Tengo a la mano el artículo de Ciro Gómez Leyva, titulado:
“¿De qué tamaño es la «protesta juvenil»?, publicado el lunes 21 de mayo en Milenio. En lo básico, la idea que
expone Gómez en su columna intenta minimizar la manifestación del 19M,
realizada por lo menos en 15 de las ciudades más importantes del país. Desde
luego, sólo presta atención a las cifras contabilizadas en el Distrito Federal,
y concluye: “Diez, 20, 40 mil un sábado no es gran cosa […] o la protesta
juvenil es todavía pequeña, o no le interesa tomar las calles…”. Más allá de la
inevitable sonrisa irónica y burlesca que provoca la lectura del texto al que
me refiero, me parece necesario esbozar algunas precisiones en torno a éste.
Aclaro que no me interesa cuestionar ni la calidad moral, ni las filias
políticas del afamado columnista. Ésas se sostienen (o se derrumban) por sí
mismas. Tampoco me interesa ensalzar a uno u otro candidato. Las preferencias
políticas, igual que los medicamentos milagrosos, son responsabilidad de quien
los recomienda y los usa. Lo que me atañe es la prácticamente nula potencia
argumentativa que se desprende de las afirmaciones de Gómez. En principio, si
al conocido tercergradista le parecen pocas las cerca de 100 mil personas que
salieron a manifestarse el sábado pasado en buena parte del territorio nacional,
bastaría recordarle que los resultados electorales del 2006 se decidieron por
una cantidad que no era demasiado diferente a ésa. Bajo tal óptica, ¿será que
la “protesta”, como insiste en entrecomillarla Ciro, no es “la gran cosa”? ¿Realmente
a los jóvenes que se manifestaron no les interesa tomar las calles? Basta darse
una vuelta por YouTube, Facebook o Twitter para encontrar que las imágenes y
videos aglutinados alrededor del hashtag #YoSoy132 indican algo muy diferente a
lo planteado por Ciro.
Claro, si se acude al recurso barato de
contrastar la cantidad de personas que expresaron su desencanto, con los escasos
movimientos en las cifras arrojadas por las encuestas, es fácil esbozar el
ingenuo argumento que alude al poco impacto de movilizaciones como la del 19M.
Pero, como bien debería saberlo Gómez, existe un mundo que va más allá de la
representatividad estadística: en el análisis del campo político se requiere,
también (y sobre todo) comprender la significación social de los procesos que
tienen lugar en la esfera pública, en el ámbito del mundo de la vida, por
decirlo habermasianamente. En otras palabras, es preciso, hoy más que nunca, abrir
la mirada y reconocer la necesidad de evaluar la acción colectiva y la
movilización social con otros indicadores, desde otras lógicas. Ya no es
suficiente pensar la movilización social en términos numéricos (como lo hace
Ciro, cuya mirada teórico-analítica parece haberse quedado en los sesenta del
siglo pasado). Hoy se requiere evaluar el impacto de este tipo de movilizaciones,
su eficacia, en términos de la capacidad que éstas tienen para colocar temas en
la esfera pública, para hacer visibles tales temas, para convertirse en
instancias productoras de sentido. Así, lo político se subjetiva en la medida
en que la subjetividad se politiza, y emergen nuevos lugares en los que todo ello
se condensa. Hoy, lo político interpela a sectores que antes eran pensados como
apáticos por naturaleza. Hoy, las tácticas y estrategias implementadas por
quienes se movilizan tienden a reconfigurar el campo político en sí. ¿Realmente
es eso “poca cosa”?
