jueves, octubre 28, 2004

Bluesy

Es tarde y llueve otra vez, hora absurda; lluvia oblicua. Intento escribir pero la página en blanco no cede. En la ventana, las gotas dejan rastros que destellan a trasluz de esta vela. Estoy metido hasta el hartazgo en este viernes, rodeado de libros y apuntes. Afuera la humedad es diluviana. Adentro todo está cubierto de una inenarrable y seca vetustez. En ocasiones como esta no hay más salida que encender un cigarrillo y beberse los restos de la noche. Pero hace tanto que dejé de fumar. Quizá Benny Goodman me rescatase un poco. Aunque sin electricidad, eso es un afán inútil. Además, no hay Mad House que mitigue las soledades, ni Get Happy que palie las melancolías. Mejor que venga Armstrong con su St. James Infirmary para terminar de una vez. ¿Un vaso de vino? Habría que ir hasta la cavita. Pero no, mejor no: ya llevo dos botellas, y dicen que tres es multitud. Además, tocan a la puerta. ¿Haré espacio en el colchón, por si es la soledad que regresa acompañada? Probablemente es el viento y nada más. La página en blanco persiste y hoy toda inspiración es una ficción de funestas filias y fatales fobias. Cómo quisiera poder escribir los versos más tristes esta noche. Pero no soy nada. Nunca seré Nada. No puedo querer ser nada. [Pessoa, Neruda, Poe, Chaves. Impensables poetas malditos].


Texto enviado a Hipertextos. He de haclarar que hice un poco de trampa: tomé halgo que ya había hescrito y lo hadapté a los requerimientos del hejercicio.

martes, octubre 26, 2004

Portadas

Estoy tratando de diseñar algunas portadas para el demo de una banda de Death Metal (donde toco la guitarra). Van dos propuestas iniciales. Se aceptan sugerencias.




sábado, octubre 23, 2004

[Sigo buscando] post-literaturas

Hace unos días insistía en la necesidad [totalmente personal] de buscar elementos para ir prefigurando una pos-literatura [o quizá para una literatura del post —como bien me lo señalaba el estimado H. Bloggart—]. Quizá esto sea una búsqueda inútil para alguien que, como yo, sólo ha leído dos o tres libros en su vida y que, de literatura sabe lo mismo que de esloveno. De cualquier modo, el esfuerzo, creo, vale la pena.


