jueves, octubre 27, 2011

¿Globalidad vs identidad? De cuando desperté, y el espectro seguía rondando por aquí… [1]

A diferencia de lo que ocurre en las presentaciones de libro que transcurren de manera más o menos tradicional, no pretendo glosar el texto que hoy nos entrega el Dr. Romero Montalvo. Mi estrategia es otra, puesto que no quiero arruinarle la sorpresa a quien todavía no lo ha leído. Más bien, me gustaría comenzar invitándolos a imaginar a un hipotético lector contemporáneo, liberal e ilustrado, que se acerca por primera vez al Manifiesto del Partido Comunista. ¿Cuál sería la reacción de este quimérico lector? En un texto cuyo título bien podría traducirse como “El espectro sigue rondando por aquí”, Slavoj Žižek[2] nos ofrece algunas posibles respuestas a esta pregunta. Este entrañable esloveno señala que la primera reacción de dicho lector sería de extrañeza. Así, por ejemplo, aduciría cualquiera de las tres críticas que con más frecuencia se le hacen a Marx y sus secuaces: 1. El marxismo está agotado; quizá fue relevante durante el siglo XIX, pero tiene poco qué decir en una sociedad post-industrial. 2. El marxismo está muy bien en teoría, pero una vez puesto en práctica ha dado como resultado tiranías, genocidios, terror, etc. 3. El marxismo es determinista, y postula que hombres y mujeres son sólo herramientas de la Historia, y los despoja de su individualidad y de su libertad. "Marx estaba equivocado" —sentenciaría lapidario y con desdén nuestro lector, mientras cierra y olvida para siempre el Manifiesto.

Me interesaba plantear este ejercicio porque, en última instancia, nos invita a reflexionar en torno a, por ejemplo, las razones que expone Terry Eagleton en su obra más reciente, en la cual se argumenta por qué Marx estuvo desde siempre en lo correcto. Por supuesto, no me interesa caer en la ingenuidad de intentar dilucidar por qué el marxismo resulta pertinente hoy, puesto que eso produciría una serie de atolladeros sin salida. Más bien, más que traer al marxismo decimonónico a nuestro presente, se precisa interrogar al presente desde una perspectiva marxista sólida, capaz de distinguir entre una interpretación ideológica de nuestros núcleos problemáticos, de una interpretación ideologizada de la actualidad. Desde hace quizá poco más de una década es posible encontrar una cantidad significativa de material, uno bueno y otro no tanto, que se interesa por reflexionar en torno a lo anterior. Entre mis preferencias personales destacan el texto ya mencionado de Terry Eagleton, publicado este año; El Marx desconocido, de Takahisa Oishi (2001); Marx para una era post-comunista, de Stefan Sullivan (2002); o Marx a través del post-estructuralismo, de Simon Choat (2010); y vaya, hasta el ¿Por qué leer a Marx hoy?, de Johnnatan Wolf (que es un poco como un texto de Martha Harneker, pero bueno, vale la pena).

En este contexto, el trabajo que hoy nos convoca se inscribe dentro de la cauda de intentos por explorar las potencialidades transformadoras del pensamiento marxista. En su obra más reciente, el Dr. Romero Montalvo coloca sobre la mesa de análisis el encontronazo producido por dos perspectivas paradigmáticas fundamentales: la globalización y la identidad. En este sentido, y mostrando un conocimiento profundo del herramental conceptual marxista, la obra del compañero Salvador se involucra en una tarea necesaria (y me atrevería a decir, urgente), puesto que sitúa al capitalismo en el centro de la crítica y del análisis. Cabe decir en este punto, que considero que toda reflexión teórica en torno al campo político-ideológico es en sí misma una intervención política. Identidad vs globalización, del Dr. Romero Montalvo, debiera leerse bajo ese marco, es decir, como una subjetivación de la política en la misma medida en que constituye una politización de la subjetividad. En otras palabras, hoy que el sistema hace agua, y que está prácticamente en una fase agónica, se precisan con urgencia esfuerzos que inviten a dibujar los contornos del horizonte próximo, que contribuyan a esbozar el nuevo presente, y que se involucren en la espinosa tarea de pensar el futuro. Claro, asumiendo los brutales riesgos, teóricos y empíricos que esto conlleva. Quienes se comprometen con esta tarea están obligados a hacerse cargo de las consecuencias. Seguramente algunos de los aquí presentes saben de lo que hablo.

