jueves, enero 26, 2006

Heteronomías

«Ha aparecido en mí mi maestro», decía Pessoa —palabras más, palabras menos— al referirse a Alberto Caeiro. Sin duda, de sus más de setenta heterónimos (y de entre sus tres más conocidos) éste último es el más enigmático y espinoso, todo aquello que Pessoa no era, y quizá el núcleo desde donde se originarían, luego, las voces de Ricardo Reis y de Álvaro de Campos. Pessoa no se explica sin Caeiro al igual que Hitler no se explicaría sin Cristo. Hay en ello una especie de visión paralática, una actualización de la dialéctica en la que Caeiro y Pessoa sólo pueden estar unidos mediante un cortocircuito: no son dos entes separados, sino el anverso y el reverso de la misma moneda.
____Sin duda, la raíz poética de Caeiro evidencia la tremenda pesadez de la levedad de lo cotidiano. Pareciera que en principio, el ejercicio del oficio poético constituye, para Caeiro, una especie de vía dolorosa, un peregrinar errante, ineludible. Él no hace poesía; la poesía le ocurre a él: si Caeiro escribe porque padece, también padece porque escribe. Porque se escribe, porque se disecciona a sí mismo en cada palabra, debido a que se abre en diagonal en cada verso. La poesía lo atraviesa en la misma medida en que él atraviesa por la poesía. Y quizá esta apertura tenga como límite, como punto de contacto, la vida misma. Ésta es, tal vez, una posible clave de lectura para entender la raíz poética de este querido heterónimo: tal como decía Octavio Paz: Caeiro no cree en nada: simplemente existe

de esta manera o de la otra,

como si vivir fuese la obsesión más pura, una vía de acceso a algo intangible, al núcleo duro. La vida como una puerta. Y conexión de Caeiro con la vida no significa, siempre, una reconciliación. Más bien al contrario: es un proceso tortuoso, que por momentos lo aleja de la Razón, es decir, lo lleva bordeando el desfiladero de la locura, lo hace escribir

con tino o sin tino,


a veces a patadas y echando espuma por la boca, con un terrible dolor en el vientre. Desesperado. La poesía como un infierno histérico. ¿Será entonces que la verdadera cercanía con la vida, con lo Real de la vida, es en ocasiones horrenda? ¿Acaso más que librarse de las ataduras, la libertad no radica en reconocer precisamente una brecha irreducible y constitutiva de uno mismo? Pero en otras, cuando la distancia entre Caeiro y la vida se reduce, y sus palabras son certeras y dan en el clavo, le parece que ha logrado traducirse

diciendo a veces lo que pienso,

____Aunque esto no siempre es así. Escribir, para Caeiro, pone de relieve una especie de incompletud, que lo obliga a reconocer que sus ideas nacen en ocasiones limpias y transparentes, pero, inevitablemente también las ideas se abortan, nacen muertas unas, y

Otras a medias y con impurezas,


____A ello se suma una especie de impulso incontrolable, una obsesión que le obliga a reconocer la pesadez que le provoca la escritura, el contacto con eso que imbécilmente creemos que es la voluntad, la razón. Por eso a Caeiro no le es difícil decir:

Escribo mis versos sin querer,

aceptando la liviana cotidianidad del lenguaje, desmitificando al mismo tiempo el oficio del poeta/escritor. De modo que lo sitúa como un padecimiento, como algo que (le) ocurre sin desearlo. El heterónimo se deja habitar, pues, por el yugo de la poesía como una parte más de su identidad, de ese contacto con la vida que lo obliga a no pensar, sino a existir, como si la poesía no fuese una mentira,

Como si escribir no fuese algo hecho de gestos,
Como si escribir no fuese algo que me acontece,

Tan natural [¿pero acaso hay algo verdaderamente natural?]

Como tomar el sol si salgo.


____¿Acaso lo anterior no implica un posicionamiento radical que deja entrever que la poesía vive a Caeiro y no a la inversa, que ésta le emerge de manera visceral, más allá de toda Razón? De forma que el entrañable heterónimo nos aclara:

Procuro decir lo que siento,
Sin pensar en lo que siento,

Escribir sería entonces, para Caeiro, una especie de instinto, algo que forma parte de su existir. Para demostrarlo, se deshace del vínculo entre Razón [pensamiento] y Mundo [palabra], por eso nos dice:

Procuro encastrar las palabras en la idea,
Sin usar el corredor,
Del pensamiento a las palabras


Así,

tras mucho divagar mi pensamiento cruza a nado el río
le pesan los vestidos impuestos por los hombres

El pensamiento nada, fluye, vestido de la razón, como si ésta fuera su ropa, atravesando el río de los convencionalismos: la idea de un perro tiene que hacer referencia a un perro; las buenas costumbres nos dicen que es incorrecto decir perro y pensar en una mariposa. El río está ahí. Es esta pesada vestidura la que nos hace pesado el nado.

Por ello, lo más sensato es

Olvidar el modo de recordar que me enseñaron,

Borrar la tinta con que me pintarrajearon los sentidos

¿Acaso no es ésta una metáfora bellísima, en la que el sujeto es entintado por el color de la buena costumbre? Caeiro decide deshacerse de eso, y como un buen loco verdaderamente cuerdo, prefiere y procura olvidarlo. De modo que junto con el nos invita a

desencajonar mis emociones verdaderas

Luego de despojarse de todo lo sabido, Caeiro se concentra en lo visceral, en lo opuesto a la razón. Saca sus verdaderos sentimientos de dónde se los habían encajonado los mismos que le tachonearon los sentidos. ¿Quiénes son estos graffiteros de la mente?

