi llamada a las 05:30 a. m.: “quería ser el primero en felicitarte, chatita”, le decía. Entre lágrimas de emoción y ausencia, ella me alcanzaba a decir: “Gracias, mi chiquito”. Hoy, mamá cumpliría 54 años. Pero ya no hay más abrazos, ni llamadas, ni rituales. Carajo, no es la muerte, mamá, es la ausencia. Cómo duele la pinche ausencia. Te extraño tanto, chatita. Te extraño tanto.

domingo, enero 16, 2005

Más [acerca de la] postliteratura...

La postliteratura es indigesta: exige la participación activa de los ácidos del lector, requiere ser convertida en una especie de bolo en el que lo literario, a final de cuentas, o se aprovecha o queda convertido en otra cosa. La postliteratura es efímera, fugaz, e implica la toma de posturas por parte de quien lee: exige cierta complicidad del lector, un acomodamiento o una desazón, pero siempre una reacción. En la postliteratura se reconoce que la creación literaria implica tanto al texto como al que lee [así como el hecho de abrir la puerta vincula tanto al que abre la puerta como a la puerta]. Así, la idea de la literatura como un campo autónomo, perteneciente al dominio de unos pocos es, cuando menos, idiota. La postliteratura es y existe sólo en el momento que se lee, nunca antes ni nunca después. Puro presente, sin contaminación del pasado o del futuro. Todo aquél que tenga dos dedos de frente es capaz de hacer postliteratura. Ésta atenta contra las ortodoxias literarias, contra los cánones que se acomodan en los consabidos estancos: esto es una novela, aquello es un cuento, este es un ensayo, aquel un blog, etc. Los textos postliterarios no se agotan en sí mismos, son abiertos y se reconstruyen a partir de las intersubjetividades. La posliteratura se tensa en la ambigüedad de lo post [pero sobre todo del post]: fluctúa entre ese ámbito dinámico que está más allá de la literatura [que ni siquiera es literatura] y el momento de fijar en letras las ideas. En última instancia, la postliteratura es verborrea jeroglífica, martillar de palabras, agolpamiento de ideas, bendito caos. Juego de espejos, hegelianismo baratísimo en la que la negación de la negación sólo afirma de manera más radical el punto de partida: hoy la literatura se postea, el post se (re)vuelve literatura y todo deviene en nada… ¿y?

sábado, enero 15, 2005

Crónicas de viaje

Eran cerca de las once de la noche cuando finalmente salimos de la casa. Yo hubiera preferido quedarme acostado leyendo, o adivinando figuras en los extraños decorados de las paredes [lo acepto, soy un ermitaño]. Pero era el último día del viaje y las mujeres querían salir a divertirse. Desde el principio, intuí que aquella noche sería un desastre [como verdaderamente lo fue]. Las discusiones para decidir a dónde ir lo confirmaron. Para mí, más de cuatro personas ya es una multitud, todo se convierte en un caos de indecisiones e imposición de voluntades. Hasta la repartición en un dos taxis se torna problemática. Después de varias penosas escenas de gritos y sombrerazos, por fin pudimos dirigirnos al lugar que me había recomendado una amiga [La República]. Yo iba temeroso: la conozco y sé que nuestros gustos son radicalmente opuestos [salvo en TJ, donde ir al As Negro era quite an experience]. Tomé el asiento de adelante. Atrás iban Laclau, Ninin y Marukis. El taxista iba escuchando a Silvio. «Breve respiro», pensé. En el trayecto, el taxi donde iba el resto de grupo se nos perdió de vista. Luego de un rato me anime a preguntar: «Si no los encontramos, ¿conoce un lugar donde podamos estar tranquilos, tomar un buen vino y escuchar ese tipo de música?». Me miró de arriba abajo. «El sitio al que van le va a gustar, joven », me contestó. Finalmente llegamos. Los demás nos esperaban a la entrada. «Parece que está curado el lugar», dijo alguien. Je. El sonsonete de una música idiota llegaba hasta la puerta de entrada. Cuando ingresamos no pude menos que sonreír mientras pensaba en la dulce madrecita de aquél chofer hidrocálido. Mientras los demás bailaban y se divertían, yo, como el good old snob que soy, no pude menos que tomar un montón de servilletas para utilizarlas como cuaderno de apuntes. Llené varias servilletas con notas y dibujos acerca de lo que estaba experimentando, de lo que veía, de las reflexiones que todo aquello me provocaba. Guarde las servilletas en la bolsa lateral de mi pantalón cargo. Estaba seguro de haber escrito algo brillante. Pero cometí un error garrafal: me olvidé por completo que había depositado las notas en el bolsillo. Las encontré hoy, hechas nudo, despedazadas. Solo pude rescatar una servilleta que quedó más o menos legible: la lavadora había sido mi peor verdugo. Je.

