miércoles, marzo 23, 2005

Sueño dentro de un sueño

Creo que la trama tiene potencia.
Pero no me gustó el final.
Se aceptan sugerencias...
Elisa miró su reloj. La cita con Manuel no sería sino hasta dentro de tres horas y el restaurante donde se verían estaba a un par de calles. Hacía calor y había que matar el tiempo. Pensó en ir a alguna de las librerías cercanas, o a tomar un té en cualquier lado, pero ninguna opción le atraía demasiado. «Libros usados», pensó. «Tal vez encuentre algo para él». Caminaba mirando en el piso, entre absorta y divertida, las variaciones que producía su sombra. «Pobre de ti, destinada a arrastrarte a mis pies y seguirme los pasos», murmuró, esbozando una sonrisa. Alzó la vista y, sin detenerse, se miró de reojo en el cristal de un aparador. El reflejo le confirmaba que ya no tenía veinte años, pero todo seguía estando en su lugar. Estaba contenta y se le notaba en el rostro. Sonreía. Pensaba en Manuel, en lo poco que sabía de él, en lo mucho que lo deseaba. Casi por accidente, miró en el reflejo un pequeño letrero en la acera de enfrente que le llamó la atención [bulC eniC .nóicaruguanI narG yoH]. Sin pensarlo, atravesó la avenida y pidió un boleto. La mujer que despachaba era enorme y parecía estar atrapada en el pequeño cubículo de la taquilla. Había algo raro en aquellos ojos pequeñísimos que parecían hundirse en la enorme cara de aquella mujer. Era como una especie de complicidad, como si sonriese con la mirada. «Estás loca, mujer», dijo Elisa para sí. «Sonreír con la mirada. Qué cosas se te ocurren». No se preocupó por averiguar el nombre de la película o si ésta ya había comenzado. Total ¿qué era lo peor que podía pasar? ¿Qué la película fuera mala o que ya hubiese iniciado? Eso no tenía importancia. Seguramente adentro se estaría más fresco que en la calle y la espera sería más llevadera. El acceso a la sala estaba en el fondo de un pasillo un tanto oscuro. En los muros de los lados colgaban carteles que anunciaban los próximos estrenos de películas extranjeras con actores desconocidos y nombres extraños. El rítmico eco de los pasos de Elisa resonaba con fuerza. Tac.tac. tac.tac. «De seguro este lugar le va a encantar a Manuel. Habrá que traerlo aquí», pensó Elisa.

Un hombre de estatura increíblemente pequeña era quien recogía los boletos. Vestía un saco rojo con botones dorados que le quedaba un poco grande. Una cicatriz le atravesaba la mejilla izquierda. «Por aquí, que se divierta», dijo el hombre de estatura increíblemente pequeña al tiempo que abría una pesada cortina de terciopelo. Detrás de la cortina se abría una oscuridad impenetrable. Elisa sintió escalofríos al ver el modo en que sonreía el hombre de estatura increíblemente pequeña, mientras le indicaba el camino hacia el interior de la sala. Entró. Tardó un poco en acostumbrarse e la oscuridad. El lugar estaba impregnado de un aroma peculiar. Nada desagradable. Más bien al contrario. Tanteando las paredes del estrecho pasillo Elisa llegó a una sala no demasiado grande. Al fondo resplandecía levemente la pantalla y parecía que todas las filas estaban ocupadas, salvo la última, en donde no se había sentado nadie. Elisa ocupó el asiento de la hilera central. Las butacas eran bastante cómodas y se preparó a disfrutar lo que viniera.

Hasta entonces se percató que la película ya había comenzado. Era en blanco y negro, con un tono casi amarillento. En la pantalla, la escena mostraba una sala cinematográfica en la que se proyectaba un filme acerca de una sala cinematográfica en la que se proyectaba un filme acerca de una sala cinematográfica en la que se proyectaba un filme acerca de. No había diálogos. Solo una especie de susurro grave, un vaivén sonoro que le produjo escalofríos a Elisa, quien miraba atenta. Ahora, en la pantalla se veía cómo desde la última fila una mujer se inclinaba para interrogar a quien ocupaba el asiento de enfrente. Al tocarle aquel hombro, la mujer sorprendida miraba cómo la cabeza del sujeto en cuestión caía al suelo. En ese momento se encendían las luces y la mujer se daba cuenta aterrorizada que los espectadores no eran sino maniquíes desnudos. Al mismo tiempo, como salido de la nada, aparecía un hombre de estatura increíblemente pequeña que estrangulaba a la mujer sin que ésta pudiera hacer nada. La última escena mostraba un acercamiento extremo a los ojos de la mujer, los cuales poco a poco se iban quedando sin vida. La imagen se desvaneció hasta que la sala quedó sumergida en una oscuridad total. Apareció la palabra FIN. Luego las luces se encendieron abruptamente, pero nadie se movía de su asiento. Afuera se oían voces. Elisa fue la primera en salir. Al fondo del pasillo, cerca de la puerta de entrada, distinguió recortados a contraluz al hombre de estatura increíblemente pequeña y a la mujer enorme que, fuera de la taquilla se veía aún más grande. Parecían discutir entre sí. El hombre de una estatura increíblemente pequeña miró a Elisa con un odio terrible. Bufaba, mientras enredaba el cáñamo entre sus callosas manos.

4 comentarios:

Mo Than 30 Clients Served dijo...

Eh Carnal, me gusto, me gusto!!! Pero, chingado! La mato? Al Parecer La va a matar, sin embargo, por algo esta enojado, no?

Anónimo dijo...

Buen cuento :)

Abrazo


noemi

http://noemi.guzikglantz.com

Anónimo dijo...

Y cuando entró al baño, a descargar su miedo.... se miró en el espejo, solo para descubrir que su cabeza era la de un maniquí pelón

noemi :)

http://noemi.guzikglantz.com

Igor dijo...

Me gusta tu sugerencia, Noemí. Verdaderamente me gusta...Je je.