Ahora bien, supongamos por un momento que
100 mil personas no son “la gran cosa”, como insiste en afirmar Ciro. Pero eso
¿significa que actos como el del 19M no resuenan entre la sociedad? Bastaba con
recorrer los espacios públicos cotidianos, al día siguiente, para darse cuenta
de que se cumplió con el objetivo, es decir, colocar el tema en la voz de los
ciudadanos: en cafés, puestos de tacos y fritangas, abarrotes, restaurantes, tiendas,
plazas, centros comerciales, etc., la marcha estaba en boca de prácticamente
todos. Si lacanizamos el asunto, puede decirse que el #YoSoy132 salió de la
virtualidad imaginaria y se desplegó por completo en el espacio real y en el
espacio simbólico. ¿Acaso Ciro no alcanza a observar el efecto que ello produce
en términos de la capacidad reflexiva y deliberativa de los sujetos? ¿En serio
la producción de condiciones de posibilidad para la construcción de ciudadanía, en el menos
peor de los sentidos, no es “la gran cosa”? Pero no sólo eso, que de suyo es ya
meritorio. El 19M tuvo repercusiones además en otros ámbitos. Pensemos por
ejemplo en lo que significa que buena parte de uno de los sectores más
privilegiados (i. e. universitarios de escuelas privadas, situados en la clase
media), minoría si se quiere, exprese con tanta pasión su desencanto, su descontento
con respecto a la política formalmente instituida. Ello no es un asunto menor,
sino sintomático del malestar que atraviesa buena parte del tejido social. Si
esto ocurre en dicho sector, ¿qué puede inferirse acerca de lo que se piensa y se
siente en otros estratos sociales menos favorecidos? No es descabellado pensar que
entre buena parte de los jóvenes existe la percepción de que “no hay futuro”,
de que las oportunidades a las que podrán accederse en los años por venir
están, por lo menos, ocluidas. ¿Acaso Ciro no alcanza a percibir el conjunto de
núcleos problemáticos y de riesgos sociales que se ponen de relieve? ¿En serio
piensa que eso no es la gran cosa?
Por último, pero no por ello menos
importante: el 19M puso en evidencia a los medios de comunicación
tradicionales. Éstos se mostraron, primero, como un mecanismo que administra a
cuenta gotas la información, que opera de maneras misteriosas para, parafraseando
al entrañable Foucault, (re)producir una versión de la Historia (la que a ellos
más les conviene). Y al mismo tiempo, postuló una realidad inédita, emergente,
cuyos contornos liminares están apenas dibujándose en este país: la realidad de
las redes sociales virtuales y la potencia(lidad) de éstas. No es difícil
pronosticar las repercusiones y efectos de todo ello en lo que alude a la
arquitectura de la esfera pública, a la construcción del campo político. Vaya,
incidirán incluso en la configuración de la propia subjetividad (política).
Insisto, la movilización social contemporánea es, también, un lugar de
producción de sentido, de significados. He ahí su éxito (o su fracaso). Es
todo, menos poca cosa. Vaya tino tan incierto el de Ciro. En fin, no sé si a
estas alturas haya elementos suficientes para señalar que el “efecto Ibero”, el
19M (y lo que le antecede/y lo que de ahí siga) equivale a una especie de
“Verano Mexicano”, homólogo de la ya famosa “Primavera Árabe”. Pero sin duda,
lo que es cierto es que resulta por lo menos un exceso, una ingenuidad frívola,
la intención de aseverar que todo ello “no es la gran cosa”. Aún incluso bajo
los criterios numéricos desde los que este tercergradista intenta restarle
fuerza a las expresiones juveniles de los últimos días. No se equivoque, Sr.
Gómez, y afine la mirada. Atrévase a pensar fuera de la caja. Y como lo he
dicho ya en otro lado: Y sin embargo, a
pesar de todo, la juventud se mueve.
2 comentarios:
Tan de acuerdo que escribo este comentario demostrando mi empatia, justo miraba tercer grado ayer, y exponian acerca de lo que paso en la ibero que no era posible que el pri a la menor provocacion asomara la cola de dinosaurio y su mentalidad cuadrada. Asi mismo aplica para ese circulo de periodistas, que parece que no ven mas alla que lo que marcan las encuestas, o los trending topics sin acceder a su contenido, solamente informan sin informarse y pensar que en un tiempo yo lo tenia como referente del periodismo etico y responsable.
Tan de acuerdo que escribo este comentario demostrando mi empatia, justo miraba tercer grado ayer, y exponian acerca de lo que paso en la ibero que no era posible que el pri a la menor provocacion asomara la cola de dinosaurio y su mentalidad cuadrada. Asi mismo aplica para ese circulo de periodistas, que parece que no ven mas alla que lo que marcan las encuestas, o los trending topics sin acceder a su contenido, solamente informan sin informarse y pensar que en un tiempo yo lo tenia como referente del periodismo etico y responsable.
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