miércoles, agosto 28, 2013

¿Dijo “gran futuro” para los jóvenes? ¿De verdad dijo eso?


En días pasados, La Jornada encabezó una de sus notas como “Un gran futuro nos espera a los jóvenes”. Al principio esbocé una sonrisa puesto que pensé que era un comentario sarcástico, una broma, o a lo sumo un error de redacción (creí que hacía falta un “no” antes del “nos”). El equivocado era yo. Entonces, la sonrisa irónica que se me había dibujado en el rostro se transformó en recelo. ¿Por qué? Esto fue así debido a que el encabezado sintetizaba la opinión emitida por José Manuel Romero Coello, actual director del Instituto Mexicano de la Juventud. Parece ser que ése será el tono del discurso oficial esgrimido por la institucionalidad vigente. Y vean si no hay motivos para la estupefacción: para dicho funcionario, en nuestro país “No hay un panorama sombrío para los jóvenes [… éstos] deben empezar por ser empresarios, a hacer sus propias empresas y negocios, y cambiar la cultura de que ‘uno tenga que vivir del gobierno’”.
El recelo se transformó, sin más, en pasmoso asombro e incredulidad.
No sé a ustedes, pero a mí no me queda claro si la declaración del Sr. Romero es cínica, ingenua, o se refiere a Finlandia o a Suiza.  En este sentido, una respuesta un tanto visceral a afirmaciones como las emitidas por el director del IMJUVE implicaría argumentar apasionadamente en torno a, por ejemplo, la visión estereotipada desde la que se mira al joven desde las instituciones, y cómo desde dicha mirada se presenta una oferta homogénea (pseudo-empresarial, basada en la lógica del “changarrito”) que anula la enorme diversidad de demandas juveniles. También podría discutirse acerca de cómo las soluciones “propuestas” por Romero en materia de “política de juventud” son cortoplacistas y miopes, puesto que al centrarse solo en la incentivación de la iniciativa privada dejan de lado temas fundamentales como el incremento de oportunidades educativas y la ampliación de los espacios de toma de decisiones en los que pueden incidir los jóvenes. Podría decirse, pues, que detrás del “dejar de vivir del gobierno” sugerido por Romero, se intuye un terrible abandono por parte del Estado, una retirada del terreno de sus obligaciones. Más aún: si uno lee la reciente incorporación del IMJUVE a la Secretaría del Desarrollo Social a la luz de las palabras del director de este Instituto, el asunto se torna aún más grave. En otras palabras, pareciera que de acuerdo con lo dicho por Romero, se dejará a los jóvenes a su suerte, para que aprendan a no “vivir del gobierno”. Tómala. Macanazo duro y a la cabeza. ¿Y la responsabilidad del Estado, ‘apá? En fin, detrás de lo dicho por Romero se intuye que aquellos con potencial empresarial, serán salvos. El resto, simples externalidades. Que los engulla el mercado. Darwinismo social. ¿A qué les suena?
Pero bueno, esas serían las respuestas ancladas en la afectividad. Hagamos un poco a un lado el apasionamiento. Para rebajarle un tanto a la visceralidad del párrafo anterior, basta remitir a un par de datos (oficiales, por cierto). Éstos, sin duda, ilustran con fría precisión  que, efectivamente, el panorama que se le presenta a buena parte de los jóvenes mexicanos es, en el presente y en el futuro, cuando menos sombrío. Veamos:
·      De acuerdo con el CONEVAL, el mercado laboral en México se caracteriza por niveles de productividad que son, por decirlo de manera amable, bajos. A esto se suman salarios exiguos y falta de competitividad. ¿Acaso invitar a los jóvenes a poner su “changarrito” no implica también una invitación a incorporarse a las filas de la informalidad o del crimen organizado? Recordemos que el número de empleos creados entre 2008 y 2012 ha sido insuficiente para que los jóvenes que se incorporan el campo laboral encuentren opciones dignas.