Uno de estos días posteo algunas reflexiones acerca de ese patético antro hidrocálido llamado La República.

miércoles, enero 12, 2005

El círculo (fragmentito)

Cuando se citaban en algún lado tenían por costumbre encontrarse unas calles antes del lugar acordado. El primero en aparecer se detenía justo en una esquina transitada, levantaba la vista y se quedaba mirando fijamente al cielo. A veces señalaba algo. Luego el resto de los de El Círculo se iba agregando poco a poco y se colocaban en la misma posición. De cuando en cuando intercambiaban frases inconexas y sin sentido, fingiendo conversar. Tras un rato, invariablemente se acercaba gente ajena a ellos, hasta arremolinarse un grupo más o menos numeroso, todos mirando al cielo. Luego, cuando uno de los extraños decía ver algo, los de El Círculo sabían que era hora de marcharse, ahora sí, al lugar de la cita, de uno en uno, tal como habían llegado. Mientras se dispersaban, a veces alguno volteaba a mirar lo que habían creado y sonreía. Así era El Círculo.

martes, enero 11, 2005

De viaje

Sin duda, cuando se viaja, es muy útil conocer a fondo los mapas, memorizar las vías, y saber las historias de los lugares que se visitan. De este modo se puede ser un turista en el buen sentido de la palabra: cámara al hombro, shorts cargo, y sandalias. Así, al viajar el turista se dispone salir de su hotel, recorrer las rutas establecidas, los restaurantes típicos recomendados en las revistas, visitar el obligatorio museo, bailar a la disco de moda, etc. El turista se encuentra con otros turistas formando una especie de masa vinculada por una hermandad momentánea y fugaz. Hacer turismo es casi una perpetuación de la historia, una serie de (re)conquistas culturales que inmovilizan el momento, que fijan el fluir de la vida cotidiana en instantes polaroid, en souvenirs que demuestren que sí se estuvo ahí. En alguna parte leí que el turismo es la Golden Horde. Dorada, sí. Pero siempre horda. No obstante, el viaje es algo más: no se reduce a la fotografía, al inventario arquitectónico, al guía soso que narra con visibles deficiencias. Es innegable que para el turista nombrar es crear: esta es la plaza llamada así, y fue construida en tal fecha, aquélla catedral es de un estilo de este tipo, éste es el platillo típico y se cocina de esta manera. Pero el viajero sabe que encanojar el mundo en esos pequeños estancos que nos son familiares nos proporciona una falsa sensación de seguridad, una especie de seguridad ontólogica que nos hace pensar que el mundo es tal como lo percibimos. Cuando hacemos turismo llevamos con nosotros una burbuja de cristal que nos protege, que nos permite ver el mundo pero nos separa de él. Someter a la razón el viaje implica reducirlo a lo externo, a lo objetivo y lo bien establecido: el hotel, los mapas, las guías, los monumentos. Con ello se corre el terrible riesgo de olvidar aquello que ocurre dentro de uno mismo cuando viaja. De este modo, viajar es distinto de turistear. Viajar remite a una serie reducción de las distancias entre las palabras y las cosas: implica vislumbrar un poco una especie de totalidad que nos excentra, nos identifica y vincula nuestras pequeñeces con otras tantas. Viajar nos sitúa en el mundo. La planificación de un viaje es un ejercicio inútil. El turista planea. El viajero simplemente viaja. Es necesario reconocer que viajar es un instinto, una especie de necesidad intrínseca que de vez en cuando nos rescata del sedentarismo. Una condición necesaria del viaje radica en dejar que los ojos se resbalen lento por la carretera hasta perderse en el horizonte. Dejar la cámara de lado y beberse el paisaje a borbotones, saborear los colores, oler la noche, palpar el sonido del motor. Por eso me gusta perderme cuando viajo, porque perdido es cuando mejor me encuentro. Viajar, sin duda, es mirarse al espejo y observarse diferente sabiéndose el mismo. Ja. Siempre me sucede: después de cada vacación descubro que para viajar no se necesita salir de casa.