Una tendencia más o menos reciente de las ciencias sociales consiste en desvelar lo que antes era preciso desaparecer. Así, hoy hay que evidenciar tanto el papel de la (inter)subjetividad como las condiciones en las que se producen los resultados de las investigaciones. Ello, se supone, ayudará a comprender/comprehender y dimensionar los resultados obtenidos a partir de, por ejemplo, un análisis de los registros discursivos y las competencias del habla de los seres humanos. Antes, la ciencias tenían que seguir el método científico de corte naturalista/biologicista para eliminar cualquier influencia del investigador/científico en sus resultados. Así —se pensaba— era posible lograr un mínimo de objetividad y acercarse al descubrimiento de «leyes naturales» para la sociedad. De modo que el positivismo en las ciencias sociales puede equipararse a los cuadros de Corot, Millet, o incluso con los de Singleton: en ellos se pretendía «retratar» la realidad y presentarla «tal como ésta es». Ahora las cosas han cambiado [sólo un poco] y quien hace ciencia social puede recurrir, incluso, a las artes como una estrategia de investigación perfectamente válida. Hoy, tales ciencias son equiparables, por ejemplo, a un cuadro cubista [un Feininger, quizá un Villon o un Malevich] en el que inciden diversas perspectivas a un mismo tiempo. De esta forma, puede decirse que las investigaciones no terminan con la presentación de los resultados, sino que interpelan a los mismo sujetos que se investiga, generando matrices recursivas que, etcétera.
Pues bien, haciendo malabares con las analogías, creo que en esta tendencias de las ciencias sociales actuales pueden encontrarse vías para enriquecer la búsqueda de una post-literatura. El desplazamiento hacia la subjetividad y el descentramiento de los núcleos probelmáticos tradicionales constituyen, a mi modo de ver, potentes llaves para explorar otros zaguanes. Una de las claves para llevar a cabo lo anterior puede encontrarse en el capítulo 125 de Rayuela. Quizá no es el mejor ejemplo, ni el texto más acabado que existe al respecto. Seguramente habrá otros documentos con mayor capacidad explicativa que el capitulito cortazariano al que refiero. No obstante, la virtud de Cortázar consiste en presentarnos, a manera de contenido, un ejercicio mediante el que ha ido construyendo a su personaje. Al integrar al texto novelesco lo que usualmente se quedaba en los archivos del autor, en dicho capítulo Cortázar pone de relieve una especie de te(rr)orizar, desde la literatura, acerca de la literatura. La manera en que éste desgrana a su personaje [asumo que habla de Oliveira] muestra, de forma clara, las entrañas del proceso creativo. Acompañar una novela de los elementos que permitieron crearla implica un leve dejo de sabotaje de ciertos cánones. Leer el 125 de Rayuela se convierte en un acto de «destrucción creativa» —Schumpeter dixit—, ya que es casi como presenciar una autopsia y un nacimiento a la vez: el cadáver de la literatura aún está tibio, y de la mano del mencionado autor va naciendo, aún informe y peluda, una posible vía para explorar literaturas distintas. Así, —como dice no recuerdo quién— decidir entre escribir un punto o una coma (o el punto y coma, que es lo mejor de ambos mundos) no es sólo cuestión de forma. Esto se trasmina hacia el resto de los argumentos, marca los ritmos, define las instancias [de la creación post-literaria]. Pero hay riesgos grandes: en la medida en la que la forma se infiltra en el fondo, existe el peligro de que, al final de cuentas, quedemos [en tanto autores] con un palmo de narices ante la astucia del lector o lectora que decide cambiar la hoja ante tanto despotismo pseudo ilustrado.
Otra estrategia [algo así como Cortázar meets Eco] para buscar nuevas vías para la literatura se plantea en la creación de una novela acerca de hacer una novela. Esto se puede extender ad infinitum [hacer una novela acerca de hacer una novela que versa acerca de hacer una novela que habla acerca de hacer una novela, hacer, una novela, etc.). Solo que habría que enfrentarse a inmejorables textos que han seguido tal vía (i. e. el protagonista principal de El nombre de la rosa es un libro). De cualquier modo, más que un obstáculo o una limitación, lo anterior constituye un aliciente. Ello propone un desafío que incita a explorar las resonancias y las evocaciones, los modos en los que la literatura, por ejemplo, se convierte en una matriz cognitiva, en un abrevadero, en un doble opuesto de la vida misma. Creo que es este carácter de paralelismo dopelgangero el que hace interesante —y necesaria— una post-literatura. Pero hay otros problemas que devienen retos. Por ejemplo, la estética tradicional de la novela lleva en sí una especie de coherencia, de extensión amplia, de ligaciones y reticulados que la dan cierta corporeidad al texto. De esta manera, la novela tradicional se vincula entre sí, se apoya en sus andamiajes de realidad y continuidad, formando un edificio con las ventanas bien situadas para que entren el aire y la luz. Atentar contra esa ortodoxia implica meter, en dicho edificio —a fuerza de subversiones— , elevadores que nunca se detengan en el onceavo piso y nadie sepa por qué; puertas giratorias que no conduzcan a ninguna parte; escaleras de agua y pasamanos electrificados. Pero ojo, la post-literatura es más bien un juego de palabras que tiende a reificarse y convertirse en aquello que se critica. En fin, hacer post-literatura implica fragmentar la literatura bonita, afearla y mostrarla como el ejercicio visceral que es: espejo roto, pintura abstracta formada a partir de piezas sueltas, tomadas de collages anteriores y puestas como imanes en el refrigerador. Así, si se tiene suerte —como piensa Morelli—, quizá algún día los fragmentos lleguen a coagularse en algo menos horrendo que lo que se tenía al principio. A lo mejor descubrimos que la post-literatura proviene del próximo disco de Tool o de Mogwai. Tal vez —y esto va para los del terruño— la mejor expresión de la post-literatura está colgada en el Museo de Arte de Zapopan (cuadro en material reticulado, verde tipo Matrix, horas contemplándolo, idiotizado).

Si yo tuviera un granito de talento, ya le estaría dando. Je.


PD
Ando urgido: Tengo encima tres ensayos y necesito sugerencias. El primero versa sobre las resonancias del medievo hispánico en la conquista de la Nueva Galicia; el segundo requiere poner en relación las ideas de ciudadanía y globalización (lo estoy titulando "Los nuevos movimientos sociales: entre el futurismo de The Matrix y la guerra de guerrillas de Fight Club") y; el tercero es acerca de una necesaria redefinición de la pobreza desde un punto de vista antropológico (obviamente, sin caer en la tosca ingenuidad de Lewis y su cultura de la pobreza. Ah, postearé algunas fotos del trabajo de campo...). Se aceptan sugerencias bibliográficas y temáticas. Thanks.

lunes, octubre 18, 2004

Se buscan...

...elementos para una (post)literatura:

1. El escritor como un espía [del poder, de la vida cotidiana].
2. ¿El interés por el otro?: pensar al ser humano como centro. Sólo para excentrarlo de la manera más deconstructiva posible.
3. A Bosch-like world: monstruos coexistiendo con seres «normales»... ¿pero cuál es cuál?
4. Encajar en en el desencanto
5. Calzar en el espacio producido por la propia ausencia de sí.
6. Hacer patente (en cada párrafo, en cada línea) la molesta presencia de quien escribe.
5. Despotricar con ton y son.

viernes, octubre 15, 2004

Biografía(s)

