martes, octubre 16, 2007
Conversación (real)
—¡Claro que no! Yo sí estudié. —Le dije.
—Ah. ¿Y qué estudió?
—Cómo hacer y presentar estas vistosas figuritas y adornos de macramé.
—Con razón.
—Así es.
...
[silencio grillesco. aire denso]
viernes, octubre 12, 2007
Concubia Nocte
Miró la carátula de su reloj. Estaba rota. Con el último golpe que le había propinado al hombre, el minutero se había detenido en el minuto cincuenta. En su cara se dibujó una mueca (su mejor intento de sonrisa). Contempló el cuerpo inerme a sus pies. Lo pateó una vez más. Bufó. Ya todo había comenzado. Salió de la habitación y se dirigió a la de los gemelos. La madre aún permanecía amordazada en la silla del fondo. Ella había sido quien más trabajo le había dado. Pero ya todo estaba solucionado: ahora contemplaba horrorizada al hombre aquel, al dirigirse al cuarto de sus bebés, orando por un milagro que los salvara. Pero nada. El extraño se detuvo frente al espejo del corredor; éste le retornó una imagen monstruosa, deforme, de sí mismo. Palpitaba. Hizo una caravana teatral. Se sintió satisfecho. Disfrutaba atacar a sus presas. Bendita lucidez. Era un cazador y estaba de fiesta, feliz como un niño en una confitería. Luego, ocuparse de los gemelos fue más fácil. Bastó encender la luz para que ambos se paralizaran por el miedo. La pequeña fue quien recibió el primer golpe. El chico quiso gritar al ver que su hermana era arrojada de bruces contra la pared. Pero un martillazo en pleno rostro lo impidió. Ars adivinatoria, quiromancia, deducción imbécil: faltaba hacerse cargo de la mujer. Y también faltaba construir una cárcava para esconder los cuerpos. Mucho trabajo por hacer. Pero Él estaba al mando. Él era el productor del miedo. Aterrorizaba. Así que ella trabajaría. Una vez decidido esto, bajó hasta la cocina. Sacó unos chilaquiles del refrigerador. Les untó crema. Los metió en el microondas y luego se dispuso a cenar. Estaba melancólico, meditabundo. Afuera, una libélula perdida, (está emborucada, pensó) golpeaba una y otra vez la ventana.
Pubicado en Metatextos 2.0. El ejercicio fue muy interesante.
martes, octubre 09, 2007
Puro Madrazo
Es curioso. Al principio da un poco de pena ajena darse cuenta que Roberto Madrazo, ilustre ex candidato a la presidencia de nuestro lustroso país, hizo trampa en una maratón en días pasados en Berlín. «¿Cómo es posible?» Se pregunta uno. «¿En qué cabeza cabe?». Luego viene el enojo: «¿Trampa? ¡No mames!». Posteriormente llega al cuerpo un poco de indignación mezclada con algo más bien indefinible, muy cercano a la incredulidad: «¡Y en Alemania! De plano no se puede con esta gente», termina uno por decir. Pero poco a poco, todo ello deja de ser tal y se va convirtiendo en algo más, en algo sustancioso, más significativo, más propio y familiar. Así, el acto del tabasqueño deja de ser penoso y se transforma en un verdadero referente simbólico, en un excelente estandarte para una posible campaña política, puesto que condensa en sí la forma de ser de una nación entera. Los estrategas de ese señor deberán sacarle el mayor partido a los actos de su jefe. Seguro que no hay mexicano que no se identifique con ese chilanguísimo modo de ser.[1] Y si los hay, son pocos, y medio hipócritas. Si Madrazo hubiera hecho esto un poco antes de las elecciones de julio de 2006, de verdad que no hubiera perdido de manera tan estrepitosa la presidenta; por lo menos mi voto hubiera sido para él. Y estoy seguro que el de muchos ciudadanos también.
¿Por qué?
Es bastante simple. He estado leyendo tanto en blogs como en diferentes diarios muchas opiniones cargadas de encono, exacerbadas porque el ex candidato supuestamente nos “ha dejado en vergüenza frente al mundo”. “Si esos son los que se postulan como gobernantes, imagínate cómo es el resto de la población”, se lee por toda
Ajá.
[1] Por favor, que no se me malinterprete. Lo chilango es una forma de ser, que no [sólo] remite a las personas que habitan el defectuoso. Con ello me refiero a la bonita actitud de “me chingas o te chingo” que prevalece en buena parte del país. Así, hay chilangos originarios de Jalisco tanto como hay chilangos de Oaxaca o Chiapas o de cualquier parte de