·      Por otro lado, hace un par de años, sólo 66 % de los jóvenes de entre 15 y 17 años asistían a la escuela, mientras que apenas el 28 % de quienes tenían entre 18 y 25 años ocupaban un lugar en alguna institución educativa. La cantidad de personas que NO tiene acceso a algún tipo de oferta escolar es, cuando menos, brutal. BRUTAL. ¿Bastan changarritos? Si a lo anterior se incorpora la variable del ingreso, el problema se acentúa aún más: entre menos se gana, menos niveles educativos se alcanzan. Un botón: 27 % de los jóvenes indígenas es analfabeto; solo el 1 % de esta población logra acceder a la educación superior. Y no son cifras inventadas. Las arroja el CONEVAL. ¿Debemos apostar por “changarreritos” en lugar de implementar procesos educativos de fondo y de amplia envergadura? Según Romero, parece que sí.
·      También hace un par de años, la población menor a 18 años en situación de pobreza ascendía a la escalofriante cifra del 53.8 %. Dicho de otro modo, en el país hay más de 20 millones de niños/jóvenes, que tienen un presente y un futuro desesperanzador. ¿Les bastará con convertirse en empresarios de “changarro” y “carrito sanduichero” para tener un “ gran futuro”? Ojo: según CONEVAL, estamos hablando del grupo con mayor porcentaje de pobreza en el país.
·      Por otro lado, de acuerdo a lo señalado por la UNICEF, puede decirse que por lo menos hasta 2008, casi tres millones de niños/adolescentes trabajaban a la par de que asisten a la escuela (1 de cada tres hombres; 1 de cada 8 mujeres). Si solo se considera a aquellos que no asisten a la escuela, el problema se acentúa (dos de cada tres niños; una de cada tres niñas). ¿A dónde conduce lo anterior? A un entorno laboral en el que los jóvenes se enfrentan a trabajos mal pagados, peligrosos, y con altos riesgos de explotación. Recordemos que según estimaciones de la UNICEF, en el país hay cuando menos 16,000 infantes (niñas en su mayoría) que son víctimas de explotación sexual. ¿Podemos afirmar tajantemente que les espera un “gran futuro”? Se necesita mucha sangre fría para afirmar lo anterior.
·        A lo anterior hay que sumar que en el 2012 en México la tasa de embarazo adolescente era de 69 por cada mil, mientras que en Perú era de 52, en España de 12, en China de 9 y en Alemania de 7. Y va a la alza. Esto lo dice la Secretaría de Educación Pública a través de su Programa de Becas de Apoyo a la Educación Básica de Madres Jóvenes y Jóvenes Embarazadas, no yo.
·      Ahora bien, según el Consejo Nacional para la Prevención contra Accidentes (CONAPRA) se pone de relieve que los homicidios fueron la principal causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 29 años. En otras palabras, más del 45 % de los jóvenes que mueren en México están siendo asesinados. Cuando esto no es así, se observa que prácticamente la otra mitad (44 %) muere en accidentes automovilísticos o de plano opta por el suicidio.  ¿Será porque tiene ante sí un “gran futuro”?
En fin, la fría y desesperanzadora estela de datos desglosada aquí a botepronto podría seguir y seguir durante varias cuartillas más. Pensemos por ejemplo en el asunto del crimen organizado, en los procesos discriminatorios, en los atentados a los derechos humanos, en el delito de portación de cara que sufren los jóvenes a lo largo y ancho del país, etc. Insisto, la lista es enorme. Pero creo que con lo expuesto más arriba se ilustra con cruda precisión lo [coloque aquí el adjetivo de su preferencia] de las afirmaciones emitidas por José Manuel Romero Coello. Me preocupa sobre manera lo que a la larga será el contenido de lo que dicho funcionario señala como “políticas de juventud”. No me cabe duda que el futuro (y el presente) para amplios sectores de la juventud mexicana es, por decirlo à la Valenzuela, evanescente. Terrible y ominoso, cuando menos. Un laberinto del que difícilmente se podrá salir con estrategias como las que, parece, serán el núcleo de la política de juventud por venir.
Qué tristeza que en un país como el nuestro duela ser joven.

