____Sin duda, la raíz poética de Caeiro evidencia la tremenda pesadez de la levedad de lo cotidiano. Pareciera que en principio, el ejercicio del oficio poético constituye, para Caeiro, una especie de vía dolorosa, un peregrinar errante, ineludible. Él no hace poesía; la poesía le ocurre a él: si Caeiro escribe porque padece, también padece porque escribe. Porque se escribe, porque se disecciona a sí mismo en cada palabra, debido a que se abre en diagonal en cada verso. La poesía lo atraviesa en la misma medida en que él atraviesa por la poesía. Y quizá esta apertura tenga como límite, como punto de contacto, la vida misma. Ésta es, tal vez, una posible clave de lectura para entender la raíz poética de este querido heterónimo: tal como decía Octavio Paz: Caeiro no cree en nada: simplemente existe
a veces a patadas y echando espuma por la boca, con un terrible dolor en el vientre. Desesperado. La poesía como un infierno histérico. ¿Será entonces que la verdadera cercanía con la vida, con lo Real de la vida, es en ocasiones horrenda? ¿Acaso más que librarse de las ataduras, la libertad no radica en reconocer precisamente una brecha irreducible y constitutiva de uno mismo? Pero en otras, cuando la distancia entre Caeiro y la vida se reduce, y sus palabras son certeras y dan en el clavo, le parece que ha logrado traducirse
____Aunque esto no siempre es así. Escribir, para Caeiro, pone de relieve una especie de incompletud, que lo obliga a reconocer que sus ideas nacen en ocasiones limpias y transparentes, pero, inevitablemente también las ideas se abortan, nacen muertas unas, y
____A ello se suma una especie de impulso incontrolable, una obsesión que le obliga a reconocer la pesadez que le provoca la escritura, el contacto con eso que imbécilmente creemos que es la voluntad, la razón. Por eso a Caeiro no le es difícil decir:
Como si escribir no fuese algo que me acontece,
Tan natural [¿pero acaso hay algo verdaderamente natural?]
____¿Acaso lo anterior no implica un posicionamiento radical que deja entrever que la poesía vive a Caeiro y no a la inversa, que ésta le emerge de manera visceral, más allá de toda Razón? De forma que el entrañable heterónimo nos aclara:
Sin pensar en lo que siento,
Escribir sería entonces, para Caeiro, una especie de instinto, algo que forma parte de su existir. Para demostrarlo, se deshace del vínculo entre Razón [pensamiento] y Mundo [palabra], por eso nos dice:
Sin usar el corredor,
Del pensamiento a las palabras
Así,
le pesan los vestidos impuestos por los hombres
El pensamiento nada, fluye, vestido de la razón, como si ésta fuera su ropa, atravesando el río de los convencionalismos: la idea de un perro tiene que hacer referencia a un perro; las buenas costumbres nos dicen que es incorrecto decir perro y pensar en una mariposa. El río está ahí. Es esta pesada vestidura la que nos hace pesado el nado.
Por ello, lo más sensato es
¿Acaso no es ésta una metáfora bellísima, en la que el sujeto es entintado por el color de la buena costumbre? Caeiro decide deshacerse de eso, y como un buen loco verdaderamente cuerdo, prefiere y procura olvidarlo. De modo que junto con el nos invita a
Luego de despojarse de todo lo sabido, Caeiro se concentra en lo visceral, en lo opuesto a la razón. Saca sus verdaderos sentimientos de dónde se los habían encajonado los mismos que le tachonearon los sentidos. ¿Quiénes son estos graffiteros de la mente?
Sino un animal humano, un producto natural,
Pareciera que abrirse, desencajonar sus sentidos, sus verdaderas emociones, implica una reconciliación con la vida. Aquí puede aducirse que adoptar la locura es, entonces, el medio para encontrarse con aquello que es verdadero en uno mismo, en ese animal humano que es en Alberto Caeiro más que Alberto Caeiro mismo, es decir,
Sabiendo claramente y sin que lo vea
Pero Caeiro llega a su fin, al retorno del viaje, a la destemplada vuelta a la realidad. Ser un animal y dejar de ser Alberto Caeiro es, sólo, ¡solo! Poesía, es decir, una mentira idiota. Amanece. Pueden verse ya las puntas de los dedos del sol. Pero y quizá más importante, hay una terrible vuelta al camino iluminado de la razón, al reconocimiento de que la locura sólo le era temporal, que el deseo de convertirse en animal humano era una quimera, y nada más. Nada más. Caeiro, poeta que se escribe a sí mismo a través de la poesía, quizá el más querible de los histéricos y el más histérico de los queribles. Pessoa no es nada sin Caeiro. Caeiro es. Y ya.