En fin, continuemos con el texto que nos ofrece el Dr. Romero Montalvo. El canon sugiere que frente a todo fundamentalismo, como el de la globalización de corte neoliberal, se precisa anteponer la multiculturalidad. Pero, ¿realmente será así? ¿Acaso el gran riesgo de lo multicultural no radica en que en la medida en que se apela a ello también se tiende a despolitizar la economía? ¿En realidad esa especie de “tolerancia muticulturalista” no tiene detrás el supuesto de que habitamos y estamos habitados por una era post-ideológica, en la que ya se han superado las discrepancias entre izquierdas y derechas, entre dominados y dominadores? Aún cuando la obra del Dr. Romero Montalvo no se hace esas preguntas, sí se esfuerza por encontrarles respuesta. Y para ello, postula, a contracorriente del canon, que es precisamente en la identidad como sustentación de la historia en donde es posible encontrar rasgos para organizar el proyecto de vida de la humanidad. Salvador efectúa una densa crítica al estrecho vínculo entre saber y poder, el cual, desde su perspectiva, ha legitimado los procesos de dominación esgrimidos por lo que él denomina, “el pensamiento burgués del imperio capitalista desarrollado”. Frente a la globalización, más identidad, nos dice el Dr. Romero; frente al saber burgués, más saber revolucionario. De modo que el autor suscribe claramente la tesis marxista que sugiere que la Revolución debería ser mundial, e instrumentada por los intelectuales y el proletariado politizado. Mientras que Marx colocaba a los artífices de la Revolución en el seno de los países más desarrollados, el Dr. Montalvo nos confronta con las brutales desigualdades entre los países ricos y pobres, por lo que él sitúa el liderazgo en los espacios bolivarianos de la América más Latina, en donde, y cito: “está surgiendo el proyecto de la esperanza para la humanidad”. Entre paréntesis, estas ideas nos obligan a interrogarnos a nosotros mismos acerca de lo que significa hoy ser revolucionario. Pero esa es una cuestión que sobrepasa los límites de esta reunión.

Ahora bien, es inevitable arrojar la propia subjetividad sobre los textos a los que uno se acerca. En consecuencia, uno tiende a aferrarse a las afinidades que producen los argumentos expresados por el autor, en este caso, el compañero Salvador, pero también a expresar con claridad las diferencias. No cabe duda que el trabajo presentado por el Dr. Romero Montalvo dibuja una perspectiva esperanzadora que busca ofrecer respuestas a los núcleos problemáticos más densos que atraviesan nuestra contemporaneidad. Mi perspectiva, a diferencia de la del colega Salvador, es más pesimista y cínica. Desde luego, yo creo, con fundamento, que hoy más que nunca se requieren esfuerzos cruciales para repensar y transformar el mundo. Marx, sin duda, ofrece herramientas esenciales para llevar a cabo esta tarea. Pero no sin que antes medie una severa crítica que permita sortear el riesgo de caer en apologías facilistas, y una puesta en diálogo con autores que, sin duda, el Dr. Romero Montalvo colocaría dentro de lo que él llama “productores del pensamiento burgués”. Yo todavía creo hoy más que nunca resulta esencial hacer una lectura del componente afectivo en Marx a través de los ojos de J. F. Lyotard; me parece fundamental redactar la historia del presente, es decir, efectuar una lectura de Marx desde la mirada de Foucault; considero necesaria, urgente, la exploración del significado del ser revolucionario hoy, o mejor dicho, de leer a Marx a través de Gilles Deleuze, o de Žižek. Hago mío en consecuencia el manifiesto con el que Castells cierra la introducción del segundo tomo de su obra acerca de la sociedad red —el cual, a mi modo de ver, alude a, y resemantiza las posibilidades del marxismo—: creo en la racionalidad y en la posibilidad de apelar a la razón, sin convertirla en diosa. Creo en las posibilidades de la acción social significativa y en la política transformadora, sin que nos veamos necesariamente arrastrados hacia los rápidos mortales de las utopías absolutas. Y sí, creo, a pesar de una larga tradición de errores intelectuales a veces trágicos, que observar, analizar y teorizar es un modo de ayudar a construir un mundo diferente y mejor.

Así, puedo afirmar que uno de los aciertos del trabajo que nos entrega el Dr. Romero Montalvo tiene que ver con que pone de relieve que buena parte de los planteamientos de Marx siguen vigentes. Una de las grandes lecciones que pueden aprenderse de Identidad vs globalización implica una ardua tarea: la de tomar una postura, es decir, re–pensar las salidas al laberinto de las contradicciones inherentes al modo de producción capitalista. Desde mi perspectiva, la cual reitero como cínica y pesimista, me parece que una revolución mundial y proletaria es una posibilidad en extremo lejana. Pero considero que la emergencia de nuevas formas de movilización social es un claro indicativo de que algo está en marcha. En este sentido, no me resta más que invitarlos a leer el texto del Dr. Romero Montalvo. Es una obra provocativa y ya sea que estén de acuerdo o en desacuerdo con lo que ahí se argumenta, es seguro que no podrán permanecer indiferentes. Para terminar recurro a las palabras de Žižek, cuando señala al respecto que éste es el punto en el que la izquierda no debe ceder: debe preservar las huellas de todos los traumas, sueños y catástrofes históricos que la ideología imperante del «fin de la historia» preferiría obliterar; debe convertirse a sí misma en su monumento vivo, de modo que, mientras exista la izquierda, esos traumas sirvan como el motor de la acción colectiva. Esta actitud, lejos de confinar a la izquierda en un enamoramiento nostálgico del pasado, es la única vía posible para tomar distancia sobre el presente, una distancia que nos permita discernir los signos de lo Nuevo. En otras palabras, parafraseando el archi-famoso cuento de Monterroso, puedo decir que, aún con las afinidades y con las profundas diferencias que me genera el texto del Dr. Romero Montalvo, tengo la esperanza, junto con él, de que cuando despertemos, el espectro siga rondando por aquí.

