lunes, diciembre 29, 2008

¡Feliz navidad!

¿Quiénes somos? Eso no importa. Somos nadie. O mejor dicho, somos todos: la maestra a la que le entregas a tus hijas por la mañana en la guardería; el joven al que le compras el diario los domingos; la "hija de papi" que sin matarse trabajando como tú, conduce el auto que nunca tendrás; la secretaria de tu jefe con la que coqueteas todo el tiempo;  el conserje al que saludas con amabilidad pero que en el fondo te provoca asco; el vecino solitario que acaba de ocupar la casa en renta, al lado de la tuya. ¿Ves? No importa quiénes somos, porque estamos por todas partes.  Lo que vale la pena es que conozcas lo que hacemos. Si aún no has sabido de nosotros, paciencia, ya tendrás tu oportunidad. Te lo aseguramos. ¿Por qué estamos a punto de contarte esto? Es complicado. La respuesta inmediata es: porque podemos. Puedes pensar que lo hacemos por morbo. O que en nuestras palabras se oculta una intención malsana y perversa. Pero no. Nada más alejado de la realidad. De hecho, para nosotros es todo lo contrario. Más bien, piensa que lo que vas a leer es una especie de invitación. O mejor aún, un manual de instrucciones. Primero, aún cuando lo que está escrito aquí  tiene que ver con una colectividad muy concreta, es necesario señalar que no existimos como grupo. Prácticamente no nos conocemos. El único encuentro que tenemos ocurre en este día. Nada más. Ni antes ni después. No nos  telefoneamos. No nos escribimos correos electrónicos. Simplemente nos reunimos en el lugar de siempre. Y entonces comienza todo. Seguramente te preguntarás cómo es que podemos organizarnos sin establecer casi ningún contacto. Te sorprendería saber que hay otros mecanismos, al alcance de la mano, distintos a los tradicionales. En realidad,  ponernos de acuerdo resulta bastante simple. Una vez juntos, el jefe en turno distribuye las tareas correspondientes: 1. Los que tienen más experiencia señalan en los mapas las distintas locaciones que habrán de visitarse. Esto debe estar listo antes del mediodía. Pareciera una tarea titánica, puesto que en la ciudad hay cerca de doscientos negocios que nos interesan. Pero bastan algunas llamadas para reducir la tarea. Lo que es cierto es que como cada vez somos más, y el número de establecimientos se ha incrementado en los últimos años, en ocasiones debemos dividirnos en hasta tres equipos. 2. A los que será su primera vez se les encarga que coticen, adquieran y transporten los arreglos florales hasta un punto intermedio, desde donde serán repartidas a los sitios determinados  con anterioridad (el dinero no es problema alguno, puesto que a lo largo del año cada uno hemos depositado cierta cantidad mensual en una cuenta bancaria, bajo el nombre de una empresa inexistente). Esta tarea debe completarse antes de que comience a oscurecer. 3. El resto de nosotros cumple una función sustancial: se apersona en los establecimientos, con el objetivo de generar un clima de confianza y familiaridad, para que en el momento decisivo no genere extrañeza nuestra presencia. Casi siempre vamos de dos en dos, pero nunca juntos. Una vez ahí, lo primero consiste en detectar a los principales dolientes. Esto no es difícil, puesto que en términos  generales, se aíslan, buscan un rincón solitario dónde rumiar su pena (hay que tener cuidado en no acercarse a los y las plañideras, quienes despliegan su supuesto dolor a berridos y sollozos. Ellos son peligrosos porque pueden pensar que estamos ahí para usurparlos, y son capaces de arruinar nuestra tarea. Ya nos ha pasado).  Los saludamos, les ofrecemos nuestro más sentido pésame (casi siempre con una honestidad y una sinceridad brutalmente profunda). Después de los abrazos protocolarios, nos dedicamos a socializar discretamente, hasta mimetizarnos con el entorno. Buscamos averiguar el nombre del difunto o difunta, y las causas de su muerte. 4. Cuando comienza a oscurecer, debemos prepararnos para reaccionar de inmediato a la llegada de nuestros compañeros, quienes portan los arreglos florales. Esto es fundamental, porque dadas las circunstancias, no resulta extraño que un desconocido entre en cualquier funeraria sosteniendo un ramo de flores o una corona. Prácticamente al mismo tiempo, en todos los establecimientos mortuorios señalados en los mapas por los más experimentados, ingresan nuestros compañeros. Se acercan al féretro, colocan cuidadosamente el arreglo floral correspondiente, y se retiran del lugar con la misma discreción con la que entraron. Dada la cotidianidad del asunto, y si todo transcurre con normalidad, no debe haber reacción alguna por parte de los presentes. Luego de esperar los minutos suficientes para permitir que nuestros compañeros se alejen, mediante gritos y aspavientos llenos de genuina indignidad, hacemos notar que los listones o tarjetas que acompañan a los arreglos florales recién colocados junto al féretro dicen: ¡Feliz Navidad! 5. Finalmente, es preciso tomar nota para documentar las distintas reacciones de los presentes (las cuáles recorren un abanico que se extiende entre el estupor y el odio). Por último, éstas serán presentadas y sometidas a juicio frente al pleno del grupo. En ocasiones, las discusiones se tornan acaloradas, pero siempre son productivas. Una vez analizado y agotado el tema, leemos el acta que uno de nosotros ha redactado. Si se aprueba, fijamos el lugar para la reunión próxima; nos despedimos fríamente, deseándonos suerte y esperamos vernos el año entrante. 

 

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