lunes, septiembre 12, 2011

La ciudad

Entro de noche a mi ciudad, -dice Cortázar -Yo bajo a mi ciudad donde me esperan o me duelen. O la variante -continúa el entrañable Julio -estar mirando mi ciudad desde la borda del navío sin mástiles que atraviesa el canal, un silencio de arañas, y un suspendido deslizarse hacia ese rumbo que no alcanzaremos porque en algún momento ya no hay barco, todo es andén y equivocados trenes, las perdidas maletas, las inúmeras vías… Así es la ciudad, la nuestra y la de Julio: una bestia de luz que bulle, que se agita y crece, que se reconfigura con el flujo de lo cotidiano. Movimiento en el que lo íntimo se hace un espectáculo y viceversa. Cada vez que uno piensa en la ciudad, siempre hay un antes y un después, una escisión, siempre es necesario mirar atrás para atreverse a imaginar el futuro. ¿Por qué? Porque a diario estamos obligados a interrogarnos acerca de qué ciudad queremos, para quién, y cómo. La ciudad es, pues, un campo de disputas en el que se erige, sin duda, la arquitectura de lo público. ¿Por qué? Porque la ciudad está, siempre, ya, en construcción.

No hay comentarios.: