Frente al texto "Mapa repentino de la locura", de Rafael Pérez Gay (y frente a otros doscientos cuarenta y cinco, de distintos autores), lo confirmo: cada vez que escucho/leo cualquier canto a las horripilantes maravillas de la capital, se me cuela en el cuerpo un fuerte ataque de cariño provinciano. Claro, no tenemos
Una región más transparente porque no nos hace falta. Aquí puro
Llano en llamas, sí señor.
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