Estimado Sr. Arau:
Hace un par de años conducía con rumbo a la siempre deliciosa biblioteca de La Jolla, en San diego. Antes había ido hasta el Starbucks de siempre, en Hillcrest, y llevaba en la mano mi capuchino «grande» cuando me topé con un Lexus, que en la lujosísima defensa traía pegada una vistosa calcomanía. Ésta decía:”Chicano Studies Does Pay”. Al volante del mencionado auto iba un tipo con una pinta muy similar a la de Robert Rodriguez (así, sin acento): morenazo de cobre, cabello y bigote abundantes, negrísimos, y una tejana que parecía ser carísima. El auto era blanco con remachitos dorados y sarapes verde blanco y rojo en los asientos. Para mayores señas, en el tablero había un cobertorcito de peluche más o menos atigrado. En serio, no es broma. Es más, casi estoy seguro que iba escuchando a los Tigres del Norte. Después supe quién era el tipo (pero no lo voy a balconear): resulta que el cuate en cuestión iba casi al mismo lugar que yo (él se detuvo en el US-Mexican Center), a un ladito de la mencionada biblioteca. Más que un académico, parecía un narquillo sinaloense (imagínenselo). No pude evitar reir ante tanta reivindicación de «lo mexicano» (¿?).
Traigo esto a colación porque la semana pasada, por fin, pude ver su película, Sr. Arau (Un día sin mexicanos), y me evocó aquella imagen que en ese momento me resultó hilarante. Pero que a la luz del tono de su película, ahora me parece preocupante. En primera instancia, resulta tentador opinar acerca de la pobre concepción estética de su filme; o sobre la visión extremadamente estereotipada de lo mexicano que ahí usted maneja; o sobre el lenguaje metafórico ingenuamente utilizado; o sobre su pobre manejo de los recursos cinematográficos. En fin, se podrían argumentar un montón de cosas. Pero no quiero ser demasiado malinchista [en esta ocasión]. Total, parece que es su opera prima, Sr. Arau, y pues por eso se le perdona. Lo que sí me parece imperdonable es la idea de abordar un hecho tan filoso y evidente como es la migración, y contar una historia de manera tan pobre y sesgada.
Me explico. De entrada, la historia contada por usted, Sr. Arau, impone una lectura que pudiera parecer irónica y sarcástica. En este sentido, el Diccionario de la Real Academia señala que la ironía es una burla fina y disimulada (subrayo lo de fina); un tono burlón; y una figura retórica que consiste en dar a entender lo contrario de lo que se dice. Dejando de lado sus severas limitacionescomo director, Sr. Arau, Un día sin mexicanos puede ser vista como una (muy pobre) sátira irónica del problema migratorio que enfrenta nuestro país. Quizá con mucha imaginación. Pero, como siempre, al ir al cine a mí me gusta entrecerrar un poquito los ojos y ver las cosas de manera distorsionada. De esta forma, creo que su filme se presta para otro tipo de lecturas.
Así cabe preguntar ¿qué elementos se ponen de relieve en el multicitado filme? Partamos de la idea (de Hegel a Lacan a Zizek hay un montón de gente que la argumenta) que señala que la búsqueda de lo Real implica sólo una manera de trazar la diferencia entre lo que es apariencia y lo que es Real: una especie de aniquilación, de furia destructiva que destile lo Real [para poner de relieve la importancia Real del mexicano en estados unidos, es necesario aniquilarlo primero]. Ello implica poner en escena aquello que es real y presentarlo como si fuese un espectáculo fingido [la trama principal de su película, Sr. ARau]. Lo anterior implica que cuando el «trabajo violento» de aniquilación purificadora se termine emergerá el Hombre Nuevo, libre de toda mancha pasada. Como se observa, existe cierta resonancia entre esta idea y la línea argumental esbozada por usted en su filme: los mexicanos desaparecen, son aniquilados pero sólo para regresar purificados, necesitados pilares de la quinta economía del mundo. Ja.
Es precisamente en este punto en donde radica su gran falla, Sr. Arau: al regresar los mexicanos (de cualquier dimensión desconocida en la que hayan estado) se opera una sustracción aniquiladora que en última instancia no destila lo Real. El destemplado regreso de los mexicanos muestra un falso espectáculo en el que estos son considerados como piedra de toque, casi como una necesidad, y son bienvenidos hasta por la migra (sin pistolitas que no matan, sólo apendejan). Y lo Real es otra cosa. Una cosa totalmente distinta. Aquí hay algo que me parece que usted desconoce, Arau. O que si lo conoce, dudo mucho que quiera hacerce cargo de ella: la contribución que Un día sin mexicanos hace a la construcción de un imaginario con respecto del otro lado; en el que éste precisamente se esboza tal como usted lo presenta Sr. Arau, sin mediación alguna: algo así como: «en el otro lado los dólares se barren con escoba, vato». ¿Cuántos de los próximos muertitos de sed y hambre podrán achacársele a su filme, Arau? ¿Cuántas de las violaciones (de mujeres y de derechos humanos)? La migración ya existía antes de usted, y va a seguir después de usted. Pero ¿se anima a tomar la responsabilidad que le corresponde? Déjeme decirle que la ironía requiere de maestrías que usted no tiene (y yo menos), Sr. Arau. Mejor dedíquese a hacer la música chafa que hacía usted antes de meterse al asunto de los filmes. Se lo dice un vato que tiene a la mitad de sus compas en el otro lado, perreándosela de mojarras, porque tipos como usted le metieron esas ideas en la cabeza. Chale con Aztlán...
SSS. El r[encoria]esentido.
6 comentarios:
Estimado Raencoria:
Aún no he visto la película. Pero tiene un año y medio que regresé de los States y, creo, no es necesario que la vea, entonces.
Atte.
El Tlacuache
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