miércoles, septiembre 17, 2008

¡Renuncia ya, Felipe!

Es indignante. No. Esa palabra es insuficiente. Me da rabia. Siento una profunda impotencia y no sé exactamente cómo expresarla. Lo único que se me ocurre es pedirte tu renuncia. Si tuvieras un poco de vergüenza, deberías desistir del cargo inmediatamente. Durante toda tu campaña para llegar a la presidencia de la nación, postulaste como eslogan que tú no tenías las manos sucias, a diferencia de los otros candidatos. Lograste la silla presidencial, dejando detrás de ti a un país divido en dos, así como una severa crisis institucional. Luego de un año de tu gobierno, los resultados de tu desempeño han sido poco menos que mediocres. Uno de tus frentes más amplios consistía en el combate frontal al crimen organizado. Pretendías, cuando menos, reducir los índices de criminalidad y violencia que azotan al país. ¿Cuáles han sido los resultados? Prácticamente ninguno. Aseguras que vas ganando la batalla contra la delincuencia, pero lo que ocurre en las calles indica lo contrario. Hasta el día de ayer, podías argumentar que la violencia tenía lugar en una esfera bastante delimitada, y que estábamos siendo testigos de una serie de ajustes de cuentas entre cárteles. Tanto las ejecuciones como gran parte de los actos criminales tenían que ver con la lucha por el poder, y los ciudadanos estábamos fuera; no corríamos peligro. Sugerías que cada acto violento no era sino la reacción normal del crimen organizado, puesto que sentían sus filas debilitadas. Pero ¿cómo interpretas el mensaje de ayer? ¿Acaso no es significativo que haya sido precisamente en tu estado natal?  El contexto ha cambiado por completo. Hasta ayer podías seguir asegurando, dudosamente, que tenías las manos limpias. Hoy, están terriblemente manchadas con sangre inocente. Tú, y nadie más que tú, eres el culpable de la situación que atraviesa nuestro país. Tu incapacidad y tu falta de autoridad han provocado que ahora tengamos miedo hasta de salir a la calle. Pides que estemos juntos, que nos unamos y participemos en el combate a la violencia. Eso equivale a deslindarte de la responsabilidad que te corresponde. Desde luego, yo denuncio. Cuento con el valor civil y ciudadano para hacerlo. Aún cuando el sistema judicial tenga tantas grietas y fallas, al grado de que muy apenas una de diez denuncias logra su cometido. Pero no estoy dispuesto a tomar un arma para defender a mi familia. Ese es precisamente el papel del Estado: garantizar mi seguridad. En la medida en que eso no se cumple, las instituciones se erosionan, decaen. Tú, como representante máximo del Estado, has fracasado. Has demostrado ser incapaz de cumplir siquiera con las funciones más básicas que te fueron encomendadas. Insisto, si tuvieras un poco de dignidad, ya hubieras presentado tu renuncia. ¿Con qué cara puedes seguir ocupando un puesto para el cual no estás preparado? Un discurso, por más agitado y alentador que sea, no deja de ser sino un discurso. En otras palabras, sólo acentúa más tu incapacidad para dirigirnos. Frente a lo que ocurrió en Michoacán, no hay palabras que valgan. Pregúntale a los afectados, para que veas cuál es su opinión. A partir de hoy, y hasta el día en que renuncies (porque no tienes otra salida digna) te hago responsable de lo que me pueda ocurrir a mí y a mi familia. 

1 comentario:

Anónimo dijo...

En otros países del mundo estamos peor, sin embargo sobrevivimos a tanta inmoralidad de parte de los gobernantes. Saludos