martes, enero 13, 2009

Poder

Contrario a la creencia de que el poder es inalcanzable, es preciso aclarar que éste no está en ninguna parte y por ende está en todas. Más que un elemento sustancial, una esencia, es una relación social marcada por la historicidad, es decir, que se transforma a lo largo del tiempo. En principio alude a un entrecruzamiento de dos aspectos fundamentales: el mandato y la obediencia. Ahí donde confluyan tales elementos estaremos siempre frente a una relación de poder. El Uno manda; el Otro obedece. La historicidad del poder radica en dos procesos cruciales. Por una parte se tiene la institucionalización de un conjunto de normas, prácticas, modos legales de ser y hacer, cuya vigencia cambia entre épocas, entre sociedades. Por otra parte está la construcción de una serie de símbolos que tiende a profundizar la brecha entre lo Uno y lo Otro, alejando aparentemente el poder. Este alejamiento casi siempre es de corte autoritario. Ello en el sentido de que implanta e impone la idea de que el poder detentado por el Uno es inasequible para el Otro. Como si ese fuera el orden natural de las cosas. Hay en esto, evidentemente, un mecanismo ideológico que nos obliga a repensar tanto la capacidad que se tiene para contrarrestar el poder, como la pertinencia de una noción que se perfila como “antigua y superada” (la ideología). 

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