jueves, diciembre 04, 2008

Conversaciones

En cuanto llegó sacó dos six de la mochila. Eran Tecate. No mames. Qué asco. Pero bueno, eran chelas al fin y al cabo. Era viernes  y ya estábamos a medios chiles. Como no queriendo, le pidió una cuchara al Pantano. ¿Una cuchara? Chale, para qué quiere una cuchara esta pendeja, pensé. Me reí solo. El güey fue a la cocinita del departamento, mientras yo le decía a la morra que sacara su magia. Tenía quince años, la mocosa, pero tenía buenos dealers. Primero no quería. Usté móchese mija. Luego se la reponemos. Nel. Neta, a mí me pagan el jueves, yo te rolo de la mía cuando compre. Pues te pones manso ese día. Oh, pues, saca. Nel. Tú saca, ándale. Pero me la reponen, cabrones. A güevo. La morra y yo extendimos tres líneas rete gordas en la mesa de centro. A ella le chasqueaba la lengua. Yo ni ganas tenía, pero la magia es la magia. Cuando llegó el Pantano, destapamos la primera ronda. Para entonces ya sonaba Napalm Death a todo lo que daba. El trago uno es la neta del planeta. Te hace pensar por qué te gusta la cerveza si verdaderamente sabe a mierda. Nunca he probado la mierda, pero segurito sabe al primer trago de chela. El trago dos es como la vida. Sigue sabiendo a mierda, pero le agarras el gustito. ¿Quieren ver mi nuevo tatuaje? -nos preguntó. A mí me daba harta flojera, porque estaba rete flaquita, la pobre. Pero valiéndole madre la balacera, se quitó la blusa. Tenía algo como un sol dibujado alrededor del ombligo. Se lo había hecho el Evil. Pinche enano cabrón, ni sabe tatuar el güey. Puras tintas corrientes usa. El Pantano le enseñó la gárgola que tenía en el brazo izquierdo. Yo me levanté la camisa para mostrarle que me había perforado los pezones. La morra se quitó los tenis. Le olían medio feo las patas. Agarró la cuchara y se sirvió con cuidado un sorbito de Tecate. Luego otro. Y otro. Y otro más. No mames, qué impaciencia. Pero la morra seguía en lo suyo. Bebió a cucharadas hasta que se puso hasta la madre. Nomás una se tomó. Para no hacerla de pedo, enrollé un billetito de a 100 y cada quien se sorbió su correspondiente raya. Puag. Estaba malísima. Pura pinche aspirina. 

1 comentario:

stigma dijo...

jajajaja suele pasar ese gato por liebre es bien comun.... pero bueno, con respecto a eso de la mierda y la cerveza.... tiene un punto a favor de mi parte aunque aclaro: tampoco he probado la mierda pero seguro sabe a ese trago de cerveza ajajaja un saludote men!!!!