viernes, julio 30, 2004

Más "arte" digital

Como no se me ocurría ninguna letra, hoy por la mañana hice esto. A ver qué les parece...

martes, julio 27, 2004

Visto por casualidad

Hoy por la mañana, por pura casualidad, estaba viendo un noticiero local [de televisa]. El titular de ese espacio matutino es, me parece, Miguel Ángel Collado Pignol, director de noticieros televisa de occidente. En alguna otra ocasión ya había expuesto aquí mi opinión con respecto al marcado conservadurismo del noticiero conducido por él. Pero hoy creo que fue el colmo. Si no lo hubiera visto [con mis propios ojos, ja] me resultaría muy difícil de creer: resulta que Juan Sandoval Iñiguez tiene, cada martes, un espacio para expresar sus opiniones con respecto al devenir político de esta nuestra queridísima sociedad tapatía. No cabe duda que la secularización es un mito. Juárez no es mi personaje favorito, pero de seguro ha de estar encabronadísimo.


Bueno, pues en esta ocasión los temas tocados por Sandoval Iniguez fueron los crímenes del pasado (sobre todo la condena que pesa sobre la cabeza de Echeverría y su papel en las matanzas por todos conocidas) y la instauración de casinos en México. Con respecto al primero, el cardenal mencionaba la necesidad de dejar el pasado en su lugar, y atender los asuntos del presente. "Que se vayan de adelante para atrás", decía Sandoval. "Que atiendan primero los crímenes de Colosio y los del Cardenal Posadas". En lo que refiere al segundo, el cardenal señalaba que cómo era posible que se estuviera manejando siquiera el tema de los casinos en la cámara de diputados. En lo que todo ello iba a redundar era en que en lugar de generar empleos con la instauración de casinos, se lograría precisamente lo contrario. Para ello se refería a los empresarios que han perdido sus fortunas en Las Vegas y que por ende han tenido que cerrar sus fábricas. Imagínense el chorro de acidez en mi estómago al oír semejantes sandeces.


Honestamente me da un montón de hueva abundar en lo evidente, haciendo un pseudo análisis discursivo de lo que dijo el cardenal, y de las implicaciones en términos de construcción de opinión que de ello se derivan. También me da flojera redundar en el conservadurismo de los "líderes de opinión" locales (después de haber visto el espacio del cardenal en el noticiero, yo esperaba alguna opinión por parte de alguno de los presentadores de noticias, u otros argumentos que permitieran contrastar el asunto. Pero no, sólo el silencio, como si la opinión política del cardenal fuese, también, dogma de fe). Sólo quiero poner de relieve que a esos mensajes subyace una tremenda necesidad de conservar el status quo. Deconstruyendo un poco las argumentaciones del cardenal [y la construcción del mensaje noticioso del noticiero matutino] es posible armar una batería de preguntas que muestran el claro sesgo ideológico de los faros y atalayas que a diario y todo el día vemos en la tele (de pronto evoqué, no sé por qué, a la película y el libro 1984), así como lo que probablemente piensan sobre nosotros nuestros queridos comunicadores: ¿Cómo es posible que nos atrevamos a tocar a los intocables ex-presidentes? ¿Acaso estamos preparados para conocer a los artífices y culpables de los crímenes del pasado? ¿Nuestras instituciones estarían en condiciones de soportar el trancazo de condenar y encarcelar a un ex-presidente? ¿El siguiente en la lista sería la iglesia (horror horror)? ¿Acaso los pobres idiotas que nos miran (y que no tienen ni puta idea de cómo distinguir entre el bien y el mal si no es que nosotros les decimos cómo) no saben que si permitimos casinos (casas de la lujuria y el derroche y el vicio) en nuestra sociedad las buenas conciencias van a poner cara de asco?


Diablos. Quisiera decir más, pero ya me tengo que ir porque se me hace tarde. Voy a misa. Ja.

Pd.
Admito mi naquez: Hellboy y Matando Cabos me gustaron un montón.

