domingo, enero 13, 2008

Evanescencias

¿Qué queda después de todo esto? ¿Qué es lo que sigue? Preguntas justas. De entrada se me ocurre que, desde este lado de la acera, habrá un aferramiento al recuerdo, un anclaje profundo en la nostalgia. No habrá más qué hacer que contemplar cómo poco a poco se irá difuminando tu rostro, cómo tus ojos se desvanecerán, como cerrándose; y la sensación de estar en ti, de tu tacto y tu sabor, serán domesticadas mansamente por la memoria. Me interrogaré si aquello era así objetivamente, o si mi subjetividad lo transformaba en magia, en un abismo pleno. Despacio repetiré cada uno de tus nombres, como para invocar esa mirada de miel y avellana que me atravesaba por completo, intentando situar el olor de tu cuerpo en alguna parte del mío, fijarlo irrevocablemente para que permanezca ahí, eterno y dulce, sin abandonarme más. Me sorprenderé reviviéndote frente a un minúsculo rectángulo rojo, pretendiendo decidir entre la ausencia y el olvido, y refugiándome de cualquier modo en una inevitable sonrisa provocada por la tristeza. Recorreré los sitios cotidianos donde te veía, casi inmutable, pensando quizá en una fotografía, en un puente, en una sombra o en un pliegue de piel. Abriré una puerta, seguro de un encuentro casual, en alguna parte. Y detrás no habrá nada, sólo yo, y quizá un espejo, y una flor amarilla que será una vez más el ancla, el elemento coagulante, el detonador de tu presencia. Esto es así, me insistiré, buscando minuciosamente una palabra que no deseo articular, pero que resuena fuerte, poderosamente, y que rasga de manera brutal, abriendo una herida inmensa, intangible, como esos nombres que quizá no vuelva a pronunciar.

2 comentarios:

Sandy Gallia dijo...

ains... sospiro

Anónimo dijo...

igual que san ... sólo queda suspirar

ay pos ya que