En días pasados, La
Jornada encabezó una de sus notas como “Un gran futuro nos espera a los jóvenes”. Al principio esbocé una sonrisa puesto que pensé que era un
comentario sarcástico, una broma, o a lo sumo un error de redacción (creí que
hacía falta un “no” antes del “nos”). El equivocado era yo. Entonces, la
sonrisa irónica que se me había dibujado en el rostro se transformó en recelo. ¿Por
qué? Esto fue así debido a que el encabezado sintetizaba la opinión emitida por
José Manuel Romero Coello, actual director del Instituto Mexicano de la
Juventud. Parece ser que ése será el tono del discurso oficial esgrimido por la
institucionalidad vigente. Y vean si no hay motivos para la estupefacción: para
dicho funcionario, en nuestro país “No hay un panorama sombrío para los jóvenes
[… éstos] deben empezar por ser empresarios, a hacer sus propias empresas y
negocios, y cambiar la cultura de que ‘uno tenga que vivir del gobierno’”.
El recelo se transformó, sin más, en pasmoso
asombro e incredulidad.
No sé a ustedes, pero a mí no me queda
claro si la declaración del Sr. Romero es cínica, ingenua, o se refiere a Finlandia
o a Suiza. En este sentido, una
respuesta un tanto visceral a afirmaciones como las emitidas por el director
del IMJUVE implicaría argumentar apasionadamente en torno a, por ejemplo, la
visión estereotipada desde la que se mira al joven desde las instituciones, y
cómo desde dicha mirada se presenta una oferta homogénea (pseudo-empresarial,
basada en la lógica del “changarrito”) que anula la enorme diversidad de demandas
juveniles. También podría discutirse acerca de cómo las soluciones “propuestas”
por Romero en materia de “política de juventud” son cortoplacistas y miopes,
puesto que al centrarse solo en la incentivación de la iniciativa privada dejan
de lado temas fundamentales como el incremento de oportunidades educativas y la
ampliación de los espacios de toma de decisiones en los que pueden incidir los
jóvenes. Podría decirse, pues, que detrás del “dejar de vivir del gobierno”
sugerido por Romero, se intuye un terrible abandono por parte del Estado, una
retirada del terreno de sus obligaciones. Más aún: si uno lee la reciente
incorporación del IMJUVE a la Secretaría del Desarrollo Social a la luz de las
palabras del director de este Instituto, el asunto se torna aún más grave. En
otras palabras, pareciera que de acuerdo con lo dicho por Romero, se dejará a
los jóvenes a su suerte, para que aprendan a no “vivir del gobierno”. Tómala. Macanazo
duro y a la cabeza. ¿Y la responsabilidad del Estado, ‘apá? En fin, detrás de
lo dicho por Romero se intuye que aquellos con potencial empresarial, serán
salvos. El resto, simples externalidades. Que los engulla el mercado. Darwinismo
social. ¿A qué les suena?
Pero bueno, esas serían las respuestas
ancladas en la afectividad. Hagamos un poco a un lado el apasionamiento. Para
rebajarle un tanto a la visceralidad del párrafo anterior, basta remitir a un
par de datos (oficiales, por cierto). Éstos, sin duda, ilustran con fría
precisión que, efectivamente, el
panorama que se le presenta a buena parte de los jóvenes mexicanos es, en el
presente y en el futuro, cuando menos sombrío. Veamos:
·
De acuerdo con el CONEVAL, el mercado laboral en
México se caracteriza por niveles de productividad que son, por decirlo de
manera amable, bajos. A esto se suman salarios exiguos y falta de
competitividad. ¿Acaso invitar a los jóvenes a poner su “changarrito” no
implica también una invitación a incorporarse a las filas de la informalidad o
del crimen organizado? Recordemos que el número de empleos creados entre 2008 y
2012 ha sido insuficiente para que los jóvenes que se incorporan el campo
laboral encuentren opciones dignas.