PD. 1
Dejo la pequeña lista de los enlaces que me permitieron recopilar esta información. Sé que es mucho pedir, pero ojalá que  el Sr. Romero los consulte, para que se documente un poco antes de emitir declaraciones. No se tarda más de quince minutos.
PD. 2
Por favor, no recurran al pseudo-argumento facilista que indica que las cifras a las que aludo son de hace un par de años y que hoy el futuro es completamente otro. No exhiban su [beeeeeep].












martes, julio 30, 2013

Así las cosas.

 Así las cosas: 336 mil 800 jaliscienses se sumaron a la pobreza entre 2010 y 2012, mientras que el 8 % del PIB en EUA es generado por los mexicanos que viven allá. A esto hay que sumarle el recrudecimiento de la violencia, la falta de oportunidades educativas, laborales y de esparcimiento, la ausencia de un proyecto nacional de largo plazo/alcance, la ausencia de liderazgos, la llegada al límite de la institucionalidad vigente, y [coloque aquí su listado de situaciones críticas]. En otras palabras, estamos sentados sobre un polvorín gigantesco. 

martes, julio 23, 2013

Polvo

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.


Desde la soledad de una mesa

situada en el fondo

de un café cualquiera

Intuyo que

nombrar la piel del árbol

Es también

soñar con el aroma

                                   



dulce ∫ agrio





del tiempo que se esparce

sobre los plantíos de sal

y de ceniza

gentiles casi
de tan abyectos



Territorio yermo

Caligrafiado por las huellas

De todos nuestros muertos
cuyas voces reptan
De sur a norte siempre


Y nos aniquilan


De modo que



Ser el polvo

es también

Ser en el polvo, polvo

Verbo e idea radical: el abismo

Es ahí donde habita y se sacia


En el fondo

Toda sed de absoluto  

En ese manantial que gira



Y que dibuja
De una vez y para siempre

El infinito círculo de la nada.



.

domingo, julio 21, 2013

sábado, julio 20, 2013

Bruma


Da un paso más y ven
Arráncame la piel
Hazme saber que ya no existo
Otra vez
Escribe con tus garras
la historia del abismo
Bebe mi sangre, tibia.
Déjate caer conmigo.
Ven
déjate caer
Abre mis ojos
Arráncame la piel
Abre mis ojos
Enséñame a ver

jueves, mayo 09, 2013

Café-te-ando.




Pregunta central: ¿por qué me gusta el café? Más específicamente ¿por qué el café matutino, ese cuyo primer sorbo ocurre mucho antes de que salga el sol, ejerce una poderosa fascinación sobre mí? Intuyo muchas respuestas, claro. Pero si he de ser honesto, ninguna es la correcta. O dicho de otra manera, todas lo son a su modo. Así que puedo elegir cualquiera. Intuyo además que las respuestas que pueda ofrecer(me) no serán compartidas por grandes mayorías. Tampoco me importa. Lanzo de nuevo la pregunta: ¿por qué me gusta el café? La contestación estándar es: por el sabor amargo y poco refinado (lo tomo negro, por supuesto).  A diferencia de la infusión, de características más sofisticadas, el café es un golpe duro y seco al paladar. En ocasiones, muy de vez en cuando, me gusta aderezar esta bebida con un poco de crema en polvo y azúcar mascabado. Y aún así, el sabor permanece terriblemente denso; terriblemente gordo (robusto, dicen los que saben).
Otra posible respuesta a la pregunta que coloqué al principio tiene que ver con los efectos estimulantes que esta bebida produce. La cafeína, en tanto alcaloide, permite sentirnos como un búfalo suelto en una tienda de figuras de cristal. Basta el primer sorbo matutino para recobrar el enfoque, la determinación y la disciplina que se habían quedado refugiadas entre la tibieza de las sábanas.
Hasta aquí hay dos factores alrededor de los que se acuerpa mi gusto por el café: el sabor y los efectos estimulantes. No obstante, éstos no son suficientes. El café es mucho más. Mejor dicho, el café matutino es mucho más. En principio, involucra una ritualidad particular, un levantarse, un sacar el frasco del congelador, un colocar los granos en el molino, un presionar el botón y escuchar el estridente motorcito; un quitar la tapa y aspirar el aroma… Aunque es preciso señalar que la sucesión de procesos no es suficiente. El café requiere además una actitud muy específica, vinculada con el deseo de beberlo. Preparar café de mala gana no tiene chiste. Mejor toma te. O agua. O leche. Pero mi café de buenas, por favor. En fin, hay en todo ello un empeñarse minuciosamente en repetir día a día cada paso. De lo contrario, se corre el riesgo de que la magia no ocurra, y el sabor y los efectos se conviertan en otra cosa, en agua entintada, en un líquido acre y ácido. En todo menos en café.
Aparte de la ritualidad involucrada en el café; además del sabor y de los efectos que dicho brebaje produce, existen otras posibles respuestas a la pregunta con que se abre esta disquisición. Así, puede decirse que aún cuando el café se tome en la más profunda soledad de la cocina, éste nos hermana siempre con los otros que, aún desde la ausencia, beben junto a nosotros. El café es, pues, un vehículo que permite compartir nuestras soledades. Y no sólo eso. El café también democratiza las relaciones sociales. Por un lado, me coloca en el mismo plano que los hombres que extienden un mapa sobre el cofre de su camioneta destartalada para planificar su intervención en la construcción. Por otro lado, también me sitúa en la esfera de las magníficas abuelas que preparan desayunos igualmente magníficos y masivos para familias enteras. Y por supuesto, un café espectacular. De igual forma, me pone en el nivel de quienes sólo tienen un trago de café (frío) para llevarse al estómago, y nada más. Amargo como la vida misma. Negro como el futuro.
En fin, respuestas hay muchas. La que más me convence hasta ahora es que el café me gusta porque me gusta. Tautología incluida. Y mejor no entremos en el conjunto de las referencias sexuales que esta dichosa bebida connota y denota, porque no paramos…
Salud.