Pd2.
El norte bien. Tuve oportunidad de ser testigo de un par de cierres de campaña. Mucha diversión. Ja.

martes, julio 20, 2004

Me pinto de colores.

Las vacaciones se me terminan justo cuando el cuerpo se me comienza a llenar de maletas. El próximo lunes regreso a clases, pero por lo pronto, desde mañana miércoles comienzo mi último fin de semana libre. Luego volveré a ser estudihambre (bello neologismo). Parto, junto con mi amada, rumbo al norte, a Rosarito Bitch, perdón, Beach, a casa de mis suegros. Ellos son unos bohemios adorablemente irredentos. De verdad que tienen alma de gitanos. La primera vez que tuve oportunidad de conocerlos, fue en una de sus tradicionales y famosas reuniones. Estaba la familia en pleno, y era la segunda o tercera vez que salía con la Clau. Aquella noche fue de Guitarra, vinito excelente, y mejores quesos [y recientemente, el chango (mi cuñado) se encarga de aderezar esas reuniones con la mejor cerveza casera de toda la franja norteñamente fronteriza]. Desde entonces (hace más de dos años) fui aceptado en el clan, me rápté a la Clau, me la traje a GDL, y bueno... eso es una historia que contaré aquí algún día. En fin, quería decir que en esas reuniones medio bohemias se hacen una especie de "festivales" donde cada miembro de la familia muestra sus "talentos". Así, mi suegro se luce contando charras estilo Virulo, las cuales,honestamente, no tienen par. Mi suegra se arma una danzonera y le saca el polvo al piso de la sala, junto con hijas y sobrinas (con todo y frutas en la cabeza y pompones bombachos en los brazos). En fin, se canta, se baila, y cada quien hace gala de sus megalomanías y locuras. En alguna ocasión yo he agarrado una guitarra y los he "deleitado" con mi espantosa voz. Lo que hace el nebiolo. Pero de hecho, esta es la primera vez que contribuyo "formalmente". Resulta que en estos días me he dedicado a recopilar algunos de los escritos que he posteado aquí, para "editarlos" como una especie de librito-folletín, para exponerlo ante mi familia política. Tal vez les lea un cuento o un poema. Parece que el resultado final no me quedó tan mal. Si tengo oportunidad, lo posteo completo uno de estos días. Por lo pronto, pego aquí la portada. Cada vez respeto más y más a los editores. La verdad es que es un trabajo agotador, y creo que quienes se encargan de darle concreción a los libros merecen un reconocimiento y respeto mayor. Pero en fin. A ver cómo me va.





Por otra parte, acabo de terminar estas dos "pinturitas". Las posteo a ver qué opinan. Las hice con un propósito muy mañoso, para abrir una especie de polémica con respecto al arte, a su facticidad y validez. Pero hoy me duele demasiado la cabeza como para iniciarlo. De cualquier modo, dejo las imágenes para ver si tienen chance de echarle un ojo. La pregunta con la que pensaba iniciar el pseudodebate mencionado era ¿Acaso estas pinturas son "arte"? Hay una razón detrás de esta pregunta (sobre todo detrás del "proceso creativo"). Sea pues.







lunes, julio 19, 2004

Autoentrevista

Leyendo blogs me encontré este cuestionario en el Flesh Museum
de Jai. Me pareció bastante divertido contestarlo. Además, como sé que nunca me va a entrevistar nadie, pues lo tomo como una autoentrevista. Va pues...


1. Echemos a volar tu imaginación. Si fueras escritor, ¿qué libro te hubiera gustado escribir y por qué?

Particularmente me hubiese gustado escribir El Péndulo de Foucault, de Umberto Eco. ¿Por qué? Es simple. Nunca pensé que tanta erudición fuera tan divertida. Además, Eco es un tipo genial, tanto en el campo académico, como en la esfera de la literatura. Y bueno, como alternativa obvia, me hubiese gustado escribir Rayuela, por razones, creo, bastante obvias. Pero como no soy escritor, pues...

