domingo, mayo 10, 2009

Ver llover

Una vez más la lluvia. La temible lluvia. Demos la bienvenida a los familiares rastros de agua sobre las ventanas polvosas. Saludemos a los ríos que impacientes se deslizan por el lomo de las calles arrastrando basura y penas y secretos. Celebremos cada gota,  cada inevitable resonancia cursi y, por lo tanto putrefacta, que seguramente plagará cada conversación de café;  recibamos con gusto cada patética metáfora que haga alusión al llanto, a la melancolía, y al conjunto de estados de ánimo y de buenas vibras que parece traer consigo cada temporal. Festejemos todos los sentimientos de renovación espiritual que despierta cada final de tormenta, como si el agua brindara la oportunidad de ser otro, de convertirse en alguien mejor. Esperemos, pacientes, a que el diluvio nos borre a todos para, entonces sí, arrojar la última e irónica carcajada.  

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