miércoles, octubre 04, 2006

Memoria (me-morìa)

Abrir un cajón (pero abrir un cajón no es sino otro nombre, otro eufemismo para la nostalgia) y descubrirte ahí, toda imagen y semejanza, con el cabello húmedo y los ojos matutinos, destilando algo como luz o miel, aniquilando el olvido (pero magnificando al mismo tiempo tus silencios), desplazándote por la memoria con la inmovilidad del instante atrapado entre simulacros de plata y gelatina, que me mira desde el fondo del cajón, pero sin mirarme, porque soy yo el que al verte imagina tu mirada (una vez mas comienzo a hablarte, a hablarle a tu imagen que es más bien como establecer un diálogo con el recuerdo, y que es más bien como conversar, en última instancia, conmigo; algo como un histérico monólogo a dos voces, la locura que le dicen), como si pudieras verme desde esa habitación en donde estás como recién salida de la ducha y frunciendo el ceño, con esos ojos bellísimos que traspasan y tienden un puente (imaginario, una vez más) entre esto que soy yo y que te piensa y te escribe, con tu flor, y con tu imagen y tu vestido negro y tu silueta que se dibuja tan bien, es decir, te hablo de esto que bien pudiera llamarse deseo, pero que es algo más que el deseo puro, y que es menos que el puro deseo. Y caigo en la cuenta de que todo esto que te digo (y que me digo) es como si, como si, como si ¿qué? Abro un cajón, ergo ¿existes? Sí, pero todo esto es tal vez una especie de sustitución, un intento de llenar el vacío de tanta ausencia y tanto silencio con esto que no sé si nombrar como un recuerdo, como el mecanismo que detona un recuerdo, como la oquedad constitutiva, la que no es sino la fantasía de alguien que abre un cajón con la esperanza de, con la esperanza de, con la esperanza (a secas), con la esperanza de ¿qué? Ni hablar (esperanza = flatus vocis).

2 comentarios:

nacho dijo...

Ups, pareciera como si la realidad se nos fuera en una cadena de hipótesis no demostrables. Tratamos de asir la realidad y nuestros presonajes afines, nuestros familiares, nuestras humanoides fantasías, parecen desvanecerse conforme nos adentramos en el misterio de los deseos. Es por eso que la realidad se nos va, es por eso que somos eternos inconformes, supervivientes del ideal, del Olimpo; adoradores de un Paraíso inalcanzable.

sufrimos.

un abrazo desde Hermosillo, el triángulo escaleno del dolor.

libréluna dijo...

Sucede casi sin darnos cuenta, que la nostalgia toma nombre, se posesiona de un nombre, rostro, olor o color, siempre que se abre un cajón. Hace unos meses descubrí una caja que he guardado durante 16 años y todo estaba ahí, tal como lo dejé en aquel momento: un cigarro marlboro light atado por un lacito rojo a un marlboro rojo, un diario con cerrojo de candado, que estoy tentada a abrir cualquier día de estos para leer mi demencial adolescente, una flor silvestre naranja (o lo que queda de ella), un casete de Depeche Mode, y una fotografía desenfocada del único hombre al que he soñado 6 noches seguidas y a quien nunca me atreví siquiera a saludar. Nostalgia de otra época, de otra yo que fui y tal vez haya dejado ya de serlo. He dejado la caja así, al descuido, en el mismo lugar de donde salió... sólo añadí una foto de la princesa de los rizos furiosos, por si en 5, 10 o 15 años vuelvo a toparme con ella, será revivir la incongruencia de la adolescencia con una pisca de la supuesta madurez que ahora tengo.

Saludos, Doctor!