2.¿Qué canción te hubiera gustado escribir, por qué y escribe tu frase favorita de ella?

Indudablemente, si tuviera que vivir con una sola canción, escogería una de Tool, llamada Sober. Dicha canción (pero sobre todo el video) muestra cómo uno de los motores del ser humano es la constante búsqueda, aunque no se sepa qué es lo que se busca, siempre hay que buscar. El día en que yo deje de ser un perseguidor, mejor denme por muerto. Mi frase favorita de esa canción en particular dice "I will only complicate you. Trust in me and fall as well...". Como alternativa se me viene a la mente una canción de Soundgarden titulada Rusty Cage. A medio mundo le he comentado que esa canción debí haberla escrito yo. O cuando menos la última parte. Pero más que por la letra, por la música. Creo que condensa un montón de las cosas que yo intentaba expresar cuando era roquerito deatmetalero y tocaba la guitarra en Azevrec.



3. Si fueras un cineasta, ¿qué película te hubiera gustado dirigir?

En términos amplios, Seven o cualquiera de Lynch.


4. Siguiendo ese juego, ¿qué libro te gustaría llevar a la pantalla que aún no haya sido filmado?

Desconozco si existe alguna versión fílmica de Rayuela, pero definitivamente, a mí me encantaría hacer una.

5. Ahora, tu vida es una película, ¿a qué película te recuerda?

A Spider.

6. Y como sé que tu vida apesta, ¿qué película te gustaría vivir en la vida real?

Definitivamente: entre Mullholland Drive y The Blair Witch Project.



7. ¿Quién te interpretará en la historia de tu vida?

Entre Jesús Ochoa y Luis de Alba.

