domingo, septiembre 05, 2010

Una loca película de narcos

Qué pésima película es El Infierno (Bandidos Films, 2010). Y dije pésima, no pesimista. Con ello me refiero a la dimensión estética del filme, no a su estatus ético (del cual también tengo serias dudas). Esta especie de supuesta sátira negra apunta a varios de los núcleos perversos y problemáticos de la realidad mexicana. Hurga en algunas llagas que sin duda son dolorosas y apestan a podrido. Nadie puede negarlo. El problema es el modo en que Estrada se acerca a nuestra realidad. La manufactura del filme dirigido y parcialmente escrito por el director (en colaboración con Jaime Sampietro) constituye un acto fallido en el más amplio de los sentidos. El guión no es sino una torpe sucesión de clichés que pone de relieve la más conspicua ausencia de ingenio o innovación; es un rumio constante de diálogos desafortunados y personajes brutalmente estereotipados. Basta imaginarse la intensidad de las mesas de trabajo llevadas a cabo durante la preparación del guión para comprender la función de patéticos relatores de lo obvio que ejercieron Estrada y Sampietro (y para entender, también, la estrechísima visión que éstos tienen con respecto a la violenta realidad de nuestro país): “Caray, ¿qué alias le pondremos al gordo Mata para que suene como un verdadero criminal? Ya sé, hablemos con Joaquín Cosío, llamémosle El Cochiloco; vistámoslo con tejana, cintos piteados, camisas horrendas de Versace, y llenémosle el cuerpo de oro e imágenes de Jesús Malverde. Sí. Y además, hagamos que en una de las secuencias finales haya un primer plano del escudo nacional bañado lentamente en sangre, mientras en el aire estallan fuegos artificiales; hagamos, también, que el clásico letrero verdeblancoyrojo de Viva México se caiga y se resquebraje. Voilà”. En fin, el desfile de figuras retóricas y estereotipos propuesto por Estrada es cansino (i. e. el hijo del capo mayor que oculta su homosexualidad bajo un disfraz de bravuconería; la consabidísima relación entre narco y política; la corrupción e ineficiencia policíacas; y así por el estilo). No cabe duda, los 145 minutos que dura la cinta nos colocan frente a la más pura expresión de la originalidad. Ajá. Que tristeza, pudiendo haber hecho una buena versión de Perros de Reserva, o de Doberman, Estrada eligió manufacturar Una loca película de narcos. Pffft.