lunes, enero 10, 2005

¿De vuelta?

Vengo conectándome con el mundo. No cabe duda que las vacaciones me esclerotizan. Hace tanto que no escribo que tengo las palabras todas oxidadas. Hay mucho que decir, pero los pensamientos se me arremolinan. Tropel maldito que impide traducir las ideas en letras coherentes, en algo que valga la pena ser leído. Por ejemplo, ahora pienso en que el inicio de año ha sido bastante agitado: primero, Laclau y yo compramos una casa y nos mudamos. Antes de lograr siquiera ordenar el terrible caos de trastos y tiliches que de un modo extraño aparecieron en el pequeño departamentito donde vivíamos, emprendimos un viajecillo por el bajío y estados anexos [ya contaré de los trayectos]. Regresamos a la anormalidad de una casa llena de cachivaches que, a decir verdad, nos queda un poco ancha. Ella de vuelta a su trabajo, y yo, pues a leer y a dejar que el XBOX juegue conmigo. Ya terminé el periodo escolarizado del doctorado, así que estoy tratando de inventar modos de matar el tiempo mientras me decido a seguir con el trabajo de campo [por cierto, se solicitan jóvenes de la zona metropolitana de Guadalajara que se dejen entrevistar. El único requisito es que tengan entre 15 y 29 años; luego saco una convocatoria más en forma]. ¿Escribir? No lo sé. En los meses anteriores al periodo vacacional se me secó el cerebro de tantas cuartillas que llené y llené. Ahora parece que no me queda nada. Durante los últimos días mi laptop sirvió sólo como centro de entretenimiento para ver películas y nada más. Eso sí, he devorado varios libros y releído otros tantos. Sin pena alguna, admito que leí casi todas las aventuras del Capitán Alatriste, de Pérez Reverte. Sin duda, el tipo tiene una pluma fácil y sus historias están bien contadas [claro, dejando de lado las precisiones históricas y el rigor de la técnica literaria]. También, sin vergüenza, declaro haber leído Fight Club [en inglés, porque no he encontrado traducción] y Diario, de Chuck Palahniuk. Por otra parte, leí un librito de ensayos que me pareció excelente: Crítica y sospecha. Los claroscuros de la cultura moderna. Es de Ricardo Forster, y la neta, me gustó. Otro texto más o menos decente que leí en vacaciones se titula Deconstrucción y pragmatismo, es compilado por Chantal Mouffe. De Zizek sigo leyendo El espinoso sujeto. El centro ausente de la ontología política; Violencia en acto y; El acoso de las fantasías. A mi modo de ver, todas son lecturas recomendables. ¿Celebraciones? Nah. Para mí siempre han significado bastante poco las grandes fechas: navidad, año nuevo, cumpleaños, etc. Más bien al contrario: a buena parte del hemisferio occidental del mundo le queda un año menos de vida. ¿Propósitos? Ninguno. Quizá ser menos peor que el año pasado. Pero no. Mejor no. De cualquier modo no los cumplo… Ja.


PD

A Betriz Patradox, Humphrey Bloggart, Leticia Cortés y Niña Murciélago: sépanse ustedes que son las personas con mayor potencia narrativa que he encontrado en el mundo del blog. Opinión humilde y personal, pero sin duda compartida por muchos. Gracias por venir. Mariposita, ya sabes que te quiero un montón. De veras.