miércoles, julio 04, 2012

Mexico Inc. O de la construcción mediática de una presidencia


Leo dos de las columnas más recientes de Ciro Gómez Leyva (“Falló la encuesta…” y “La opinión de GEA/ISA…”) y no puedo evitar sentirme habitado por un vacío, por una impotencia brutal que carcome y se retuerce despacito. Veamos por qué. En el primero de sus textos, Gómez reconoce, desde una postura parecida al cinismo, que el ejercicio de predicción estadística que realizó día con día su periódico, en colaboración con GEA/ISA, fue un fiasco: ellos postulaban un triunfo del candidato de la Coalición Compromiso por México superior al 18 %, mientras que por el momento, el resultado arrojado por el PREP marca que la diferencia entre el primero y el segundo lugar es poco mayor a 6 puntos porcentuales. Esto no es poca cosa. De hecho, es mucha. Más que mucha.  Equivale a un yerro cercano al 200 %. Es como si un ginecólogo le dijera, durante nueve meses, a una mujer embarazada que tendrá una niña saludable, y al momento del parto, le comunica que siempre no. Claro, efectivamente estaba embarazada, sólo que no de una niña, sino de tres bebés, todos varoncitos, muy lindos ellos. Usted perdone. Fallaron los ecosonogramas que le hicimos todos los días. Nos equivocamos. Tenga señora, junto a sus bebés, le dejo esta notita de disculpa. Y, por supuesto, la cuenta.
En el segundo de los textos a los que hago referencia, Gómez publica una carta que recibió de  parte de GEA/ISA. Ésta es digna de ser sometida, en otro momento, a un análisis discursivo profundo. Es una joya. Por lo pronto, vale la pena destacar cuando menos dos puntos que son cruciales en dicha misiva: 1. Se admite que las encuestas sobreestimaron las preferencias por Peña Nieto; y 2. Se anuncia que GEA/ISA no se retira de las encuestas electorales. Ambos aspectos son relevantes por las implicaciones que tienen. En principio (y también por principios), lo más básico, casi de sentido común, sugiere que toda casa encuestadora con un mínimo de dignidad debería cerrar sus puertas frente a tan estrepitoso fracaso. No obstante, la estrategia de GEA/ISA es precisamente la opuesta: declaran tajantemente que se mantendrán como casa encuestadora en los periodos electorales. Vaya, anunciar su permanencia no es sino un eufemismo, un modo de mencionar que son una especie de “pistoleros en renta”, es decir, maquiladores de encuestas a modo y con los resultados que el cliente demande. Es fácil imaginar sus próximas campañas publicitarias: “¿Necesita que lo apoyemos en la producción mediática de su presidencia? Venga con nosotros. Somos expertos en inflar candidatos”.  Simplemente vergonzoso. De pena ajena. Siguiendo con el chusco ejemplo de la pobre parturienta, lo anterior equivale a que en pleno quirófano el anestesista intenté adormecer a la feliz madre con vodka,  y a que las enfermeras se lancen unas a otras los triates mientras los llevan al cunero. Y para colmo, que firmen la notita de disculpa, diciendo que mil perdones, pero seguirán anestesiando y recibiendo chiquillos. Y claro, la cuenta. 
Como quiera que sea, y más allá del chascarrillo, el asunto no es menor. Milenio es uno de los diarios con mayor circulación a nivel nacional. Y cuenta además con canal de televisión por cable, y con transmisiones en línea. El alcance que tiene es para ser tomado en cuenta. Sobre todo al poner de relieve la confesión hecha por Gómez (porque es eso, justamente una confesión disfrazada de disculpa, la admisión de que este juego se jugó con dados cargados). No se requiere ser un sesudo teórico, ni de la estadística ni de la comunicación, para saber/reconocer el papel que juegan las encuestas en términos de la producción de la opinión pública. Desde luego, no hay que caer en la ingenuidad de sobreestimar el peso de un medio en específico. Eso hay que dejarse a los teóricos de la conspiración partidista, los cuales abundan. Recordemos que el resultado electoral no lo determinan las encuestas. Pero quienes piensen que éstas no influyen en el ánimo y en las decisiones finales de la gente, se equivocan.
En fin, todo quedaría en una casa encuestadora ruborizada, y en un periodista al que se le suma una mancha más, si esto fuera sólo un aspecto coyuntural del reciente proceso electoral. Sin embargo, el asunto adquiere dimensiones descomunales cuando se contextualizan las columnas de Gómez, y se enmarcan dentro de lo que ocurrió con buena parte del resto de las casas encuestadoras que mostraban tendencias similares. Éstas tuvieron yerros igual o más garrafales. Si a esto se le suman las acusaciones que pesan sobre Televisa (con acceso a más del 90 % de los hogares de México), hechas por The Guardian, las estrategias de compra de votos, la precaria actuación de Calderón, de Josefina, y de Zurita, al anunciar a un vencedor cuando apenas iba poco más de la quinta parte del conteo, el recuento de más de la mitad de los votos por irregularidades,  etc, el caso se torna gravísimo. Por lo menos, a estas alturas, la institucionalidad electoral que tanto se ha presumido no es sino el hazmerreír a escala internacional; el supuesto ganador de este proceso ocupa un nivel todavía más bajo, bufonesco. Para verificarlo, basta darse una vuelta por algunos de los titulares de la prensa extranjera (Der Spiegel, Libération). Por otro lado, más que una cosa de nada, un asunto que merezca un “usted disculpe”, como el que ofrece Gómez, hay detrás de todo esto, evidencias para pensar en la maquiavélica construcción mediática de una presidencia. O como dijera un amigo que tiene más tino que yo: hay un vil cochinero. Insisto, el asunto no es menor. Apunta a inaplazables reformas de las instancias que vigilan la equidad y la transparencia de los comicios; alude a la importancia de re-ciudadanizar este tipo de instituciones; implica  imponer, sí, imponer, recursos más escasos a los partidos, y mejores vigilancias sobre éstos; requiere topes estrictos de campaña, e instituciones que no se hagan de la vista gorda cuando éstos se rebasen flagrantemente; y sobre todo, pone de relieve la urgente ampliación del espacio para la política y lo político en un país como el nuestro, que ya no aguanta un sexenio más así.
¿Y la cuenta? Ah, sí. Se me andaba olvidando. Aquí el desglose: 1. País divido (no sólo ideológicamente, sino en casi todos los ámbitos); 2. Concentración de poder y de riqueza en unos cuantos, 3. Vías de acceso al poder restringidas; 4. Gobierno potencialmente autoritario y opresor; 5. Crimen organizado poderosísimo, casi a modo de estructura para-gubernamental; 6. Sociedad decepcionada, sumergida en la desconfianza  y la incertidumbre. 7. Sume aquí todos los factores que no enumeré. Bienvenidos al convulso desierto de lo real. Bienvenidos a México Inc.