·
Por otro lado, hace un par de años, sólo 66 % de
los jóvenes de entre 15 y 17 años asistían a la escuela, mientras que apenas el
28 % de quienes tenían entre 18 y 25 años ocupaban un lugar en alguna
institución educativa. La cantidad de personas que NO tiene acceso a algún tipo
de oferta escolar es, cuando menos, brutal. BRUTAL. ¿Bastan changarritos? Si a
lo anterior se incorpora la variable del ingreso, el problema se acentúa aún
más: entre menos se gana, menos niveles educativos se alcanzan. Un botón: 27 %
de los jóvenes indígenas es analfabeto; solo el 1 % de esta población logra
acceder a la educación superior. Y no son cifras inventadas. Las arroja el
CONEVAL. ¿Debemos apostar por “changarreritos” en lugar de implementar procesos
educativos de fondo y de amplia envergadura? Según Romero, parece que sí.
·
También hace un par de años, la población menor
a 18 años en situación de pobreza ascendía a la escalofriante cifra del 53.8 %.
Dicho de otro modo, en el país hay más de 20 millones de niños/jóvenes, que
tienen un presente y un futuro desesperanzador. ¿Les bastará con convertirse en
empresarios de “changarro” y “carrito sanduichero” para tener un “ gran futuro”?
Ojo: según CONEVAL, estamos hablando del grupo con mayor porcentaje de pobreza
en el país.
·
Por otro lado, de acuerdo a lo señalado por la
UNICEF, puede decirse que por lo menos hasta 2008, casi tres millones de
niños/adolescentes trabajaban a la par de que asisten a la escuela (1 de cada
tres hombres; 1 de cada 8 mujeres). Si solo se considera a aquellos que no
asisten a la escuela, el problema se acentúa (dos de cada tres niños; una de
cada tres niñas). ¿A dónde conduce lo anterior? A un entorno laboral en el que
los jóvenes se enfrentan a trabajos mal pagados, peligrosos, y con altos
riesgos de explotación. Recordemos que según estimaciones de la UNICEF, en el
país hay cuando menos 16,000 infantes (niñas en su mayoría) que son víctimas de
explotación sexual. ¿Podemos afirmar tajantemente que les espera un “gran
futuro”? Se necesita mucha sangre fría para afirmar lo anterior.
·
A lo anterior hay que sumar que en el 2012 en
México la tasa de embarazo adolescente era de 69 por cada mil, mientras que en
Perú era de 52, en España de 12, en China de 9 y en Alemania de 7. Y va a la
alza. Esto lo dice la Secretaría de Educación Pública a través de su Programa
de Becas de Apoyo a la Educación Básica de Madres Jóvenes y Jóvenes
Embarazadas, no yo.
·
Ahora bien, según el Consejo Nacional para la
Prevención contra Accidentes (CONAPRA) se pone de relieve que los homicidios fueron
la principal causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 29 años. En otras
palabras, más del 45 % de los jóvenes que mueren en México están siendo
asesinados. Cuando esto no es así, se observa que prácticamente la otra mitad
(44 %) muere en accidentes automovilísticos o de plano opta por el suicidio. ¿Será porque tiene ante sí un “gran futuro”?
En fin, la fría y desesperanzadora estela
de datos desglosada aquí a botepronto podría seguir y seguir durante varias
cuartillas más. Pensemos por ejemplo en el asunto del crimen organizado, en los
procesos discriminatorios, en los atentados a los derechos humanos, en el
delito de portación de cara que sufren los jóvenes a lo largo y ancho del país,
etc. Insisto, la lista es enorme. Pero creo que con lo expuesto más arriba se
ilustra con cruda precisión lo [coloque
aquí el adjetivo de su preferencia] de las afirmaciones emitidas por José
Manuel Romero Coello. Me preocupa sobre manera lo que a la larga será el
contenido de lo que dicho funcionario señala como “políticas de juventud”. No
me cabe duda que el futuro (y el presente) para amplios sectores de la juventud
mexicana es, por decirlo à la
Valenzuela, evanescente. Terrible y ominoso, cuando menos. Un laberinto del que
difícilmente se podrá salir con estrategias como las que, parece, serán el
núcleo de la política de juventud por venir.
Qué tristeza que en un país como el
nuestro duela ser joven.
PD. 1
Dejo la pequeña lista de los enlaces que me permitieron
recopilar esta información. Sé que es mucho pedir, pero ojalá que el Sr. Romero los consulte, para que se
documente un poco antes de emitir declaraciones. No se tarda más de quince
minutos.
PD. 2
Por favor, no recurran al pseudo-argumento facilista que
indica que las cifras a las que aludo son de hace un par de años y que hoy el
futuro es completamente otro. No exhiban su [beeeeeep].