Desembrollarme y ser yo –no Alberto Caeiro,
Sino un animal humano, un producto natural,

Pareciera que abrirse, desencajonar sus sentidos, sus verdaderas emociones, implica una reconciliación con la vida. Aquí puede aducirse que adoptar la locura es, entonces, el medio para encontrarse con aquello que es verdadero en uno mismo, en ese animal humano que es en Alberto Caeiro más que Alberto Caeiro mismo, es decir,

El argonauta de las verdaderas sensaciones,
Sabiendo claramente y sin que lo vea

Pero Caeiro llega a su fin, al retorno del viaje, a la destemplada vuelta a la realidad. Ser un animal y dejar de ser Alberto Caeiro es, sólo, ¡solo! Poesía, es decir, una mentira idiota. Amanece. Pueden verse ya las puntas de los dedos del sol. Pero y quizá más importante, hay una terrible vuelta al camino iluminado de la razón, al reconocimiento de que la locura sólo le era temporal, que el deseo de convertirse en animal humano era una quimera, y nada más. Nada más. Caeiro, poeta que se escribe a sí mismo a través de la poesía, quizá el más querible de los histéricos y el más histérico de los queribles. Pessoa no es nada sin Caeiro. Caeiro es. Y ya.

lunes, enero 23, 2006

¡Aguevo!



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viernes, enero 13, 2006

Esperanza

A primera vista, pareciera obligado enarbolar un sentimiento de indignación ante la designación del Dr. Simi(o) como candidato a la presidencia de la república por parte de Alternativa Socialdemócrata y Campesina. Sin duda, en los próximos días la crítica que se pretende mordaz aducirá que este movimiento constituye un golpe de estado no sólo al mencionado partido, sino a la política mexicana en general. Se hablará del retroceso que ello implica en términos del proceso democrático; que la política nacional es un circo, una mascarada, una carpa de cómicos [coloque aquí usted su propio adjetivo (des)calificativo],[1] etcétera. “¿Cómo es posible que tipos como ése lleguen a ser candidatos?”, se preguntarán algunos. “¿Acaso no implica hipotecar el destino del país en caso de que Víctor González llegue a ganar?”,[2] se preguntarán otros. Habrá varios que se desgarren las vestiduras cuando escuchen acerca del “Simisocialismo”, o que el eje de la agenda del Dr. Simi consiste en una bizarra justicia distributiva desde la que se pretende hacer más ricos a los ricos sin desamparar a los pobres, que “impulsa un capitalismo con rostro humano”. “¿Cómo es posible que alguien que hace una distinción vulgar entre mujeres “simibonitas” y mujeres “simicapaces” logre la candidatura (por supuesto, anteponiendo 100 millones de simipesos)?”.[3] Estas preguntas serán el epítome de la antesala al caos. Sigan los medios y verán. Me corto un cabello si no ocurre así. Sin embargo, desde mi perspectiva, uno de los signos más positivos de la actual contienda política consiste, precisamente, en la toma de protesta como candidato efectuada hoy por Víctor González Torres. Habrá que esperar a la resolución del IFE, y ver en qué acaba el asunto Patricia Mercado-Dr. Simi-Alternativa. De cualquier modo, una lectura más atenta de este evento podría darnos mayor confianza en nuestro sistema político. Revelaría que finalmente hemos arribado, ahora sí, a la democracia plena. Si para algunos la candidatura del Dr. Simi constituye una afrenta, un horror democrático, se equivocan. El verdadero horror estaría en la negación de su candidatura. Recordemos que la democracia consiste, precisamente en que tipos como él, incapaces, cortos de entendimiento y miras, puedan acceder a las más altas esferas del poder [recordemos hasta hoy ningún político había tenido esas características]. La postulación oficial del Dr. Simi ya no como independiente sino al interior de un partido representa, tal vez, la única luz en el oscuro horizonte político actual. Hace tanto tiempo que no tenía ninguna esperanza en el régimen; el desencanto y la apatía me carcomían de dentro hacia fuera. Antes se abría frente a nosotros el abismo de la incertidumbre. Pero hoy tenemos al Dr. Simi. Ya no estamos solos. Gracias a quien haya que darlas por esto. Ahora, a votar, por favor.

____Por cierto ¿alguien sabe cuáles son los signos ortográficos del sarcasmo?



[1] Pero ¿se da cuenta que al descalificar la candidatura del Dr. Simi y calificar negativamente a la política nacional forma parte de aquello que se pretende crítica mordaz y, por ende, objeto de crítica? Recuerde que el que se lleva se aguanta.

[2] Ojo: las posibilidades de que esto ocurra no son remotas en modo alguno.

[3] Como si Montiel no hubiese querido comprar la suya.

miércoles, enero 11, 2006

Solución

Lo que deberíamos hacer es erigir una barda dos veces más grande (el que le entendió le entendió).

martes, enero 10, 2006

Nuevo año...

...nueva cara.