martes, mayo 05, 2009

Diet Coke

Cierto día, por azares del oficio, me tocó compartir la mesa con una persona a la que recién me habían endilgado los jefazos. En un intento por iniciar una conversación amena, mi compañero de cubiertos me increpó amablemente por haber ordenado una Coca-Cola de dieta para acompañar el New York que recién había pedido: “¿De dietaaaa?”, me reclamó fingiendo incredulidad.  Luego esbozó su mejor sonrisa. Seguramente esperaba alguna de las respuestas estándar que sobrevienen a este tipo de interrogantes, y que sirven de lubricante para la socialización civilizada: a. La tomo porque me gusta su sabor, no creas que soy tan superficial como para preocuparme por mi figura; o b. Es que mi nutrióloga así me lo indicó; y c. Alguna variante de las dos opciones anteriores. A ello seguiría el consabido: “¿y sabías que el endulzante que utilizan tiene componentes cancerígenos?”. “Sí, pero qué se le va a hacer. De algo nos tenemos que morir ¿no?”, sería el remate perfecto. Luego de un par de carcajadas hipócritas, se explorarían temas como el clima, el futbol o la política. Todo por la insana costumbre que tiene alguna gente de evitar a toda costa el silencio porque les parece incómodo. Pero yo, como casi siempre prefiero el callar, opté por espetarle un sólido: prefiero la Coca-Cola de dieta porque es, precisamente, la encarnación más conspicua de la nada. Frente a la perplejidad del que se dibujó en el rostro del comensal que tenía enfrente, me divertí asediándolo.  Uno ingiere bebidas por dos razones: para apaciguar la sed o por el valor nutricional de la bebida. A diferencia del vino o el agua, la Coca-Cola no satisface ninguna necesidad. Tiene un sabor extraño que te pone más sediento y además carece de nutrientes.  Los elementos constitutivos de la Coca Cola regular (o para el caso, de cualquier refresco) se encuentran ausentes. Lo que uno se bebe es la pura semblanza, un suplemento, la artificialidad en su más pura expresión. Al tomar Coca Cola de dieta, uno se mete al cuerpo el vacío, la encarnación más conspicua de la nada envuelta como si fuera algo.[1]



[1] Desde luego, todo esto no es sino un parafraseo de las ideas de Slavoj Žižek.  The fragile absolute. Or why is Christian legacy worth fighting for?, Verso, E. U., 2001. 

1 comentario:

noemi dijo...

y no quiero imaginar qué es lo que en realidad hacemos cuando ponemos palabras en nuestros blogs.