viernes, julio 16, 2004

angst

«Angst» recordó por fin Ivana. «Angst, anxiety, angoisse» pensó –no sin cierto dejo de arrogancia– mientras abría y cerraba (si es que a un pequeño temblor podía llamársele abrir y cerrar) el puño de su mano izquierda. Poco a poco comenzaba a recobrar la lucidez, a volver en sí. «Esa es la palabra adecuada» se dijo convencida de que de los tres vocablos que había evocado, el de origen alemán era el que describía con mayor precisión lo que estaba experimentando. La sensación no le era extraña. Trató de esbozar una mueca de satisfacción por el pequeño triunfo de su memoria, sin embargo ello le fue imposible: sus músculos simplemente no respondieron. Un leve hormigueo casi electrizante le recorrió el brazo hasta la altura del hombro. Por los poros de su cuerpo comenzaba a salir un sudor frío. Ella no lo veía, pero sus labios se iban poniendo morados poco a poco.
Ivana había ido recobrando el escaso movimiento lentamente: primero los párpados, luego los globos oculares (¿dónde estoy? aquí está demasiado obscuro) y, finalmente, la mano izquierda (¿es seda lo que toco? ¿terciopelo?). Pero el resto de su cuerpo seguía inmóvil. Se dio cuenta que todos sus empeños resultaban inútiles. Estaba exhausta por el esfuerzo que había realizado al intentar levantar su brazo, sin lograrlo. «¿Cuántos tiempo habrá pasado?» —se preguntó, aún a sabiendas que le era imposible esbozar siquiera una respuesta acertada, ya que podían haber transcurrido minutos, horas, e incluso días enteros. No era la primera vez que esto le sucedía. Justo en su cumpleaños número siete le fue diagnosticada una extraña enfermedad, entonces desconocida. Así, había logrado vivir dieciocho años con esa maldita piorrea. Hasta hoy.
Intentó concentrarse en las partes de su cuerpo que comenzaban a recuperar movilidad, sin embargo no le fue posible. Quiso identificar el sitio en donde se encontraba, pero solo palpaba la dureza del muro próximo a su mano izquierda. Sintió un escalofrío que le recorría la espalda al pensar en la posibilidad de que… pero no. Sus padres no lo permitirían. Intentó evadirse. «Seguro estoy soñando» —pensó, intentando tranquilizarse. Algún mecanismo protector debió activarse en su mente, puesto que algunos recuerdos comenzaron a desfilar ante sus ojos. Su vida pasaba, lenta, en un desgastado y agrio tono sepia, como si fuese una vieja película muda. Se vio a sí misma de pequeña, con un fugaz dejo de ironía, en una de tantas ocasiones en las que sufría cuando su padre se retrasaba unos minutos en llegar del trabajo a casa. Ella, –sin importar la hora o sus escasos ocho años de edad– iba a esperarlo a la parada del tranvía. Siempre estaba ahí, sentada, sola, con lágrimas inundando sus pequeños ojos, sosteniendo valiente la mirada inquisidora de los transeúntes, imaginando que a su padre le había pasado lo peor. Hasta que minutos después, su vista alcanzaba a distinguir a lo lejos, entre los ya escasos pasajeros que hacían uso del transporte nocturno, la enorme figura de su progenitor.
Luego, el desfile de imágenes le hizo recordar que, en la adolescencia, la angustia y la desesperación habían sido sus signos vitales. Sus padres tenían algo de nómadas, y siempre estaban probando suerte en distintas partes. Desde que era niña Ivana vivió en grandes ciudades que la hacían sentir carente de toda identidad. Le era difícil hacer amigos. Siempre era tomada como la "rarita". Todo el mundo la despreciaba. Durante el difícil tránsito a la pubertad, su sobrenombre era el de «la lepra». Todo ello la había convertido en una mujer huidiza. Se sabía bella, pero se empeñaba minuciosamente en ocultarlo. Siempre vestida de negro, como si estuviera de luto. Muchas veces le era difícil relacionarse con las personas. Por eso, casi siempre prefería estar sola. Su único refugio era la lectura.
En su recién inaugurada etapa adulta, Ivana se había caracterizado por una inseguridad profunda y amenazadora acerca del presente y del futuro. Mientras pensaba en ello, sintió que su brazo recuperaba un poco de fuerza. Luego pudo mover el cuello y dar vuelta al rostro. Unos minutos después casi toda la parte superior de su cuerpo tenía una dolorosa movilidad. De este modo, Ivana logró darse cuenta del reducido espacio que la rodeaba. Súbitamente la angustia llegó a ella de manera total, y la invadió completamente un terror inenarrable. Sus manos se crisparon y una gota de sudor resbaló por su frente. El aire comenzaba a escasear. Ivana entendió. Quiso gritar pero su garganta estaba muda. Intentó golpear las paredes, rasguñarlas, hacerles saber que estaba siendo enterrada viva. Pero fue inútil. Como en toda su vida, antes de comenzar a luchar, ya se había dado por vencida. La terrible angustia cedió su lugar a una interminable soledad, a un frío sentimiento de resignación ante la inutilidad de cualquier esfuerzo. Ivana tuvo sueño. Entornó los ojos, mientras escuchaba caer, con inusitada tranquilidad, la interminable cascada de arena sobre la tapa del féretro. Se arrellanó incómodamente en el fondo de la oscura caja y aspiró, directamente de los fríos labios de la muerte, una última y casi placentera bocanada de un aire rancio y viciado. En su cara se dibujó una irónica última sonrisa.

Do you ever wonder???


Me llegó un correo con la siguiente pregunta:

«Do you ever wonder???»

Casi siempre, ese tipo de mensajes me provoca una cierta paranoia. Pero este en particular me gustó mucho, porque resulta que yo sí me he preguntado algunas de las cosas que, a continuación, enumero.

***

Who was the first person to look at a cow and say, "I think I'll squeeze these pink dangly things here and drink whatever comes out?"

Who was the first person to say, "See that chicken there... I'm going to eat the next thing that comes outta its ass."

Why do toasters always have a setting so high that could burn the toast to a horrible crisp, which no decent human being would eat?

