martes, junio 14, 2005

Minifix

...luego tomó el dinero del buró y abandonó la habitación, dejando tras de sí una estela de frío desencanto (¿acaso eso que resbalaba por su rostro eran lágrimas?).

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Estaría muy lloroso, pero nada tonto, no olvidó el dinero, interesado!

Igor dijo...

jeje... mi estimada Noemí: ¿por qué asumió que era hombre el que dejaba la habitación?

Anónimo dijo...

La estela de desencanto que dejó tras de sí ese alguien pudo haber sido creada:
a) por su propio ser desencantado que, al trasladarse hacia el exterior de la habitación, dejó a su paso el rastro del sentir que le embargaba. No obstante, ninguna huella conserva las propiedades del objeto (o sujeto) en movimiento. Lo mismo que la embarcación que navega no deja pedacitos de sí misma en el agua para formar una estela, antes bien, esta última se conforma de la espuma y el agua removida que aquélla ocasiona con su paso.
b) por su cuerpo que, al moverse, removió el aire y dejó un rastro del desencanto que reinaba en el ambiente del cuartucho. Pero resulta que los sentimientos no tienen propiedades físicas. El desencanto no es como los gases que componen el aire.
c) por la imaginación de ese alguien que abandonaba (dinero en mano) el sitio que había ocupado momentos antes, quien sentía que ella -o él- y el ambiente en su conjunto estaban impregnados de desencanto, y que, al desplazarse era "como si" removiera ese sentimiento y lo fijara a su vez en una huella que delineaba su andar. Sin embargo, ¿quién puede saber con certeza lo que el personaje pensaba, sentía o imaginaba? Alguien puede decir que sus gestos o su actitud (llorosa) son delatadores y tendrá razón. El problema es que el abanico de posibilidades de lo que delata es inmenso. Entonces, no nos queda de otra...
d) por la imaginación de usted (señor Rencoria), quien supone la existencia de esa estela de desencanto que dejó tras de sí el -o la- chillón(a). Pero como no quiero verme tocada por mi propia crítica, ahí la dejo. Sólo puedo decir...
Benditas metáforas que nos permiten hablar de lo inenarrable. ¡Bien señor!, me gustó su minifix.

Ernesto Rodsan dijo...

Cebollazos al por mayor.
Saludos