miércoles, octubre 06, 2004

Rutinas

Tras un par de horas de sueño, me levanto, a diario, a las cinco treinta de la mañana. Disciplina autoimpuesta a fuerza de insomnios crónicos, personalidades múltiples y café [lo tomaré negro; yo también, gracias]. Leo. A veces menos de lo que debería. A veces, también, escribo. Luego, de la mano de la rutina llegan la ducha, el desayuno, la ropa limpia, la mano sobre la perilla de la puerta y ni modo, tras un suspiro, a encajar en el molde. Los días transcurren marcados por el signo de lo conocido: primero entrar en el mundo, caminar hacia el callejón arbolado, doblar a la izquierda en la esquina, abordar el autobús. Cobijado por el malva del atardecer, deshago lo andado y vuelta a empezar. Bah. Falsa normalidad, desierto que aviva una persistente y terrible sed de trashumancia. Quisiera que esto fuese solo una idea difusa, algo que se rumia una y otra vez con ansia, como para aplazar cualquier descentramiento. Pero no es sino un deseo inútil, el falaz ocultamiento de un nómada sometido a golpe de sedentarismos. Sin embargo, hoy me di cuenta: estoy aquí, es cierto. Aunque hace tiempo que me he ido.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Je, la rutina es una ambigüedad potencial. Los días son iguales sólo en idea, la realidad es muy otra. El problema es que uno es esclavo de las ideas. Saludos. (La imagen del Minino, estrujante).

Beatriz dijo...

¿Sabes?
El otro día pensaba que yo me quejo de la rutina como me quejo del marido que no tengo.
Lo único de lo que me quejaría si fuera tú, es de esa malsana costumbre de despertartse a las cinco y media.
Un saludo!

nacho dijo...

El primer comment es mío, no me había percatado de que se fue anónimo. Saludos anyway.