No soy crítico de cine. Ni de nada. Hacer crítica (literaria, filosófica, cinematográfica, en fin, intelectualoide), me parece una actividad parasitaria [because those who can’t do, criticize]. Basta recordar que hasta el criticón o criticona más subversivo no hace sino reificar el sistema sobre el que dirige sus diatribas. Dicho esto, pasemos a lo que sigue. Hace mucho que no iba al cine. Más de lo debido. Sin embargo, luego de arduas gestiones, logramos que el Roger nos cuidara a la Naila; así que el viernes pasado Laclau y yo pudimos escaparnos a los Lumiere. Estábamos indecisos entre “Soy Legenda”, y “El Orfanato”. Al final nos decidimos por esta última. Como lo he dicho aquí cientos de veces, mi género preferido es el Terror, por lo que entré a la sala dispuesto a reírme como loco. Y así lo hice un par de veces. Pero la risa fue provocada porque me divierten las desgracias ajenas, y no tanto porque la película fuera absurda o ridícula. Más bien, el filme de J. A. Bayón está bien conducido, y produce los efectos que busca. No obstante, abusa un poco del bu fácil, del fantasmazo, del portazo a las espaldas y el arrastrado de cadenas, recursos típicos del género. Pero aparte de eso, el conjunto es coherente consigo mismo y con la tradición de este tipo de cine: atmósferas oscuras, el eterno retorno al hogar, la búsqueda de respuestas, niños desamparados [y muertos], malicia, etc. Quizá el mayor logro de El Orfanato se que ya hacia la última parte logra situar el horror en el mundo terrenal. Nada de fantasmas. La realidad que J. A. Bayón nos muestra es tan terrible, tan abrumadora, tan posible, que provoca un miedo innombrable. En una secuencia que dura cuando mucho un par de minutos, el director logra plasmar el horror del dolor más puro, cuando Laura (Belén Rueda), descubre el cadáver de Simón, su hijo adoptivo.
Sin embargo… Desde mi particular punto de vista, la película debió haber terminado ahí. Cuando la culpa y la desolación inundan todo el entorno. Pero no. El filme siguió, armando un final asqueroso. El típico happy ending lanza al caño todo el desarrollo anterior. Simplemente no es posible que una película de terror termine en abrazos lindos. No, no y no. Me resisto. Es completamente vomitivo. Al grado de que tuve que sacar a rastras de la sala a Laclau, porque no pude soportarlo más. Fuera de eso, la peli me gustó. Además, el costume de Simón es bastante espeluznante.
Duh.