Why is there a light in the fridge and not in the freezer?

Why do people point to their wrist when asking for the time, but don't point to their ass when they ask where the bathroom is?

Why does your Gynecologist leave the room when you get undressed if they are going to look up there anyway?

Why does Goofy stand erect while Pluto remains on all fours? They're
both dogs!

If quizzes are quizzical, what are tests?

If corn oil is made from corn, and vegetable oil is made from vegetables, then what is baby oil made from?

If electricity comes from electrons, does morality come from morons?

Is Disney World the only people trap operated by a mouse?

Why do the Alphabet song and Twinkle, Twinkle Little Star have the same tune?

Stop singing and read on . . . . .

Do illiterate people get the full effect of Alphabet Soup?

Why do they call it an asteroid when it's outside the hemisphere, but call it a hemorrhoid when it's on the outside of your ass?

Did you ever notice that when you blow in a dog's face, he gets mad at you, but when you take him on a car ride, he sticks his head out the window.

***

martes, julio 13, 2004

Leyendo blogs...

Hace un rato, mientras circunavegaba esta mentira de la blogsphera, me encontré con el siguiente texto en el Blog de Solus Ipse:

"El verdadero escritor no puede estar gordo porque la gordura, si no proviene de una enfermedad, revela autocomplacencia y dejadez; cualquier signo de autocomplacencia deteriora la escritura. Debe uno vigilar la gula, los momentos de relajación, y acabar con ellos cuando aparezcan, de golpe, sin miramientos —debe aprender el placer de tener el estómago ligero, que es más grande que el de rellenarlo".


No es mi intención iniciar una polémica. Pero al leer lo anterior, no pude menos que, en tanto gordito bonachón, dejar un mínimo comentario. Palabras más, palabras menos, escribí lo siguiente:

¿Realmente el ethos de la escritura es estético? Si en la literatura hubiese un centro ontológico al cual aferrarse sería, quizá, el patetismo (la dejadez, pues) y no el esteticismo grecoromanizado tipo Brat Pitt, como parece plantearlo Solus Ipse. Dicho patetismo trasciende toda estética, y sobre todo, toda estética equiparada a la dejadez y la relajación. La gula, y todos los demás excesos son fuente inagotable de inspiración artística. Prueba de ello son las cientos de obras hechas en todas las épocas y lugares. Un esteticismo cuya pragmática es universalista raya en lo polivocezco: es como decir que el amor es una cosa esplendorosa, y equipararlo con que la policía siempre en vigilia (as in "el verdadero escritor no puede estar gordo"). El verdadero escritor, si tal cosa existe, se sitúa en los márgenes del todo social y desde allí se ve a sí mismo, y condensa, en su obra, lo que ve y experimenta. Ello sin importar si la cintura le mide más de noventa centímetros, o si tiene cuadritos en el abdómen. Hay que recordar que no todo lo que sale en la televisión es cierto: el culto al cuerpo no es el culto de la literatura. El ascetismo no es, ni siquiera, una condición necesaria para quien quiere escribir. Más bien al contrario: la autocomplacencia enriquece la literatura. Caray, es que tal como lo plantea Solus Ipse, ahora resulta que para ser un buen escritor hay que mantener la línea (y no precisamente en un sentido ideológico). Si yo fuera un verdadero escritor [whatever that means] estaría muy ofendido. La literatura no es, por ningún motivo, una condición objetiva atribuible a las personas. Es, más bien, todo lo contrario. No humillemos a la literatura: no hagamos de los y las escritoras (flaquitos, gorditas, pelonas, chaparras, altos, etc.) unos tigres reducidos al vegetarianismo.