Damián es mi mejor amigo. Lo conozco desde que éramos pequeños. Entonces yo llenaba mis soledades infantiles de hijo único prendiéndole fuego a los juguetes que me regalaba mamá [era fascinante cómo las hormigas huían para evitar el plástico derretido sobre sus lomos]. Pero cuando Damián llegó ya nunca más estuve solo. Hacíamos todo juntos: íbamos a la escuela, jugábamos por las tardes, conversábamos tirados de panza en el césped. Fuimos creciendo, siempre juntos. Aunque hubo un tiempo —cuando ingresé en la secundaria— en el que casi no lo veía. En aquél entonces me hice de otros amigos, y Damián se distanció un poco. Luego, ya en la preparatoria, su presencia se hizo más frecuente. Sólo que ahora Damián era alguien más violento: ya no le bastaba reventar mininos a base de alka seltzer. Ahora agredía personas. A mí eso no me gustaba de él. Tampoco entendía el porque de tanta furia contra el mundo. Pero Damián es mi amigo y lo acepto así [él siempre ha estado ahí, y yo le debo tanto]. Es muy inteligente, y siempre se había salido con la suya. Hasta que se le pasó la mano con aquella señora [creo que se llamaba Esther y era cajera del minimarket de la esquina]. Terminó por matarla a golpes. Nadie me cree que fue él. Los médicos dicen que Damián vive sólo en mi mente, e insisten en tenerme aquí, encerrado, atado. Mamá opina igual. Tontos. Piensan que me tomo la medicina que me dan, pero no tienen idea. Ups, creo que logré zafarme un poco. Sí, mi mano está libre. Qué bueno, porque ahí viene la lindísima enfermera con esas chistosas pastillitas azules. Se parece tanto a mamá. Le sonreímos.



Una versión resumida de este texto se envió a Hipertextos

martes, octubre 12, 2004

A-diós, maese Derrida...

Qué mejor metáfora de tu partida que tu imagen plasmada en una maleta.

Hasta pronto.



La imagen es de troutball.com

domingo, octubre 10, 2004

Damián

«Damián». [Te] escuchas [decir] tu nombre [o crees que escuchas tu nombre]. «Damián Olache». Tu voz inunda la habitación. Nombrar[se] frente al espejo en el que el mundo es una repetición diestra. Contemplarse. Descubrirse un poco detrás de aquella figura. Hermanarse con aquel que (te) observa desde el otro lado. Mirar al espejo y ver a Damián. Alto. Robusto. Damián es Damián. Penetrar en aquel mundo repetido, mirar(se) en aquel mundo, estar allá pero también aquí, de este otro lado, guiñar un ojo y ver cómo aquél doble repite la operación, casi como un títere sin hilos (¿pero realmente él será el títere?), encajando calculadamente en el molde, haciendo parecer que todo está bien. Y tú Damián, esperando siempre que aquel dopleganger te desobedezca para saber que ya, que sí, que entonces sí, que todo era correcto, que ¿no? estabas loco (¿que no estabas loco?). Pero hoy toda esperanza es una ficción. Hoy aquel otro que eres tú mismo, figura enigmática, de negro siempre [de luto por la vida, hasta que te enteraste que García Ponce, que H. R. Giger, etcétera], repetido en el espejo, obediente, sigue[s] tus movimientos como una sombra patética, como una sospecha de la escisión, fiel marioneta que habita en un mundo invertido. Damián oscuro. Despeinado. Damián y su miopía fingida detrás de esos lentes de armazón de titanio. Damián y sus botas de minero. Damián y sus pulseras de cuero. Damián y sus libros. Damián y Olache. Damián. Damián mirando al abismo. Damián solo. Sólo Damián. Sólo Damián solo. Damián.


—«Yo soy así porque puedo», —murmuró el del espejo.
—«Hoy los espejos no son de fiar», —pensó Damián.

sábado, octubre 09, 2004

Ayer




Ayer, cerca de casa...

miércoles, octubre 06, 2004

Rutinas

Tras un par de horas de sueño, me levanto, a diario, a las cinco treinta de la mañana. Disciplina autoimpuesta a fuerza de insomnios crónicos, personalidades múltiples y café [lo tomaré negro; yo también, gracias]. Leo. A veces menos de lo que debería. A veces, también, escribo. Luego, de la mano de la rutina llegan la ducha, el desayuno, la ropa limpia, la mano sobre la perilla de la puerta y ni modo, tras un suspiro, a encajar en el molde. Los días transcurren marcados por el signo de lo conocido: primero entrar en el mundo, caminar hacia el callejón arbolado, doblar a la izquierda en la esquina, abordar el autobús. Cobijado por el malva del atardecer, deshago lo andado y vuelta a empezar. Bah. Falsa normalidad, desierto que aviva una persistente y terrible sed de trashumancia. Quisiera que esto fuese solo una idea difusa, algo que se rumia una y otra vez con ansia, como para aplazar cualquier descentramiento. Pero no es sino un deseo inútil, el falaz ocultamiento de un nómada sometido a golpe de sedentarismos. Sin embargo, hoy me di cuenta: estoy aquí, es cierto. Aunque hace tiempo que me he ido.

martes, octubre 05, 2004

Minino

Otra vez me he quedado desierto de letras. Por eso me he puesto a hacer "dibujitos". Je.