martes, junio 24, 2008

De música ligera

Hace mucho que la música no me producía tanto placer. Y en las últimas semanas, el gozo me ha tocado por partida doble. En primer lugar, recientemente llegó a mis manos la producción de Ximena Sariñana, titulada Mediocre. Como era de esperarse, mi primera reacción fue el escepticismo. Antes de prestarle atención, el disco reposó en mi escritorio por varios días. Por alguna estúpida razón, pensé que probablemente sería una burda imitación de Belinda o de alguna artistucha de esas prefab. Hasta que una madrugada, aburrido de leer, se me ocurrió buscar algo de esta niña en YouTube. Tras un desganado click en el primer link que arrojaron los resultados, bam. Shock. Bam again. Rewind. En la pantalla aparece una chica de pelo corto, con lentes enormes, una blusa café, sin mangas, divirtiéndose enormidades, dejando que la síncopa la penetre por todas partes. What a freak, pensé. Lovely. Luego de la primera gratísima impresión, fui por los audífonos (la experiencia me ha hecho saber que aún cuando tengo cerrada la puerta de mi estudio, las tres de la madrugada no son la mejor hora para escuchar música a un volumen considerable), y una vez cierto de que me había despabilado, puse más atención en la voz. What a feeling. Qué Belinda ni qué la chingada. Esta niña tiene algo. Click en el siguente video. Una versión jazzeada de El Triste, de Roberto Cantoral. Es cierto que no es la interpretación más afortunada de este tema. Pero cómo lo goza, la Sariñana. Finalmente, una (ésta sí, genial) It don’t mean a thing (if it ain’t got that swing), de Duke Ellington y The man I love (la cual sólo se la he escuchado a Ella Fitzgerald). Para entonces, el escepticismo se había disipado por completo. Pump up the volume, dude. Y entonces, puse Mediocre. La primera vuelta me dejó más que satisfecho. Las siguientes han sido, cuando menos, muy placenteras. Digo, no sé cuántos años tenga esta niña, ni me interesa. Lo que presenta es un producto más o menos maduro. A pesar de que la mayor parte de las piezas que componen el disco tienen una estructura muy básica, muestran cierta profundidad, un aroma añejo, que deja entrever los reflejos de un alma vieja (más allá del pop fácil). Y la voz. Deleita. No es única, y en ocasiones es muy similar a (guess who). Y sin embargo [se mueve]. En algún lado me pareció leer que la chica en cuestión participa de lleno en la composición de sus temas. Si es así, esto es un plus. En fin, lo verdaderamente importante es que, cosa rara ahora en esta época de post-rock atormentado y sí, verdaderamente mediocre, Sariñana se divierte con la música, la goza, y en este sentido, se convierte en el vehículo del goce del Otro. Tarea nada fácil.

Por si esto fuera poco, en días pasados vi, luego de postergarla un par de semanas, la peli titulada Into the Wild. Esta cinta dirigida por Sean Penn tiene un par de momentos brillantes, y una fotografía espectacular. Desde mi punto de vista, la dirección es impecable, y ello queda demostrado en la medida en que Penn logra convertir un guión terriblemente predecible y plano, en una obra bastante aceptable. Más allá de la posible pseudocrítica cinéfoba que pudiera emitir este simple ovejero, lo que realmente me impactó fue el soundtrack. Me parece que es el primer disco en solitario de Eddie Vedder. Sin duda, este señor tiene larga vida más allá de Pearl Jam. Luego de que terminó la película, ya de madrugada (¿por qué casi todo lo bueno me pasa justo en esa hora del día?) me empeñé minuciosamente en buscar y bajar el disco. Uf. Otro golpazo. Puro goce. Definitivamente, tendré que comprar el original. Todos y cada uno de los quince cortes (según dicen, el disco original trae solo doce, pero vivo que soy, también bajé los bonus tracks) valen la pena y se sostienen por sí solos. El conjunto, desde mi nada humilde perspectiva constituye, lo que se dice, una joyita auditiva. El toque folk, la voz aguardientosa y desafinada de Vedder hacen de la escucha de este disco un trip bastante ligero, sumamente refrescante. Sobre todo si uno se plante frente al nada, nadita, nada agradable panorama musical contemporáneo, en el que los “ídolos” son gueyes con mascaritas de conejo que muy apenas saben tocar una guitarra. Asco.

In extremas res

Justo cuando terminaba de escribir estas líneas, por puro accidente, descubrí a The Detroit Cobras. Tengo apenas unas cinco canciones, y todas, absolutamente todas, me han resultado muy divertidas. Desde luego, no son mi estilo (sobre todo si pensamos que yo soy un tipo al que Pig Destroyer le parece una de las bandas más innovadoras de la última década), sino que se acercan más al lado de Laclau. No obstante, Sariñana, etc.

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