Por favor.



sábado, julio 10, 2004

Futuros probables

Ese día, como todos los demás en aquella ciudad de mierda, era tarde y hacía frío. El sol estaba ocultándose, por lo que todavía era posible ver el mar, allá al fondo. A través de la mugre de la ventana se sucedían primero el rojo, luego el violeta, y finalmente el azul. Así, la noche se hizo espacio entre nosotros. Adentro del departamento la iluminación era tenue, acorde con la voz dulce de Bebel Gilberto. Casi todos se habían marchado, y ya sólo quedábamos los cuatro de siempre alrededor de aquella mesa. Pero también estaba Luis. Él era un tipo raro, distraído. Caminaba por los pasillos del instituto hablando solo. A veces, en los jardines, se detenía horas frente a una araña para observarla tejer su trampa. Aunque se llevaba bien con nosotros, él no era uno de los asiduos a las reuniones del Círculo.
«Ahora piensa en tres preguntas» —dijo él, con su característico acento sudamericano. Yo estaba distraído observando las extrañas figuras de aquella baraja y el humo de su puro me tenía un poco mareado. «La verdad es que no creo en eso —contesté. Me has dicho algunas cosas ciertas, pero cualquiera que medianamente me conozca puede decirme lo mismo, sin necesidad de cartitas». Tomé un trago de vino. Miré a Adrián y a Luz, a quienes ya les había tocado su turno, y sonreí sarcásticamente. Laura quiso decir algo, pero se arrepintió, fingiendo un bostezo. Yo comenzaba a aburrirme, y pensaba en lo mucho que me gustaría estar acostado, leyendo a Luis Chaves. Unté un poco de queso crema a un trozo de manzana y me lo llevé a la boca. Para formular las preguntas acudí a los cajoncitos de siempre, como si la vida pudiera reducirse a esto y aquello. «Listo. Soy un cliché con patas» —le dije a Luis. Éste hizo una especie de pase mágico, casi teatral, sobre el mazo de cartas. Sacó cuatro de ellas. Una la puso boca arriba, en el centro de la mesa. «Éste eres tú» —dijo, colocando su dedo índice sobre una especie de viejo ermitaño. Colocó el resto de las cartas sobre el paño rojo, con la cara frontal oculta. «Voltéalas. Esta es la respuesta a tu primera pregunta». Yo agregué, también, un poco de dramatismo al asunto, fingiendo que me temblaba la mano. Antes de levantar aquellas cartas, bebí de un sorbo el poco vino que quedaba en mi vaso. Suspiré profundo aparentando un nerviosismo que estaba lejos de tener.
«Pues sí» —dijo Luis. «indudablemente, vas a conocer al amor de tu vida. Y pronto». Luz y Adrián intercambiaron unas miradas burlonas. Laura se sonrojó un poco, desviando la mirada. Me reí. «¿Yo, el amor? Ja. No tienes idea Luis. El amor, como dicen los polivoces, es una cosas esplendorosa, o lo que es lo mismo, la policía está siempre en vigilia; o sea que no tiene sentido». Él me miró con sorna. «Las cartas no mienten, señor» —sentenció con un gesto divertido. En aquél momento no le presté