En un texto titulado Problemas de legitimación en el capitalismo tardío (Amorrortu, 1995) Habermas trata de dilucidar un concepto de crisis acorde con las ciencias sociales. Haciendo una terrible simplificación, puede decirse que el mencionado autor plantea que las crisis surgen cuando las estructuras de un sistema se cimbran. Pero eso no es todo. Las crisis devienen, sobre todo, cuando los miembros de la sociedad experimentan que los cambios de estructura resultan críticos, y sienten con ello amenazada su «identidad social» —Habermas dixit, whatever identidad social means— . Aunque me gustaría extenderme más sobre esto, no quiero aburrirlos tanto. Más bien, lo que intento decir es que lo anterior indica que los estados de crisis se presentan, en última instancia, como una desintegración de las instituciones sociales. Sounds familiar ¿no? Desde mi punto de vista, el tan llevado y traído pueblo mexicano está, señoras y señores, en medio de una crisis política y de legitimidad marca diablo. Veamos por qué.
Desde que era secretario particular de Fox, el sonorense Alfonso Durazo se fue convirtiendo, poco a poco, en uno de los hombres más fuertes del régimen de la «alternancia». Durante su desempeño como vocero presidencial él era el puente entre el [pseudo] cuarto poder y la presidencia: todo mensaje pasaba por su escritorio. Durazo también estaba en relación directa con todos los departamentos de comunicación social (pertenecientes al sistema presidencial) a lo largo y ancho del país. Pudiera pensarse que fue un hombre de bajo perfil… Hasta ahora, que con su subversiva y subrepticia renuncia puso a temblar a la oligarquía foxista, cimbrando con ello los mismos cimientos del sistema. Si uno lee detenidamente la extensa carta de renuncia de Durazo podría darse cuenta de una serie de elementos y claves para entender la crisis por la que atraviesa la política en estos días. No obstante, desde el presichente para abajo, buena parte de los panistas dicen que el país no está en crisis. Por ejemplo, Luis Felipe Bravo Mena opinaba que "los señalamientos del ahora ex funcionario tampoco constituyen ninguna crisis de gobierno ni de gabinete, porque se trabaja con normalidad y cierre de filas en torno al Ejecutivo federal". Parece que ya se les olvidó que hace quince días más de medio millón de mexicanos salieron a las calles a meterles el dedo en la llaga. Aunado a ello, las reacciones en la cúpula panista a la renuncia de Durazo son indicadoras, también, de una situación bastante crítica: ¿acaso los silencios, monosílabos y evasivas de Martita con respecto a la renunzia de Durazo no noz dizen muchízimo? Hay que poner de relieve que el que calla otorga ¿Qué de verdad las descalificaciones que de ello hacen Zapata Perogordo y/o Molinar Horcasitas nos muestran una maquinaria bien lubricada y en funcionamiento normal, y no un organismo enfermo de falta de legitimidad? ¿Acaso la necesidad de «cerrar filas» con respecto al gobierno federal no es un movimiento luceresco tendiente a «defender lo indefendible» con respecto a una de las principales instituciones en nuestro país?. Si yo fuera presidente, no tomaría tan a la ligera ni rechazaría la idea de que estamos atravesando una crisis política. La experiencia nos dice que cuando un presidente dice que todo va bien, entonces hay que ponerse a rezar. Además, si se está de acuerdo con Habermas, en la medida en que yo [y otros] estemos siendo afectados por el movimiento en las estructuras y experimentemos como crítico lo que sucede en la esfera pública pues, ni modo, estamos en crisis [no se a ustedes, pero a mí el desencanto se me sale hasta por los poros y cada vez me dan menos ganas de ir a votar]
En fin, más que hacer patente lo evidente (la institucionalización de la crisis y la crisis de las instituciones), lo que quería decir es que hay que tener en cuenta que la renuncia de Durazo no es más que uno de los síntomas de la terrible enfermedad del régimen actual (no quiero ni pensar en lo catastrófico de un regreso del PRI a la presidencia, ni en las consecuencias de un posible presidente cuyas ideas son las de una izquierda demodée, esclerotizada y rancia). Los orígenes de la crisis en la que está sumido el país se remontan más atrás. Quizá puedan rastrearse hasta la misma revolución de principios del siglo pasado. Lo que es innegable es que, uno de los antecedentes más recientes de dicha crisis radica en que, a poco menos de cuatro años del foxicambio, hemos sido testigos de por lo menos quince renuncias/bajas/deserciones en el primer círculo de nuestro rancherescamente querido mandatario (i. e. Felipe Calderón, Francisco Barrio, María Teresa Herrera, Carlos Flores, Aguilar Zínser, etc.). El que tenga ojos que vea: la renuncia de Durazo constituye sólo la caída de uno de los naipes del frágil castillito construido con el voto útil, el 2 de julio del 2000. Dicho castillito parece que se va desmoronando lentamente. Recuerdo que en aquél año entregué un breve pienso para aprobar una materia de enfoques avanzados de política [por cierto que fui muy criticado] mientras cursaba una maestría por allá por el norte. En dicho pienso señalaba que, en aquellos días era «…posible observar un momento coyuntural que obliga[ba] a pensar en la posibilidad de trascender el autismo en el que ha[bía] caído la conversación entre el Estado y la Sociedad, y reavivar los canales de comunicación entre ambos. ¿Será entonces el proceso electoral del dos de julio un ejercicio que refleje las actitudes y capacidades necesarias para desatar el nudo gordiano de la transición mexicana hacia la democracia? —me preguntaba— ¿Se avanzarán algunos pasos en la dirección hacia un México realmente democrático? ¿O al final del día nos habremos dado cuenta de que fue tan sólo una enorme y cruel pantomima?» Ja. Hoy creo saber la respuesta a mis interrogantes. ¿Ustedes no?
1 comentario:
Qué caros son los libros de Amorrortu.
Qué cara les saldrá la pantomima.
En fin, todavía tenemos hasta el 2006 para seguir observando este circo de tristezas.
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