miércoles, enero 28, 2009

Quién sabe

En tanto sujetos ¿estamos estructurados como un todo homogéneo y coherente a partir de los discursos hegemónicos que le dan corporeidad a nuestra sociedad, o nos reinventamos a diario mediante las acciones performativas/ficticias que desplegamos para el armado de nuestra identidad?

lunes, enero 26, 2009

¿Será?

Yo soy yo (y mi paredro)

sábado, enero 24, 2009

No cabe duda

Escribir no es otra cosa que intentar desesperadamente, a patadas y echando espuma por la boca, alcanzar  el tejido de la trama de la vida (esfuerzo completamente inútil). 

martes, enero 13, 2009

Poder

Contrario a la creencia de que el poder es inalcanzable, es preciso aclarar que éste no está en ninguna parte y por ende está en todas. Más que un elemento sustancial, una esencia, es una relación social marcada por la historicidad, es decir, que se transforma a lo largo del tiempo. En principio alude a un entrecruzamiento de dos aspectos fundamentales: el mandato y la obediencia. Ahí donde confluyan tales elementos estaremos siempre frente a una relación de poder. El Uno manda; el Otro obedece. La historicidad del poder radica en dos procesos cruciales. Por una parte se tiene la institucionalización de un conjunto de normas, prácticas, modos legales de ser y hacer, cuya vigencia cambia entre épocas, entre sociedades. Por otra parte está la construcción de una serie de símbolos que tiende a profundizar la brecha entre lo Uno y lo Otro, alejando aparentemente el poder. Este alejamiento casi siempre es de corte autoritario. Ello en el sentido de que implanta e impone la idea de que el poder detentado por el Uno es inasequible para el Otro. Como si ese fuera el orden natural de las cosas. Hay en esto, evidentemente, un mecanismo ideológico que nos obliga a repensar tanto la capacidad que se tiene para contrarrestar el poder, como la pertinencia de una noción que se perfila como “antigua y superada” (la ideología). 

domingo, enero 04, 2009

Se hace camino a (la) Andar(es)

A Laclau le cuesta entender por qué un sitio como la Plaza Andares puede convertirse en algo tan exclusivo y clasista. Para ella, la dichosa placita no es sino una burda imitación de cualquier mall gringo, al que se asiste en “chanclas” para ir a “chacharear”. Le sorprende ver jovencitas bulímicas y anoréxicas que jamás han saboreado la delicia de una buena orden de tacos de birria (o que de haberlo hecho, la vomitan enseguida); o soccer moms de cuerpo prefabricado diseñado para [y por] el amante en turno; todas listas para la pasarela: con garritas de diseñador y con la correspondiente actitud de modelo. Y creo que tiene mucha razón. Más allá de la cuestión estética (que vale la pena), el lugar es poco menos que una pálida sombra, un centro comercial norteamericano, pero región cuatro. A lo mucho una oda a lo gabacho, estandarizada y estéril, que no tendría por qué establecer diferencias de clase ni postular exclusividades. Salvo por un pequeño detalle: que no está en Estados Unidos, sino el Guacalajara, Jalisco. Lo cual ya dice mucho. Sobre todo, de nosotros los tapatíos. Pero bueno. Desde luego, es evidente que las distinciones de las que hablo son puramente simbólicas. El espacio de la Plaza es público, y ay de aquel que se atreva a negarle la entrada a alguien. De cualquier manera, es inevitable percibir que se erigen un montón de fronteras. Desde que uno entra al estacionamiento, es posible verificar que el lugar no está diseñado para un cualquiera (como yours truly). Se encuentra uno autos cuyos rines cuestan, solitos, lo que vale mi modesto carrito. Del desfile de marcas y modelos mejor ni hablemos, porque me pongo verde. Después, cuando uno entra a una de las tiendotas principales, se hace más claro que las diferencias de clase existen. Y que nosotros, como tapatíos, las favorecemos. Baste un ejemplo: la ropa para niñas que uno se encuentra fácilmente en Zapotlanejo, a precio de ganga,  en Liverpool o en El Palacio de Hierro cuesta hasta tres veces más. ¿Por qué no vamos a Zapotlanejo a surtir de garras a Lanaila? Porque es más cool decir que le compro su ropita en las tiendas de Andares. ¿Me explico? Así, si bien es cierto que el acceso a este lugar es irrestricto, la oferta tiende a configurar la demanda, a dotar de un perfil bien definido al consumidor al que está dirigido el sitio. Insisto, no es para cualquiera. O por lo menos no para un cualquiera como yomerito. En este sentido, no me cabe duda que la dichosa placita se convertirá (o a lo mejor ya es) en el lugar. En la onda. Supongo que cuando esté ocupada al cien por ciento será posible constatar lo anterior. Hoy todavía hay muchos locales vacíos, con promesas de próximas aperturas. Será cuestión de esperar y ver cómo poco a poco se norteamericaniza aún más la zona. De cualquier manera, me surge una duda. Bueno, dos. La primera tiene qué ver con el balance entre oferta y demanda. ¿En realidad la ciudad (o los habitantes del área donde está Andares) cuentan con los recursos económicos suficientes para sostener a los comercios establecidos? Intenté hacer cuentas, y calcular cuánto tiene qué gastar alguien para que un locatario pueda pagar la renta del local en un espacio tan exclusivo, y aparte obtener ganancias, pero ante las cifras astronómicas que me salieron, preferí desistir (porque la verdad sea dicha, todavía no soy completamente cínico y me dio harta indignación pensar que en la zona norte de Zapopan hay gente que no tiene ni para comer). Y la segunda pregunta se deriva de la primera. Si Andares no se convierte en un elefante blanco, y logra ser un éxito comercial, me cae que sería obligado investigar a quienes asisten y compran sus cositas ahí (por supuesto, no me refiero a la morrita clasemediera que va y se “endroga” hasta el tope para aparentar que vive bien, sino ya saben ustedes a quiénes me refiero), para ver de dónde obtienen el dinero. La explicación marxista es muy divertida (i. e. la explotación, el plusvalor, la ganancia, la propiedad de los medios de producción, etc.). Pero la respuesta escabrosa, es decir, la que tiene que ver con lavado de dinero, el narcotráfico, la trata de blancas, etc., es todavía más graciosa. Ojalá y alguna autoridad se atreviera a seguir esa pista. Segurito que por fin, darían pie con bola.