martes, agosto 28, 2007

Ajá

Estoy hasta la madre de observaciones sociológicas. Me dan hueva. Sobre todo porque no soy capaz de evitar hacerlas. Ni modo. Es que… Pudiera pensarse que las cifras macroeconómicas son el mejor indicador del desarrollo de una nación. Sin duda, hay razones para ello. Pero enfocarse sólo en lo anterior constituye un error brutalmente garrafal. Habría que desplazar la mirada y contemplar otras aristas, para tener un panorama más certero. Una de ellas, quizá la más adecuada, radica en observar y ponderar aquellos temas que resultan más escandalosos para una sociedad. O dicho de otro modo, en considerar la pérdida de la capacidad de asombro como un síntoma del subdesarrollo. La relación entre el grado de desarrollo y el escándalo es bastante sencilla: entre más insignificantes, más triviales, sean las temáticas que escandalizan a la gente, se hace visible un menor grado de desarrollo. Si se atiende a lo anterior, se abre un panorama bastante más complejo, es decir, se rompe la primacía economicista. Así, por ejemplo, hace unos meses, en Argentina por poco y destituyen al presidente cuando hubo una leve ola de secuestros. Apenas unos cuantos. En cambio, en nuestro país, los secuestros son el pan de cada día. En Gran Bretaña la sociedad está indignada por el asesinato de un niño de 11 años. Para los Estados Unidos —quizá el país con el mayor índice de subdesarrollo, visto en estos términos— el escándalo seguramente consistirá en que la sociedad inglesa se escandalice por algo que en Norteamérica ocurre cada tercer día.

Pinches gringos.

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