atención al asunto, pero ahora, con la distancia y el tiempo, tengo dudas acerca de cómo es que Luis supo que esa había sido mi primer pregunta. Hizo a un lado las cartas usadas y, reincidiendo en su teatralidad, sacó otras tres cartas. Las volteé sin tantos miramientos. Él se llevó la mano derecha al mentón, como si quisiera aligerar el peso de lo iba a decir. Dudó un poco, pero al fin se decidió. «Lo siento, pero vas a perder a alguien muy querido y muy cercano a ti» —sentenció lacónico. «Así es la vida» —dije incrédulo. Por tercera vez repetimos la operación, pero esta vez con mayor naturalidad. La verdad es que estaba deseando terminar para irme a dormir. Sentía pesadísimos los párpados, y mi mente comenzaba a divagar.
De pronto, la estancia se puso helada y, por un instante, todo quedó en silencio. El disco de Bebel se terminó justo en ese momento. Afuera los perros dejaron de ladrar. Todos contuvimos la respiración. Era como si un hueco se hubiera abierto en el centro de todo aquello, como un remolino de tiempo en el que todo se confabulaba y encajaba en su sitio. Adrián rompió ese fugaz equilibrio cuando pidió que alguien le pasara el pan de centeno y la mantequilla con especias. Parecía que todo volvía destempladamente a la normalidad. Excepto por Luis. Éste estaba pálido y con los ojos desorbitados. Veía alternadamente a las cartas y luego a mí. Estaba como en trance, entre incrédulo y horrorizado. «¿Qué te pasa Lu…?» —quise preguntar, pero fue demasiado tarde. Salió corriendo de la casa, espantado. Quisimos alcanzarlo, pero desapareció, como si se hubiese evaporado. Al día siguiente lo busqué en su casa y no había señales de él. En el trabajo (éramos colegas) no tenían noticias de nada. Simplemente desapareció. Tratamos de rastrearlo por todos los medios, pero no logramos nada. Entre varios amigos sacamos las cosas de su departamento, y las guardamos en una bodega por si regresaba a buscarlas. Eso fue hace más de dos años. Nunca supe qué había puesto así a Luis. No había entendido qué pudo haber visto en aquellas cartas que le provocara semejante reacción. Tal vez por ello las tres enigmáticas figuras quedaron tatuadas a fuego blanco en mi memoria, por lo que pude, hace poco, descifrar su significado. Al principio pretendí ignorar las posibilidades de que todo aquello fuera cierto. Total, Luis era un ser humano como cualquier otro. Yo mismo era un tipo común y corriente. Carajo, por qué tuve que hacer esa maldita pregunta. Yo lo había tomado como una broma, como una noche en la que en lugar del ajedrez estaba el tarot. Así de simple. Quise minimizarlo todo, restarle importancia. Pero en todo este tiempo no había logrado comprender la magnitud ni la trascendencia de todo aquello. Había estado ciego. Hasta hoy, en que, finalmente y después de haber entendido todo, después de haber visto, me arranqué los ojos porque no soporto más.

