lunes, julio 04, 2005

Nos vemos pronto, tía...

Hace ya tres años que regresé a Guadalajara, en esta vuelta destemplada que me dejó escindido. Al ver el rostro demacrado de papá en el aeropuerto confirmé lo que intuía: mamá estaba muriendo irremediablemente. No había ya nada qué hacer. Entre profundas conversaciones, consejos y resignaciones, sólo cuarenta días me duró la despedida con mamá. Hoy, María, mi tía abuela se muere. Se le nota en los ojos. Es como si se le fueran apagando de a poco. Ya no se levanta de la cama para nada. No se mueve ya. No puede comer por sí misma, ni ir al baño. Se fue debilitando casi sin que lo notáramos. Primero dejó de pasar sus eternas tardes leyendo en aquél rinconcito de su sala en el que el sol pega tan sabroso. Luego dejó de disfrutar la comida. “Ya nada me sabe, hijo. Ni la salsa que hace tu abuela”, me decía con tanta tristeza. Los doctores dicen que no hay nada malo con su cuerpo. Son sus casi cien años los que la tienen postrada. El tiempo le ha ido dibujando profundos surcos en el rostro y manchas ocres en las manos. La veo y en sus ojos hay algo como niebla, una especie de ausencia de algo que no sé qué es, pero que ya no está ahí. He querido hablar con ella, pero ya no me reconoce. El otro día me confundió con un ángel (qué equivocada estás, tía). No sabía si reír o llorar. Adiós, María.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Gulp.
Un abrazo.

nacho dijo...

Lamentable lo de la tía, ante lo inevitable el escritor no tiene más remedio que lo sublime. Saludos.

Silvia Casa H dijo...

si la muerte si se ve en los ojos, asi me pasa a mi , con los ojos de mi hermana y es frustrante no poder hacer nada ! un abrazo fuerte aunque virtual sirve de mucho el apapacho del alma , lo leo siempre sr!

Chrontázar dijo...

Sereno comment:
Estará bien;we're in hell...
Me recuerda que teno que morir a los 27... Un abrazo

Manuel dijo...

Bueno, te queda el consuelo que alguien sepa leer el fondo de la mirada.
Aunque nosotros nos resistamos a creerlo.

Anónimo dijo...

Las palabras nunca reflejan del todo el sentir. "Adios" dice, como si ya se hubiera desprendido de ese ser querido: María (¡qué bonito nombre!), pero el tono de su escrito manifiesta en todo su esplendor la esperanza en una de sus vertientes: la añoranza. ¿Esperanza de qué?, ¿acaso aspiramos a encontrar a nuestros seres queridos (los que ya se nos adelantaron) en el más allá? Ni hablar señor Rencoria: "arrieros somos..."

libréluna dijo...

No creo que María esté equivocada al creerte un ángel. Al final el único consuelo que uno puede llegar a tener es que los seres que uno ama son en realidad ángeles. Un abrazo y mucho ánimo desde la Torreslandia nublada.

David Temper dijo...

Ver a un ser querido consumirse en un suspiro... nos hace desear estar ciegos.

Los ángeles sí existen (sólo los vemos si nos lo permitimos).

Anónimo dijo...

Me gustó mucho este casi epitafio a uno de los pilares de la familia. Sobre todo porque a nivel personal se lo que vale tu tía para ti. Lo que siempre me ha sorprendido es tu entereza mi buen, al menos para no mostrar dolor ante los golpes de la vida.

Atte. Ramón