Mara es un personaje que juega un papel crucial en una especie de novela que estoy tratando de escribir... Se aceptan consejos y sugerencias...
Desde siempre le había fascinado ver brotar su sangre. Sólo así —decía— era capaz de estar un poco más segura de que eso que conocía como Mara no era sólo un sueño o un patético personaje de cuento. Cuando se sentía seca por dentro, como una rama o como una muñeca de porcelana, cogía el estuche con las navajas y se hacía un pequeño corte: primero veía la capa de piel blancuzca; luego, los capilares rotos iban tiñendo de rojo la herida hasta que el líquido desbordaba la piel abierta. Dolía, sí, pero había algo en aquellas pequeñas muertes que la hacían sentir viva. Era paradójico: como recorrer un camino conocido que se renueva con cada mirada: sacar la llave del bolso, insertarla en la cerradura, dar vuelta, empujar la puerta; y cada vez una llave diferente, o una puerta distinta, pero siempre detrás de todo, la misma sensación de vacío y reconocimiento, de puerto de llegada desde el que sólo es posible partir. Las minúsculas cicatrices en sus piernas y brazos significaban una especie de ancla, tal vez un mapa en el que se encontraba con aquello que sentía era más grande que ella y que, al mismo tiempo, era ella misma, es decir,
una gota cae, otra
un asidero al cual se aferraba cada vez que se sentía desaparecer. Para ella vivir [¿vivir?] era más bien una especie de prólogo, un pequeño aperitivo que la preparaba para algo que estaba por venir y que pre-sentía más grande que todo lo que podía ver y tocar. Se imaginaba ese algo como un animal agazapado, siempre detrás o por debajo de las cosas, una sonrisa que de pronto se transforma en mueca, una tarántula debajo de la almohada, y cosas por el estilo. No era horrible, sino al contrario. Ello la situaba como por encima de sí misma, en una especie de distanciamiento que le permitía contemplarse detenidamente, extrañada, pero reconociéndose a veces. Mientras le llegaba aquello a lo que se refería como “la verdadera vida”, Mara simplemente se dejaba llevar. De cuando en cuando tenía “accesos de realidad” —como los había bautizado Mauro— en los que se quedaba absorta mirando fijamente un trozo de papel brillante, en un vidrio rojo o, —aún a riesgo de su integridad física— la planta que da flores lila e insiste en crecer en medio de la carretera a pesar del incesante tráfico.
una gota cae, otra
un asidero al cual se aferraba cada vez que se sentía desaparecer. Para ella vivir [¿vivir?] era más bien una especie de prólogo, un pequeño aperitivo que la preparaba para algo que estaba por venir y que pre-sentía más grande que todo lo que podía ver y tocar. Se imaginaba ese algo como un animal agazapado, siempre detrás o por debajo de las cosas, una sonrisa que de pronto se transforma en mueca, una tarántula debajo de la almohada, y cosas por el estilo. No era horrible, sino al contrario. Ello la situaba como por encima de sí misma, en una especie de distanciamiento que le permitía contemplarse detenidamente, extrañada, pero reconociéndose a veces. Mientras le llegaba aquello a lo que se refería como “la verdadera vida”, Mara simplemente se dejaba llevar. De cuando en cuando tenía “accesos de realidad” —como los había bautizado Mauro— en los que se quedaba absorta mirando fijamente un trozo de papel brillante, en un vidrio rojo o, —aún a riesgo de su integridad física— la planta que da flores lila e insiste en crecer en medio de la carretera a pesar del incesante tráfico.
_____Una gota púrpura cae al lavabo. Otra. El líquido espeso se mezcla con el agua acumulada. Está tibia. Con cada gota que se precipita se forma algo como una pequeña nube ocre; luego se diluye dejando unos finos hilillos que terminan por desaparecer. Mara observa cómo el agua se va oscureciendo cada vez más. Alza la vista y se mira en el espejo. Las marcadas ojeras le dan un aire de seriedad que la hace parecer algo vieja. Sonríe. Parece como si no fuera ella la que está ahí, en el cuarto de baño de Mauro, desangrándose. “Ésta es la vida”, piensa Mara mientras trata de cubrir la profunda herida en diagonal que le atraviesa la muñeca. Le tiemblan las manos. Tiene la garganta seca. “Me va a quedar una cicatriz horrible”, piensa. Quiere gritar; no, no quiere. Todo se vuelve borroso, confuso. Siente frío y nauseas. Las piernas no le responden. Esto no está saliendo como lo había planeado. Intenta sonreír antes de. Plaf.
3 comentarios:
A mi me gusta. Cuando se lee al mismo tiempo te adentras en todo lo que mueve al personaje. Puedes estar seguro que al lector también le duelen las heridas y te invade esa debilidad y todo lo va surgiendo en el inter. Yo no le quitaba ni le agregaba...me parece perrrrfecto.
Un abrazo de fin de semana y que siga la mata dando ! (o más bien la "Mara" dando) :)
muy bueno... e visto a varias personas que sienten asi. Se cortan y se siente bien, hasta la forma en que arde la piel se siente bien, hasta la forma en como empieza a salir la sangre se siente perfecto, y despues recuerdas que hay cosas que duelen mas, que el dolor que se siente.
saludos :D gracias por visitar mi blog.
Ese tipo de personas me llenan de ternura, quisiera apretarlas muy fuerte, y hacerlas sentir vivas, pero no se dejan. Son autoeróticas y autoestimuladoras, justo porque no saben ni toleran la cercanía con otros cuerpos tibios.
Saludos!!
noemi
http://noemi.guzikglantz.com
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