miércoles, julio 07, 2004

Durazo y Directazo

En un texto titulado Problemas de legitimación en el capitalismo tardío (Amorrortu, 1995) Habermas trata de dilucidar un concepto de crisis acorde con las ciencias sociales. Haciendo una terrible simplificación, puede decirse que el mencionado autor plantea que las crisis surgen cuando las estructuras de un sistema se cimbran. Pero eso no es todo. Las crisis devienen, sobre todo, cuando los miembros de la sociedad experimentan que los cambios de estructura resultan críticos, y sienten con ello amenazada su «identidad social» —Habermas dixit, whatever identidad social means— . Aunque me gustaría extenderme más sobre esto, no quiero aburrirlos tanto. Más bien, lo que intento decir es que lo anterior indica que los estados de crisis se presentan, en última instancia, como una desintegración de las instituciones sociales. Sounds familiar ¿no? Desde mi punto de vista, el tan llevado y traído pueblo mexicano está, señoras y señores, en medio de una crisis política y de legitimidad marca diablo. Veamos por qué.


Desde que era secretario particular de Fox, el sonorense Alfonso Durazo se fue convirtiendo, poco a poco, en uno de los hombres más fuertes del régimen de la «alternancia». Durante su desempeño como vocero presidencial él era el puente entre el [pseudo] cuarto poder y la presidencia: todo mensaje pasaba por su escritorio. Durazo también estaba en relación directa con todos los departamentos de comunicación social (pertenecientes al sistema presidencial) a lo largo y ancho del país. Pudiera pensarse que fue un hombre de bajo perfil… Hasta ahora, que con su subversiva y subrepticia renuncia puso a temblar a la oligarquía foxista, cimbrando con ello los mismos cimientos del sistema. Si uno lee detenidamente la extensa carta de renuncia de Durazo podría darse cuenta de una serie de elementos y claves para entender la crisis por la que atraviesa la política en estos días. No obstante, desde el presichente para abajo, buena parte de los panistas dicen que el país no está en crisis. Por ejemplo, Luis Felipe Bravo Mena opinaba que "los señalamientos del ahora ex funcionario tampoco constituyen ninguna crisis de gobierno ni de gabinete, porque se trabaja con normalidad y cierre de filas en torno al Ejecutivo federal". Parece que ya se les olvidó que hace quince días más de medio millón de mexicanos salieron a las calles a meterles el dedo en la llaga. Aunado a ello, las reacciones en la cúpula panista a la renuncia de Durazo son indicadoras, también, de una situación bastante crítica: ¿acaso los silencios, monosílabos y evasivas de Martita con respecto a la renunzia de Durazo no noz dizen muchízimo? Hay que poner de relieve que el que calla otorga ¿Qué de verdad las descalificaciones que de ello hacen Zapata Perogordo y/o Molinar Horcasitas nos muestran una maquinaria bien lubricada y en funcionamiento normal, y no un organismo enfermo de falta de legitimidad? ¿Acaso la necesidad de «cerrar filas» con respecto al gobierno federal no es un movimiento luceresco tendiente a «defender lo indefendible» con respecto a una de las principales instituciones en nuestro país?. Si yo fuera presidente, no tomaría tan a la ligera ni rechazaría la idea de que estamos atravesando una crisis política. La experiencia nos dice que cuando un presidente dice que todo va bien, entonces hay que ponerse a rezar. Además, si se está de acuerdo con Habermas, en la medida en que yo [y otros] estemos siendo afectados por el movimiento en las estructuras y experimentemos como crítico lo que sucede en la esfera pública pues, ni modo, estamos en crisis [no se a ustedes, pero a mí el desencanto se me sale hasta por los poros y cada vez me dan menos ganas de ir a votar]


En fin, más que hacer patente lo evidente (la institucionalización de la crisis y la crisis de las instituciones), lo que quería decir es que hay que tener en cuenta que la renuncia de Durazo no es más que uno de los síntomas de la terrible enfermedad del régimen actual (no quiero ni pensar en lo catastrófico de un regreso del PRI a la presidencia, ni en las consecuencias de un posible presidente cuyas ideas son las de una izquierda demodée, esclerotizada y rancia). Los orígenes de la crisis en la que está sumido el país se remontan más atrás. Quizá puedan rastrearse hasta la misma revolución de principios del siglo pasado. Lo que es innegable es que, uno de los antecedentes más recientes de dicha crisis radica en que, a poco menos de cuatro años del foxicambio, hemos sido testigos de por lo menos quince renuncias/bajas/deserciones en el primer círculo de nuestro rancherescamente querido mandatario (i. e. Felipe Calderón, Francisco Barrio, María Teresa Herrera, Carlos Flores, Aguilar Zínser, etc.). El que tenga ojos que vea: la renuncia de Durazo constituye sólo la caída de uno de los naipes del frágil castillito construido con el voto útil, el 2 de julio del 2000. Dicho castillito parece que se va desmoronando lentamente. Recuerdo que en aquél año entregué un breve pienso para aprobar una materia de enfoques avanzados de política [por cierto que fui muy criticado] mientras cursaba una maestría por allá por el norte. En dicho pienso señalaba que, en aquellos días era «…posible observar un momento coyuntural que obliga[ba] a pensar en la posibilidad de trascender el autismo en el que ha[bía] caído la conversación entre el Estado y la Sociedad, y reavivar los canales de comunicación entre ambos. ¿Será entonces el proceso electoral del dos de julio un ejercicio que refleje las actitudes y capacidades necesarias para desatar el nudo gordiano de la transición mexicana hacia la democracia? —me preguntaba— ¿Se avanzarán algunos pasos en la dirección hacia un México realmente democrático? ¿O al final del día nos habremos dado cuenta de que fue tan sólo una enorme y cruel pantomima?» Ja. Hoy creo saber la respuesta a mis interrogantes. ¿Ustedes no?