Muchas gracias.



[1] Este es el texto que leí en la presentación del libro de Salvador Romero Montalvo, titulado Identidad vs globalización. Dos paradigmas encontrados, Editorial Ciencias Sociales, Cuba, 2011, el día 27 de octubre de 2011.

[2] Cft. Slavoj, Žižek. »The spectre is still roaming around!«, en http://www.egs.edu/faculty/slavoj-zizek/articles/the-spectre-is-still-roaming-around/.

miércoles, octubre 26, 2011

Efectivamente

Qué divertido es chatear con la gente del SAT. Hablan en acrónimos ininteligibles: FIEL, CIEFC, RFC... Yo les contesto: WTF, LOL, ETC.

lunes, octubre 17, 2011

Carta 45

Mi muy estimado Sr. Bauman,

Lo respeto mucho. Bueno, más o menos. Por lo menos me gusta cómo escribe, y tiene bastantes buenas ideas. Lo leo por afición a veces, y otras, por puritito morbo. Como hoy, en la entrevista que le hicieron recientemente para El País. Quiero decirle que me resulta por lo menos curiosa su puntada, señor Bauman, al señalar que la afectividad, lo emocional, es casi como un defecto, una falla del sujeto colectivo; como si ello fuera un elemento que debería ser erradicado de toda movilización. ¿Será que para usted, querido y entrañable polaco, la miseria del 15-M (y por extensión la del resto de las acciones globales que están teniendo lugar) es un desperdicio, una cuestión “apta para destruir”, pero “inepta para construir nada”?. Más razón y menos víscera, parece querer decirnos cuando afirma que “el 15-M es emocional, le falta pensamiento”. Insisto: resulta un argumento “curioso” (por decirlo suavemente) para alguien que ha hecho de la licuefacción un modus vivendi. El problema –el gran problema- de su argumentación baumaniana, señor Bauman, aquella que se despliega en la entrevista que le hicieron recientemente y que fue publicada en la edición de hoy de El País, radica en que tiene una raigambre que se hunde en las miradas más ortodoxas y tradicionales desde las que se observa a la acción colectiva, a la movilización social. Afirmar que la emoción resulta incapaz de construir cualquier cosa presupone a un tipo específico de sujeto, es decir, uno cuya racionalidad es inmensa, lo cual le permite un acceso transparente, sin mediaciones, a aquello que llamamos realidad. Ese sujeto, es más, digámoslo desde ya, ese Sujeto, así, escrito con mayúsculas, es el Sujeto Moderno par excellence, anclado en la Razón (también con mayúsculas), el arquitecto chimelesco de su propio destino, movilizador de recursos, dueño de una voluntad inquebrantable que le permite hacer coincidir su ser público con su ser privado. La mayor virtud de este Sujeto que nos dibuja en sus palabras, señor Bauman, es su potencia para desprenderse de toda emoción, de todo afecto. ¿Acaso la acción colectiva hoy debería estar conformada por un ejército de humanoides tipo Sheldon Cooper? Quizá, señor Bauman, ha visto ya demasiados capítulos de The Big Bang Theory.

¿Que el 15-M, esta especie de detonación de un movimiento de movimientos, es emocional? Claro que sí. ¿Que es horizontal y carece de liderazgos? Por supuesto. ¿Que su principal falla es la falta de pensamiento, la posibilidad de construir algo? Definitivamente no. (Hoy hay por ahí una cosa que se llama Google; le sugiero que googlié a Camila Vallejo). Esta conclusión, por demás apresurada, a la que usted llega, señor Bauman, tiene que ver con una lectura limitada, con una estrechez de miras, con un anclaje en pensamientos colonizados por el pasado. Reitero: conclusiones curiosas para alguien que ha hecho de la licuefacción su forma de vida. “Las gentes se sienten solas”, asevera usted, señor Bauman. Y desde luego, efectivamente, se sienten solas. Pero hoy comparten sus soledades. Más aún: comparten sus soledades en la esfera pública. Toman la calle y así transforman, desde ya, el campo político. Por supuesto, es preciso no sobredimensionar lo que está pasando. No hay una clase obrera que busca instaurar la dictadura del proletariado. Los mecanismos hoy son otros, señor Bauman. Lo que usted llama “emoción” no es sino otro de los rostros de algo que hemos estado extrañando desde hace un montón en el seno de la acción colectiva: la ideología, es decir, el pensamiento crítico. Es precisamente ahí, en aquello que usted ve como falla, como una gran falta, en donde se encuentra la riqueza, la potencialidad, del 15-M, del 15-O, y de lo que se acumule esta semana.

Atte.

I2 (de Igor y de Indignado).


PD

Aquí está la entrevista que le hicieron...

http://politica.elpais.com/politica/2011/10/17/actualidad/1318808156_278372.html