lunes, mayo 30, 2005

Fragmento

Va un fragmentitito del 3. capítulo de mi tesis. El título tentativo del capítulo es "De qué (no) hablamos cuando (no) hablamos de política". ¿Opiniones?
Desde finales de los ochenta en nuestro país, la transición a la democracia se ha ido convirtiendo en un significante de la [imposibilidad] de la convergencia política: [se percibía] que quienes ostentaban entonces el poder lo hacían con serios déficit de legitimidad, ya que representaban la descomposición y la corrupción del sistema. Esto contribuyó a que diversas fuerzas políticas se aglutinaran en contra de aquellos. La [inacabada] alianza política a favor del cambio de las posiciones divergentes —y potencialmente antagónicas— sólo era viable bajo el manto de un significante «universal». La transición y el cambio jugaron en ese momento el papel que designaba la unidad fundamental que vincularía a los distintos sectores más allá de sus diferencias políticas. No obstante, en el periodo postdemocrático por el que atraviesa nuestro país, el «encantamiento» producido por la llegada de la oposición al poder ha pasado. Así, pareciera que el significante que emerge para sustituir al anterior gravita en torno a la apatía y el desencanto. Ello constituiría el centro de la ideología espontánea de las personas comunes: las supuestas prevalencia y autonomía del campo político se han quebrado; las esperanzas de plenitud después de la salida del PRI de los pinos se han agotado. Si el contenido de este nuevo significante indica que bajo el cobijo de la democracia la oposición gobierna con la lógica del antiguo régimen, entonces es necesario «interrogar» a la realidad haciendo preguntas del tipo: ¿Qué significan ahora [la transición a la] democracia y el cambio? ¿Acaso ello implica un retorno a la moral tradicional y los valores religiosos? ¿O remiten a una especie de «depuración» del «cuerpo social» de los rastros del viejo régimen? ¿Será acaso la justicia social y la resistencia a la privatización fulminante las que ocupen el lugar hegemónico?

En plena postdemocracia mexicana, el significante cambio/transición en tanto que designa todo aquello que no ocurrió se percibe como vacío. La brecha entre dicho significante y la multitud de contenidos particulares se sitúa dentro de lo particular en sí, es decir, entre la universalidad y aquello que la socava. De ello se desprende la existencia de tres niveles analíticos que sirven de bisagra para el desarrollo de nuestros argumentos: 1. El universal vacío (la transición a la democracia); 2. El contenido particular que hegemoniza al universal vacío (la legitimación del relato que la narra; la institucionalidad que constituye la «oferta juvenil» proveniente del Estado) y; 3. Lo individual que socava el contenido hegemónico (las conversaciones y los silencios juveniles que vinculan el universal vacío con las biografías personales). Así, lo político no se reduce al ámbito específico en el que se toman las decisiones concernientes a la administración de los asuntos públicos. Tampoco quiere decir que lo político impregne hasta los ámbitos más íntimos de la vida, lo que equivaldría a señalar que la percepción misma de algo como apolítico no es otra cosa que una decisión política en disidencia. Un reduccionismo de lo político de este tipo deja de lado una idea crucial: que la misma exclusión de algo del campo político constituye un gesto político en sí, es decir, aquello de lo que (no) hablamos cuando (no) hablamos de política constituye una vía para indagar la manera en la que se construye socialmente la democracia.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo coincido contigo en que permea en la sociedad mexicana una ola de desilusión. Había la fantasía del "gran cambio" , el que nos prometía la transición del PRI al PAN, no por el PAN como partido, sino como la retirada del PRI del poder. Solamente hemos visto mas de lo mismo, o mas bien, se ha evidenciado que el cambio es complejo, que los partidos como el PRD son corruptos y no ofrecen mas la romántica idea del paso a la izquierda. El PAN por supuesto ha decepcionado al no poderse poner a la altura de las circunstancias.
Creo que en los mexicanos, la sensación de impotencia y devaluación ancesatrales se perpetúa, ahora no es el PRI el que hace lo que quiere con nosotros, es todo el cuerpo político, corrupto, burdo, corriente, atropellado, sin rumbo, sin idea. Nuestra identididad empobrecida y llena de sensación de imposibilidad y pobreza de energía se ha perpetuado, y nos parece vivir condenados a la mediocridad. Bastante triste, no?

David Temper dijo...

El no tener política... es una política! Sucede algo similar con la ética. Negarla no basta ya que el término política alude al sistema, y no a la elección. Aun llegando a un sistema disperso, el sistema permanece definido como tal.
Nombrarlo vacío es un absurdo en cuanto somos dependientes de ella, desde la luz para la PC o la comida en el estómago.
Aunque nombrar a algo en virtud de su ausencia puede ser positivo, si es ausencia de conflictos armados o de crisis económica. Claro que antes de pasar de números rojos a positivos, hay que pasar por un cero. Desde ese aspecto confieso que voté por el PAN sólo por ser el menos peor. En cuanto a la respuesta nacional a los retos del futuro, me dispongo a salir del país (que tan político es eso?? :D ).

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